jueves, 8 de julio de 2021

HAGÁMOSLO POR SAMUEL

Cada vez que alguien te llama "maricón" esas siete letras se te clavan en la espalda como un puñal invisible que, además, deseas que nadie vea. Cada vez que cerrabas la puerta para cantar por Fangoria, Marta Sánchez o Mónica Naranjo, aislado en la soledad de la habitación, fingías que al otro lado de esa puerta nadie sabía lo que pasaba allí dentro. Mirar a izquierda y a derecha antes de agarrar a tu pareja de la mano o robarle un beso rápido e inesperado.

El asesinato de Samuel, con 24 años, en A Coruña nos ha vuelto a mostrar la cara más salvaje e inhumana de la lgtbifobia. El odio, la homofobia y los discursos de la ultraderecha matan. El amor y el deseo no deberían ser un delito en ninguna sociedad, pero lo siguen siendo. Me quedo con lo positivo: las plazas de España se volvieron a llenar de sentido común, de gente común harta de lo intolerable. Nadie debería morir asesinado para que eso pasara. Estando en la plaza del Ayuntamiento de mi ciudad, Sabadell, recordando a Samuel y protestando contra las crecientes agresiones lgtbifóbicas, tres reflexiones me inundaron una cabeza llena de recuerdos de una juventud en la que cualquiera de nosotros podríamos haber sido él.

La primera tiene que ver con el horror que sufren diariamente las mujeres. En el peor de los casos, asesinadas a manos de quien debería amarlas. Concentrado en la plaza del Ayuntamiento pude entender lo que me han dicho siempre mis amigas, mi hermana, mis sobrinas: pasear solas por la calle a según qué horas nos da miedo. No lo había entendido nunca, porque nunca me había pasado. Pensando en Samuel lo entendí perfectamente. Yo podría haber sido él. Sentí la necesidad de pedirles perdón por no haber entendido la gravedad de lo que muchas veces me explicaban. Sentir el miedo como sombra cuando caminas por la vida se convierte en el peso de la vulnerabilidad que nos hace vivir aterrados. Nadie se lo merece. Y nadie debería morir asesinado para que los demás nos diésemos cuenta.

La segunda reflexión va intrínsecamente ligada con esta. El feminismo es el colchón de nuestras luchas compartidas. Especialmente estos días de intenso debate sobre la ley trans, hay quien afirma que no puede existir una alianza firme entre el feminismo y la lucha LGTBI. Es todo lo contrario: van de la mano. Son luchas compartidas que persiguen un mundo igualitario donde el machismo y el patriarcado no nos deje bloqueadas, avergonzadas o muertas a patadas.

Y la tercera reflexión que se me incrustó con fuerza en la cabeza fue la necesidad de endurecer la exigencia. Antes de una agresión o un crimen machista o LGTBiFóbico hay un labrador que prepara el terreno de fuego. Esos son los discursos de odio de la ultraderecha que se convierten en refugio de esas agresiones. Llevamos demasiado tiempo, desde que Vox entró en el Congreso y se le cedió un tiempo mediático, político y social, escuchando posicionamientos aberrantes. Curiosa es esta dictadura progre y este lobby LGTBI (como dice la ultraderecha) que permite que a una mujer o una persona LGTBI la asesinen a patadas en plena calle delante de otras personas. No debemos tolerarlo. Cada vez que algún diputado o diputada de la ultraderecha utilice el atril para lanzar exabruptos contra las mujeres o las personas LGTBI, los demócratas deberíamos levantar un muro contra su intolerancia y retirarles la palabra. Porque no; lo que hacen no es libertad de expresión. Lo que hacen es atentar contra el principio más básico de los derechos humanos: tener derecho a ser lo que eres.

Tengo la sensación de que en las movilizaciones contra el asesinato de Samuel ha nacido algo comparable a lo que nació cuando las calles clamaron contra la sentencia de la Manada. Allí también nació la hegemonía del feminismo y se convirtió en ley. Hagámoslo por Samuel. Convirtamos su muerte en una alianza firme entre el feminismo y las reivindicaciones LGTBI. Convirtamos su muerte en una nueva hegemonía de los derechos de todos, de todas y de todes. Nadie debería morir asesinado para que eso pasara. Pero, hagámoslo.

Joan Mena, diputado de En Comú Podem

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