domingo, 14 de abril de 2019

LA VICTORIA DE LAS TRES DERECHAS HA DEJADO DE SER HIPÓTESIS DOMINANTE, PERO SIGUE SIENDO POSIBLE

En la calle, entre la gente de a pie, el combate esta vez lo libran el Partido Socialista y Vox. Se nota, se siente. Se oye en tantísimas conversaciones. No lo dicen explícitamente los sondeos, pero sí lo dicen los sondeos. Los antagonistas principales son Pedro Sánchez y los que quieren echarle, psicológicamente capitaneados por una extrema derecha que ha dejado de ser marginal, conectada con el nuevo poder estadounidense. El PSOE y Vox son los polos de conmutación de la dinamo de abril.

Un Partido Socialista de nuevo gubernamental –gracias al gesto de mayo de Pablo Iglesias, Marta Pascal, Oriol Junqueras y Andoni Ortuzar– con mucha experiencia táctica en la mochila y un viejo arraigo entre muchas familias trabajadoras, arraigo que le ha permitido sobrevivir milagrosamente a una increíble acumulación de luchas fratricidas, desgastes generacionales, patronazgos abusivos y errores estratégicos, frente a una marca aparentemente nueva, Vox, que apela a la voz del pueblo cabreado, watsapeado y con sed de patria ante el Signo del Tiempo. El miedo a lo que vendrá.

El Signo del Tiempo del hombre maduro occidental, agitado por Donald Trump y Vladímir Putin, moldeado por los ingenieros de California y por los vertiginosos éxitos del Comité Central del Partido Comunista Chino y su línea tecno-confucionista, rezado por los pastores evangélicos y por los popes ortodoxos, pensado por Steve Bannon , delegado comercial del trumpismo en Europa, un hábil oportunista cuya influencia quizá está siendo exagerada, y Aleksandr Duguin , fantasmal ideólogo de la derecha patriótica rusa, con barbas de Rasputín.

Signo del Tiempo: el hombre blanco a la defensiva, desorientado ante la emancipación femenina, asustado por la brutal y fascinante aceleración tecnológica, atemorizado por la descarnada voracidad de un capitalismo sin contrapesos, desconcertado por el eclipse de la autoridad religiosa, nostálgico del viejo calor del hogar nacional. Sed de nación, efectivamente. De la nación existente, o de la nación que puede ser construida. El hombre corriente intenta controlar el miedo a ser descartado por el mundo que se aproxima. El hombre corriente no ha enloquecido, nos recuerda el sociólogo Ignacio Urquizu en su último libro: ¿Cómo somos? Un retrato robot de la gente corriente. (Deusto).

El hombre corriente se adhiere fuertemente a una visión ideológica del mundo, para no quedar desconectado. Estar bien informado hoy pide tiempo y gasto. Estar bien informado exige hoy una auténtica ascesis espiritual para no acabar en la depresión o en la neurosis. El hombre corriente participa del mundo a través de la agitación ideológica para no quedar fuera de juego. El watsap le hace sentirse en la plaza pública. Un tuit puede ser el ladrillo de una barricada. ¡Estoy aquí! Es interesante la tesis de Urquizu, diputado socialista en la última legislatura, al que Sánchez no ha querido en sus listas. (Urquizu apuntaba a tercera vía en el PSOE cuando el viejo partido parecía a punto de hundirse).

El Partido Socialista Obrero Español sigue representando a un segmento importante de la gente corriente gracias a un recorrido histórico de 140 años. El siglo XX no fue una broma. Podemos, dinámico movimiento con cinco años de historia, que ha cambiado la política española y sin el cual hoy no existiría el liderazgo de Sánchez, no podía competir con el PSOE en esa dimensión del espacio-tiempo. Magnetizado por su fulgurante éxito, Podemos no acabó de entender la importancia del muelle familiar del PSOE. La familia, la familia es la clave de toda continuidad social. Un veterano socialista valenciano, Vicent Garcés, se lo intentó explicar en una ocasión a Pablo Iglesias , cuando este vivía en la nube del sorpasso.

Vox atrae hoy a mucha gente corriente radicalmente airada y decepcionada, con un programa cuya letra pequeña sus potenciales electores seguramente no leerán com mucha atención. Vox propone un auténtico desguace de la fiscalidad española que hundiría el Estado social. No importa. Ahora cuenta la música. Vox emite una música muy melodiosa para el español cabreado. Los catalanes saben lo que eso significa. Vox no es exclusivamente una escisión de derechas del Partido Popular. Es algo más. Vox es la gran incógnita del 28 de abril. Puede dispararse hacia arriba, rompiendo todos los pronósticos, o puede encogerse en los últimos días, si el Partido Popular consigue levantar la pesada leva del voto útil.

El debate televisado del día 23 será crucial al respecto. Santiago Abascal, protegido por el calor de los mítines y encapsulado en el interior de las redes, se comporta de manera bien distinta que el victorioso y expansivo condottiero italiano3. Abascal no se arriesga a salir a campo abierto. Ese día deberá a explicar a millones de personas quién es realmente.

Vox alimenta el voto-refugio al Partido Socialista, que podría superar el 30%, como indica el sondeo de GAD-3 que hoy publica La Vanguardia. Si esta tendencia se confirmase, el PSOE podría obtener un éxito insospechado. Pero no hay que descartar en absoluto la victoria de las tres derechas, aunque haya dejado de ser la hipótesis dominante. Si Vox rompe todos los pronósticos y además de captar a un montón de antiguos electores del Partido Popular, además de recortar el ala más derechista de Ciudadanos, lleva a votar a centenares de miles de abstencionistas crónicos, la triple alianza podría alcanzar la mayoría. Esa fue la clave del éxito de Trump en Estados Unidos. Y en España, no lo olvidemos, hoy se están aplicando manuales de combate norteamericanos.

Enric Juliana, en La Vanguardia

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