domingo, 15 de diciembre de 2013

QUEMANDO LAS VIVIENDAS

Hace algo más de un año tuve que ir temprano por motivos profesionales –intentar cobrar un crédito-, a una empresa en un polígono industrial. Un pueblo abandonado en un viejo western tenía más vida aparente que aquella zona urbanizada en una provincia cercana a la nuestra.
Me pareció oír unos niños en la nave colindante de aquella en la que entraba. Efectivamente, unos escolares salieron de la industria, bien aseaditos, y en unión de quien indudablemente era su abuelo se montaron en un coche amortizado que fue bueno hace unos años. Mi acompañante, el joven gerente de una compañía que se dirigía irremediablemente –en mi opinión que fue desoída-, al concurso de acreedores, ante mi expresión de perplejidad, me dijo, más o menos, lo siguiente:
-Es el antiguo empresario. Vive con su mujer, su hijo y toda su familia en las oficinas… padre e hijo han perdido sus pisos del centro y, aunque la entidad se ha quedado también con el local, les permite vivir en él, total no vale nada ahora. Pero no son los únicos, hay otras familias de empresarios que también viven por aquí.
El joven gerente, con su mujer y su hijo, vive ahora con sus suegros, ya que también ha sacrificado su vivienda en un vano intento  de salvar su proyecto. La ejecución de la hipoteca que garantizaba pasivos financieros de su negocio le ha obligado a una transmisión a la baja de la misma para evitar mayores males, según mis noticias.
Todos los días conocemos historias de empresarios de todas las edades que han puesto sus viviendas como garantías de la financiación bancaria de sus empresas y que ya no tienen ni empresa ni vivienda. Es cierto que muchos de ellos ganaron buen dinero en tiempos pasados que les permitió hacerse con tales residencias y es más cierto que el sistema bancario español ganó mucho dinero –los mayores costes financieros medios de Europa-, vampirizando aquellos negocios pero también parece que es cierto que se está formando un grupo social, que no llega aún a clase, de quienes han quemado sus viviendas en la última agonía, que no querían asumir, de sus empresas.

Antxon Massé, en su blog

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