Cada cuatro años se barrunta cita electoral detrás de San Raimundo, y para ese momento los termómetros de los bares suben en Fitero entre cuatro y cinco grados. Tenemos urnas a la vuelta de la esquina y la ilusión de unos se funde con el miedo de otros.
Pero Fitero sigue igual. Unos han pegado carteles y otros los pegarán. Unos han presentado programa electoral y otros lo presentarán. Unos acuden con siglas demasiado vistas y otros sin siglas conocidas, o eso piensan todos menos Diario de Navarra y Fitero Actual, página que controla nuestro Ayuntamiento. Unos y otros. Ése es uno de nuestros problemas, prenda de la Guerra Civil que se enquistó en nuestra localidad por la ferocidad de los vencedores y el orgullo del heredero ante el crimen del padre, amén del comprensivo pero a la larga asfixiante, rencor social de las víctimas. Después, un prometedor Fitero de inicios del siglo pasado, añeja capital moral de comarca con rico comercio y prometedora industria, echó inconscientemente el freno de mano, quizás por la mentalidad conservadora que nos han tatuado los innegables lazos e influencia del Monasterio, que a la larga ha dado más sombra que luz a nuestro pueblo-léase sin connotaciones ateas, solo económicas-.
El resto lo hizo falta de emprendedurismo y el éxodo juvenil de entre los sesenta y ochenta hacia el extranjero, Euskadi, Catalunya o simplemente Cintruénigo, que ahora, ¡ay!, nos cuadriplica en habitantes y nos quintuplica en industria. De esos polvos, estos lodos. Y el miedo actual que citábamos es porque ha nacido una impetuosa fuerza, AFI, que ha llegado para quedarse. Porque los fiteranos tendrán, ahora sí, oportunidad de elegir dos formas de hacer política; la nuestra y la de UPN, a nuestro modo de ver inmovilista y tejida a base de pelotazos, redes clientelares, planes de urbanismo inoportunos, trenes que se han dejado escapar, iluso Eurovegas ruso que no solo no llega, sino que arrastra salvaje deuda, siniestras oposiciones municipales, negativas a la llegada de según qué empresas, contratos irregulares y obras públicas de dudosa legalidad. Es decir, que el actual equipo de Gobierno es acreedor de multitud de favores de ciudadanos pertenecientes a una exigua mayoría social, casta fiterana, que domina más en las botas que en los votos.
Porque en los votos hay cierta esperanza, ya que en las europeas de hace un año las fuerzas del centro-derecha tan solo consiguieron treinta y cuatro votos más que los partidos progresistas en Fitero, reduciéndose entre ambos bloques la ventaja respecto a las europeas pasadas en más de un 70%. Repito; solo treinta y cuatro. También habría que recuperar en nuestra memoria las elecciones de 2003, año en el que el país vivía un "impasse nacional" con vaivén hacia la izquierda, como ocurre ahora. En ese año el PSOE fiterano rozó la victoria. La ventaja que tiene AFI en este momento es que la gran masa juvenil sintoniza con su programa y con sus posiciones. Por primera vez, opinión, una generación de jóvenes fiteranos disienten de la visión chauvinista local. Es decir, que el nieto no cree que la Barda brilla como dice el abuelo Patxi y tiene serias dudas de que Fitero sea "lo más mejor" porque sí, que puede que lo sea, pero argumentándolo es más fácil de comprender. Esto tiene una consecuencia inmediata; los fiteranos que heredaban el voto del padre con la misma naturalidad que se hereda una finca en Majarrasas, ahora no les votarán. En parte, por la desidia del poder local hacia cualquier tipo de evolución, palabra prohibida por estas tierras.
Hay esperanza de cambio y miedo del establishment a que cambie el status quo local. Por eso llegan las zancadillas, codazos y rodillazos, demasiado tardíos por desgracia para ellos, porque de aquella débil raíz han nacido ramas demasiado fuertes para un UPN en horas bajas. Porque su proyecto es lo que es-por suerte han dejado de exigir la partida de ocho apellidos fiteranos-, aunque se disfrace de iluso positivismo, se abrace el turismo como último y estéril recurso o se venda la operación como salvación local ante la llegada a lo lejos de los rojos o de miembros no adscritos de la ETA.
Los palos que recibamos deben ser respondidos con buena cara. Su odio, nuestra sonrisa. Así cambiará Fitero. O parte de él. Y el marcador empieza a cero. Por lo tanto, podemos y sobre todo, debemos. Nos lo debemos.
El Reyno Digital
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