miércoles, 24 de marzo de 2021

LIBERTAD: EL ESLOGAN LIBERAL

 A raíz del adelanto electoral previsto para el martes 4 de mayo en la Comunidad de Madrid, ha corrido con fuerza entre los círculos autodenominados liberales de la capital un eslogan que pretende ser la piedra de toque de la candidatura de Díaz Ayuso: Libertad o comunismo. Incluso si obviamos la hipérbole del lenguaje que sufre la política actual, este eslogan ha sido ampliamente comentado.

Partimos de un supuesto compartido: en política, la libertad no es otra cosa que la capacidad de elegir nuestros fines por nosotros mismos. Es decir, aquella situación donde el Estado no promueve ningún sentido concreto de lo que supone una vida buena o una vida realizada. No toma posición alguna: únicamente se encarga de proporcionar un marco adecuado para que los ciudadanos elijan, en base a sus convicciones, las vías para alcanzar su propia concepción de vida buena.

A primera vista, esta noción de la libertad promovida por el liberalismo durante las últimas décadas resulta emancipadora. Sin embargo, el uso que de esta hace Díaz Ayuso, y la evidente contraposición del eslogan, delatan un modo de entender la libertad que poco tiene que ver con el supuestamente defendido.

En primer lugar, a pesar de que esta pretendida neutralidad puede ser loable, casa mal con el deterioro que viene sufriendo el ascensor social en la Comunidad de Madrid. Esta autonomía registraba en 2017 un índice de desigualdad de Gini de 35 puntos, 2 puntos mayor que el conjunto del Estado y 10 puntos mayor que el de Navarra. Es decir, una sociedad ampliamente desigualitaria.

Madrid, con su mal entendida noción de libertad, representa la comunidad donde más se ha acentuado el fenómeno global de desaparición de las clases medias. La brecha entre el 20% de la población con más ingresos y el 20% con menos ha crecido en Madrid al doble de velocidad que en el conjunto del Estado.

Los pobres se alejan cada vez más de las clases medias y altas, una estructura social que nos recuerda a la estadounidense, la cual tiene menos reparos en dejar atrás a grandes bolsas de población. Las palabras de la presidenta Díaz Ayuso respecto a los contratos basura son ilustrativas.

Esta avería del ascensor social crea una paradoja entre el creciente peso de los atributos accidentales a la hora de forjar el propio destino (la posición social en la que uno nace, la herencia recibida€) y la exaltación que se hace de una meritocracia que parece ignorar esta arbitrariedad.

Esta no es una crítica hacia su negativa a asegurar una igualdad de resultados, sino a su incapacidad para proveer unas herramientas mínimas con las que cada persona pueda alcanzar su ideal de la vida buena, es decir, para cumplir esa máxima del liberalismo que dice defender.

En segundo lugar, ese concepto individualista de libertad, en principio emancipador, acarrea consecuencias para la comunidad en la que se vive.

La imagen que pretende vender de Madrid como una comunidad abierta, que no compromete la identidad del individuo, tiene una gran acogida. La demografía madrileña, caracterizada por un influjo de personas de otras partes del Estado, hace que este discurso de la libertad basada en el yo desvinculado encuentre un público objetivo.

Este sentido de Madrid como ciudad de paso genera un colectivo circunstancial, que, de manera casi inconsciente, elimina cualquier vínculo moral precedente, obligados por un sentido de universalismo y modernidad.

En esa formulación de lo madrileño que pretende hacer Díaz Ayuso, se aprovecha de esa autoimagen de individuos independientes desligada de vínculos comunales. Como dice el sociólogo Sánchez-Cuenca, "el discurso dominante de la derecha madrileña establece que la capital representa la modernidad y la globalización, así como una España orgullosa y liberal".

El problema es que la sociedad actual, bajo la forma de Estado de Bienestar que adopta en Europa Occidental, exige una alta dosis de implicación mutua que no puede sostenerse sobre la base del yo distanciado que subyace a esa idea de libertad.

La densa trama de dependencias en la que vivimos nos obliga necesariamente a ser seres comunitarios. La idea de libertad promovida por Díaz Ayuso es deudora de una noción de comunidad de la que oficialmente reniega, y debilita esa conciencia de dependencia mutua sobre el que se asienta el Estado de Bienestar.

Por último, esa apelación a la libertad es simple y llanamente falsa en la medida en que, lejos de limitarse a proveer un marco neutral a la sociedad, toma posiciones muy marcadas, e incluso beligerantes, en las cuestiones de mayor carga moral.

Las posiciones adoptadas en temas como el aborto, la orientación sexual o la ética del embrión –por solo mencionar algunos– distan mucho de ser neutras y priorizan un modo muy concreto de concebir la vida buena.

No reivindico una política ausente en los debates morales: me limito a señalar la contradicción que supone con el liberalismo supuestamente defendido. Por tanto, a pesar de que la candidata del Partido Popular se defina como una "mujer sensata, moderada y liberal", es normal que su particular modo de entender la libertad resulte ajeno.

La duda que surge es si, tras esta operación de marketing político, la única noción de libertad que sus promotores pueden tener en mente es la libertad fiscal, que no es sino un subterfugio para pagar menos impuestos. En tal caso, habrá que recordarles que la libertad es algo más que un eslogan.

Carlos Andrés Uranga, en Diario de Noticias

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