En el punto más álgido de la pandemia de covid-19, a fines de enero, el Parlamento portugués discutió una prolongación del estado de excepción y nuevas restricciones a la vida pública. Portugal está viviendo estos días una situación dramática: más de 250 personas mueren cada día por enfermedades en las vías respiratorias. Y ningún otro país del mundo presenta un número tan alto de nuevas infecciones. André Ventura, el único diputado del partido populista de derecha Chega! (en castellano: ¡Basta!), habló en el Parlamento de Lisboa. En su filípica de dos minutos contra el gobierno socialista, utilizó cinco veces la palabra “vergüenza”, al tiempo que ponderó la propuesta de cierre de fronteras, y luego votó contra la prolongación del estado de excepción sin justificar su postura política.
Este comportamiento es parte de su estrategia. “Ventura quiere escandalizar. Incluso cuando parece decir algo veraz, sigue siendo un mero oportunista con un único objetivo en mente: llegar al poder”, dice la politóloga Marina Costa Lobo, del Instituto de Ciencias Sociales (ICS) de la Universidad de Lisboa. Ahora ha dado un pequeño paso más hacia ese objetivo. En las elecciones presidenciales del 24 de enero, obtuvo 11,9% de los votos, casi 500.000. Este exfuncionario de Hacienda y doctor en Derecho obtuvo casi ocho veces más votos que su partido en las elecciones parlamentarias celebradas hace un año y medio. ¿Cómo se explica este ascenso en un país que hasta hace poco parecía inmune al populismo de derecha?
Costa Lobo sostiene que la ciudadanía portuguesa no es diferente de la de otros países europeos: alrededor de una quinta parte de la población tiene puntos de vista que coinciden con las ideas de los partidos populistas de derecha. “Había una demanda que no encontraba oferta. Y Chega! y Ventura presentaron una. Su agenda se caracteriza por estar ‘en contra de’. Están en contra de lo 'políticamente correcto', en contra de una política migratoria liberal y rechazan la acusación de que Portugal sea racista”, dice Costa Lobo.
Aun cuando los resultados de las elecciones presidenciales portuguesas solo se puedan utilizar de forma limitada para ilustrar tendencias políticas generales, hay algo que parece difícil de negar: los populistas de derecha son particularmente fuertes en una región de Portugal que durante décadas ha votado a la izquierda. El Alentejo es una de las pocas regiones de Europa occidental donde un Partido Comunista todavía manda en muchos lugares en el nivel local. En la circunscripción de Portalegre, Ventura se alzó ahora con 20% de los votos, su mejor resultado electoral en todo el país.
El politólogo Riccardo Marchi, de la Universidad de Lisboa, no cree que los antiguos votantes del Partido Comunista se pasen ahora al bando de los populistas de derecha. Pero sí podría estar sucediendo en una generación más joven: “Los votantes más jóvenes, menos políticos, que votaban por los comunistas porque era una especie de una tradición familiar, podrían sentirse identificados con Chega! y el discurso nacionalista y populista”. El racismo también podría ser una explicación del auge de los populistas de derecha en Portugal. Ya en 2009, el filósofo francés Didier Eribon describió en su texto autobiográfico Regreso a Reims cómo los exvotantes comunistas del norte de Francia se pasaron al Frente Nacional. Votar a la izquierda, según Eribon, no protege contra el pensamiento racista.
El partido Chega! juega esta carta por partida doble. Por un lado, llama la atención con sus peroratas racistas contra los gitanos, que en su mayor parte viven en deteriorados barrios de viviendas sociales en la periferia de Lisboa y en la región rural de Alentejo. En el punto más álgido de la primera ola de la pandemia, en abril de 2020, Ventura pidió que los gitanos fueran confinados en una especie de campo de reclusión para que la –según su parecer– inusualmente alta tasa de propagación del virus dentro de este grupo poblacional no afectara al resto de la población. No es de extrañar que este populista de derecha haya puesto en la mira a los gitanos: gran parte de la población portuguesa conserva grandes prejuicios contra esa minoría.
Ventura y su partido luchan, además, por imponer una interpretación nacionalista de la historia colonial portuguesa. En buena parte de la población persiste la idea de que los portugueses no fueron gobernantes coloniales agresivos y racistas, sino que toleraron o incluso fomentaron la convivencia pacífica entre blancos y negros. En los últimos tiempos, cada vez más portugueses, muchos de ellos con antepasados africanos, se resisten a esta historiografía justificatoria. El primer monumento a las víctimas de la esclavitud se erigirá en Lisboa.
Sin embargo, los grandes partidos moderados, como el Socialista y el liberal-conservador Partido Social Demócrata (PSD), no se atreven a proponer una relectura de la historia colonial portuguesa en el centro de un amplio debate social. Y los populistas de derecha sacaron su provecho. Bajo el lema «Portugal no es racista», Ventura y los simpatizantes de Chega! organizaron el verano pasado dos manifestaciones en Lisboa, cada una con varios cientos de participantes. A algunos portugueses esto les puede parecer una broma de mal gusto, ya que algunos líderes de la ultraderecha, como el fundador del grupo neonazi Hammerskins, Mário Machado, ya han apoyado públicamente a Chega!
Pero no se trata solamente de memoria: Portugal está luchando contra un racismo latente que se refleja también en las instituciones y las autoridades. La cantidad de denuncias presentadas por víctimas del racismo ante una comisión independiente ha crecido de manera constante en los últimos años, pero esto solo tiene consecuencias para una fracción de los victimarios. Lo mismo vale para las fuerzas de seguridad portuguesas. La Comisión Europea advirtió hace dos años que en las filas de la Policía portuguesa se evidenciaban excesos de violencia y comportamientos racistas. Miles de policías se unieron en internet formando un movimiento de protesta contra esta acusación, cuya estrella secreta es… André Ventura.
El ascenso de los populistas de derecha en Portugal también es consecuencia de una crisis en los partidos moderados de la derecha local. Al igual que Santiago Abascal, el presidente del partido populista de derecha español Vox, respecto del Partido Popular, Ventura proviene originalmente de las filas del PSD, el partido conservador más grande del país. Este, en alianza con el pequeño Partido del Centro Democrático Social (CDS), conservador de derecha, implementó un duro programa de austeridad como consecuencia de la crisis de las cuentas públicas desatada a partir de 2011. El gobierno de derecha cedió el poder en diciembre de 2015, después de que los socialistas se unieran a los partidos de izquierda más radicales del Bloco de Esquerda por primera vez en la historia de la democracia portuguesa. “Eso provocó la crisis de los partidos de derecha, especialmente del conservador CDS”, dice el politólogo António Costa Pinto. No solo los votantes del CDS están migrando a Chega!, sino también ex dirigentes del CDS. El ejemplo más colorido es el del jefe ideológico de Chega!, Diogo Pacheco de Amorim, quien durante la Revolución de los Claveles en la década de 1970 abogó, junto con un grupo ultraderechista, por un Estado autoritario-conservador.
Ventura quiere convertir a Chega! en un nuevo gran partido de la derecha populista. Una encuesta reciente muestra que, hasta ahora, esto no es más que un sueño: según el sondeo, dos tercios de los portugueses rechazan tajantemente a Ventura y las ideas de su partido. Para los populistas de derecha, sin embargo, las elecciones presidenciales no fueron más que una prueba exitosa. En otoño habrá elecciones municipales en Portugal. Solo entonces se podrá realmente estimar si Chega! se convertirá en la tercera fuerza política del país.
Tilo Wagner, en Nueva Sociedad
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