domingo, 13 de enero de 2019

ACONCAGUA 1994, ANIVERSARIO DE UNA ASCENSIÓN QUE HIZO HISTORIA

El 15 de enero de 1994, una cordada de ocho personas, encabezadas por el navarro Mari Abrego, hacían cima en el Aconcagua (Argentina). Aquella misión, de la que ahora se cumplen 25 años, fue muy especial por un motivo: tres de los montañeros eran ciegos.

Aquella expedición a la montaña más alta del continente americano, patrocinada por la ONCE, estuvo compuesta por Mari Abrego, Oscar Lizoain, Carmelo Larumbe, Josema Casimiro y Javier Garayoa (médico), que guiaron hasta la cima a tres montañeros ciegos: Serafín Zubiri, Javier Sáinz de Murieta y Alfonso Fidalgo. La ascensión se inició el 27 de diciembre de 1993 y el 15 de enero de 1994 alcanzó la cumbre del Aconcagua (6.959 metros), en la frontera de Argentina con Chile.

Josema Casimiro nunca olvidará aquella ascensión. «Los recuerdos son bonitos e interesantes, porque fue una experiencia enriquecedora para todos», explica. «Son de estas aventuras que, si no es por ese espíritu que tenía Mari de hacer cosas nuevas y diferentes, seguramente no se habría llevado a cabo. Esas eran las ocurrencias de Mari, de llevar ese tipo de locuras a buen término», afirma Casimiro, que fue, junto a Abrego, el primer navarro en coronar el K2, en 1986.

El montañero recuerda que a Mari Abrego no le costó mucho convencer a Serafín Zubiri de participar en esa ascensión, en esa aventura: «Serafín es una persona con muchas inquietudes, muy deportista, con ganas de retos nuevos, y solo había que echarle el ‘capote’ para que enseguida se lanzara».

Pronto se sumaron a la misión Javier Sáinz de Murieta y Alfonso Fidalgo. «Ellos tenían una forma física espectacular, eran unos fenómenos», destaca Casimiro. Y no exagera. El cantante navarro Serafín Zubiri es famoso por haber participado en el festival de Eurovisión de 1992, pero menos conocida es su faceta de deportista. En atletismo, fue récord de España en 1.500 metros y campeón en 800 metros en los campeonatos para ciegos organizados por la ONCE, y ha corrido numerosos maratones, entre ellos los de Madrid, Nueva York y La Habana. En ciclismo en tándem, ha participado en varias pruebas importantes: Irati Xtrem, Quebrantahuesos, La Indurain, Larra-Larrau, Iruñea-Iruñea y Treparriscos.

Zubiri también consiguió terminar en dos ocasiones la Titan Desert, un rally de ciclismo de montaña que está considerado como una de las cinco pruebas más duras del mundo.

Sus dos compañeros de ascensión no le iban a la zaga. Sáinz de Murieta fue subcampeón del mundo de judo en Ámsterdam en 1989, y Fidalgo es un lanzador de disco, peso y jabalina que ganó seis medallas en los Juegos Paralímpicos de Verano entre los años 1992 y 2000, además de varios campeonatos de Europa.

Precisamente, esa buena forma física, asegura Casimiro, fue fundamental para el éxito de la misión: «El Aconcagua nunca es fácil, primero porque tiene casi 7.000 metros, las condiciones de frío son muy extremas y, aunque la ascensión no es técnicamente difícil, esa pequeña dificultad que tiene hace que mucha gente se estrelle allí, porque suben muy rápido y el mal de altura al final suele pasar factura».

Durante la ascensión, los guías se colocaron en los tobillos aparatos que producían sonido para orientar a los montañeros ciegos, y el material de escalada también estaba adaptado a estas circunstancias. «Nos teníamos que adaptar unos a otros, porque no es lo mismo ir con alguien que ve por dónde pisa y que además está acostumbrado a ir por la montaña que alguien que no está acostumbrado a andar en ese medio y que tampoco ve. Le tienes que ir indicando. Nos teníamos que ir amoldando unos a los otros», apunta Casimiro.

Aquella experiencia espoleó el amor por la montaña de Zubiri, Sáenz de Murieta y Fidalgo, que también ascendieron al Mont Blanc (4.087 metros) el 2 de julio de 1994 y el Kilimanjaro (5.895) el 14 de julio de ese mismo año. Así, coronaron los montes más altos de América, Europa y África.

Serafín tiene unos recuerdos «inmejorables, maravillosos» de la ascensión al Aconcagua: «La verdad es que fue una experiencia impresionante, que además marcó bastante mi vida en un sentido muy positivo». «Yo siempre digo que hay un antes y un después de mi ascensión al Aconcagua, pero no solamente en el aspecto deportivo, sino en el aspecto humano y de crecimiento interior y personal. Es una de las cosas más importantes que he hecho en mi vida y de las que más orgulloso me siento», explica.

El navarro recuerda bien el momento en el que hicieron cima, un instante en el que tuvo «una sensación de plenitud, de compensación a un gran esfuerzo que veníamos haciendo ya desde un año antes con los preparativos y entrenamientos. Y sobre todo, una satisfacción personal de haber sido capaz de conseguir un reto».

Los participantes en aquella aventura de hace 25 años se han reunido este fin de semana en Iruñea para comer juntos y asistir a la proyección del documental que se grabó en el Aconcagua.

Desgraciadamente, a esta cita no ha podido asistir el montañero navarro que encabezó esta aventura, Mari Abrego. Este falleció el 19 de abril de 2018 a los 73 años, pero, en realidad, también ha estado presente en la reunión, junto al resto de compañeros que lo siguen recordando, como afirma Serafín: «Mari siempre estará con nosotros, en nuestro recuerdo».

Javier Rodrigo, en GARA

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