lunes, 14 de septiembre de 2009

¿POR QUÉ NO ADOPTAMOS AL TORO COMO ANIMAL DE COMPAÑÍA?

Nuestros legisladores, sus señorías, demuestran un corazón de oro cuando se trata de proteger a los perros y a los gatos. Les preocupa que estén estreñidos, o que coman mal, o que pierdan el pelo. Los vacunan y los llevan a la peluquería. Son tan humanos que fueron capaces de legislar contra el maltrato a los animales domésticos, y algunos de ellos, en un esfuerzo coloxal, hasta transigieron en condenar el maltrato a la mujer, que, como sabemos, para los espíritus machistas es también un animal de compañía.

Pero el toro no. Es criado en dehesas, alimentado por mano humana, ensalzado por poetas… pero no es un animal doméstico, de la domus, de la casa. El toro que se joda, por bravo. Como bien conoce el Toro de la Vega, de dulce nombre Moscatel, que hoy será alanceado por cien valientes lanceros a caballo hasta que el animal, el de los cuernos, caiga desangrado. El matador victorioso tiene luego el derecho a colgar de su pica los testículos del toro para pasearlos como un trofeo por toda Tordesillas. ¡Qué imagen fantástica para pedir un asiento en el G-8!

¿Y cómo es que a estas alturas ninguna asociación de defensa de los animales ha conseguido parar tanta barbarie? Pues porque los diputados que administran nuestros votos, o bien se divierten con el espectáculo de torturar animales, o bien no se atreven a enfrentarse a los abanderados de la sagrada tradición.

Y que no venga el toro listillo con el Código Penal en la mano a pedir justicia. Porque el artículo 632. 2 lo deja bien claro: castiga con una pena de multa de hasta 60 días a quienes “maltrataren cruelmente a los animales domésticos o a cualesquiera otros en espectáculos no autorizados legalmente…” Que tampoco busque amparo en el artículo 337 que prevé penas de prisión de hasta un año a quienes “maltrataren con ensañamiento e injustificadamente a animales domésticos causándoles la muerte o provocándoles lesiones”.

Domésticos, esa es la palabra con la que sus señorías pretenden lavar sus malas conciencias. Domésticos como una tortuga, un loro, un caballo, un perro, un gato. ¿Es doméstico un cerdo, que en Galicia vive en la habitación contigua al dormitorio de mis vecinos? ¿Y la vaca, que tiene su cuadra debajo del comedor? ¿Es doméstica una gallina estabulada en el cuarto que hace medianera con el salón? ¿Y por qué no puede ser doméstico un toro alimentado con pienso, que trota por las dehesas, de esas que ya sabemos?

Si por ley podemos maltratar con ensañamiento a cualquier animal “siempre que el espectáculo esté autorizado legalmente”, la salvajada de hoy en Tordesillas, y sus festejos gemelos, no los paramos ni aunque adoptemos al toro bravo como animal doméstico… Así que, sintiéndolo mucho, sólo nos queda desautorizar con nuestros votos a sus fechorías los señores diputados y señoras diputadas, hasta que no declaren al toro animal de compañía.
Manolo Seco, en su blog.

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