jueves, 21 de octubre de 2021

ETA O MI PERRO TUERTO

 A mi perro le ha dado por hacerse el tuerto. Les pongo en situación: hace un mes le entró una mota de polvo en el ojo izquierdo, con la mala suerte de que se rascó y se hizo daño, así que comenzó a cerrarlo un poco. El efecto visual era como si te guiñara el ojo todo el rato. No se preocupen, fue un rasguño sin más y a los dos días se encontraba perfectamente. 

Sin embargo, durante esos dos días en los que el perro se mostraba claramente dolorido, todo el mundo estaba pendiente de él: le dábamos sus chuches favoritas, le acariciábamos todo el rato, le hablábamos como si fuéramos idiotas e incluso yo misma le ponía una mantita cuando le veía tumbado en el sofá, le daba un beso y susurraba “mi pobre bebé tuerto” –es tan triste como real, pero espero que las personas que tengan mascota puedan comprenderme–. El ojo, como decía, se le curó al poco tiempo, pero ahora, cada vez que no le hago caso y estoy teletrabajando, leyendo o viendo la televisión me mira fijamente y cierra un ojo. Al principio me preocupé, pensaba que no se le había curado bien o que adolecía de algo más grave, pero ahora sé que mi perro es un falso tuerto. Parece ser, por lo que he leído después, que algunos canes han desarrollado el talento de fingir enfermedades como una forma eficaz de conseguir atención.

Bien, pues resulta que Pablo Casado también es un falso tuerto. “Lo que tienen que hacer sus socios es condenar a ETA y usted lo que tiene que hacer es romper con Bildu hoy mismo”, se queja, enojado ya desde que sale el sol, el presidente del PP ante el Congreso de los diputados. Casado, como gran parte de la derecha de este país, ha aprendido a instrumentalizar un dolor que existió y que causó un gran daño para conseguir su objetivo: que le demos atención, su chuche favorita.  

El décimo aniversario del fin de la violencia de ETA se prometía solemne después de que Otegi reconociera hace solo unas horas el daño a las víctimas, pero todo se ha visto empañado por el famoso vídeo en el que el coordinador general de Bildu dice que, si hace falta votar los presupuestos para que saquen a 200 presos de la cárcel, lo harán. Al PSOE le ha sentado bastante mal. “Todos los días tenemos una alegría”, bromeaba un miembro del partido al salir del hemiciclo. Fuentes del Gobierno se han mostrado contrariadas y comentan sobre Otegi que “un día va un paso hacia adelante y otro hacia atrás” y afirman rotundamente que no se puede negociar con la política penitenciaria.

Como si de falsos tuertos se tratara, muchos han aprovechado las declaraciones contradictorias de Otegi para volver al ataque. A Inés Arrimadas le ha venido un flashback de cuando a Ciudadanos le sobraban los votos y la dureza en los discursos, que se podían resumir en un 40% de golpistas, un 30% de bilduetarras y otro 30% de chavistas. La líder de Ciudadanos, la última en salir a hacer declaraciones –tarjeta en mano y todo bien apuntado, como gustan en el partido naranja– ha dicho que “tenemos al portavoz de los etarras, Otegi, de socio del Gobierno”. Ay, dónde estará Albert.

Un falso tuerto, en un intento desesperado, puede tratar de cambiar de estrategia y así es como Teodoro García Egea ha probado a pasar de la sorna a la seriedad. Sin ser yo Iván Redondo (Dios me libre) le recomendaría encarecidamente que volviera a lo de los chistes. “Le voy a pedir unos datos sobre desempleo”, le ha dicho el secretario del PP a Yolanda Díaz, tirándose él solito a una piscina sin agua y de cabeza como el que sabe que le va a doler de todas formas. “Le voy a dar EL dato”, le respondía Díaz antes de recordarle que fue con Rajoy con quien se alcanzó récord de desempleo, con más de 6 millones de parados. 

A los falsos tuertos, en fin, se les pilla rápido. A unos más que a otros, claro. Y, una vez les pillas, es complicado volver a darles tu confianza, más cuando hablamos del ámbito político, donde construir una figura con una apariencia confiable es algo imprescindible. Mientras termino de escribir este texto, Cayetana Álvarez de Toledo está en el patio del Congreso con algunos periodistas (tres o cuatro, los que se acercan a la exportavoz popular), contándoles que dentro de muy poco va a publicar su nuevo libro. “Va a sorprender”, les dice. Sin embargo, ninguno parece entusiasmado. Hace poco más de un año, cualquier declaración de Álvarez de Toledo se convertía en lo más leído. Era la Ayuso del Congreso. Todo lo que decía era, claro, instrumentalización. Un discurso cruel, efectista y que, en su máximo apogeo, llegó a sostener que la situación política era “peor que cuando mataba ETA”. Ahora, ya nadie la escucha. Es lo que tiene hacerse el tuerto.

Marina Lobo, en CTXT

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