martes, 29 de junio de 2021

YO SÍ HE ESTADO EN LA MACROVAQUERÍA DE CAPARROSO

 Más bien, en los alrededores de esta macro explotación ganadera que Valle de Odieta tiene en Caparroso. No me lo han contado. Lo he visto con mis propios ojos: no es un relato de ficción. 

He visto los caminos destrozados, convertidos en autopistas cruzadas cada dos por tres por camiones que pasan entre espesas nubes de polvo blanquecino. Me contaron que antes el vecindario paseaba por ellos para llegar a ese pinarcillo tapizado de romero a pasar el día con la familia o a tomar un bocado y el fresco de la tarde cuando había pasado lo peor de la canícula veraniega. 

 Ahora el polvo blanco lo cubre todo, y penetra por la nariz y por la boca. Se deposita en el pelo y en los ojos y en la rala vegetación que ya no es verde y va mimetizándose cada vez más con el camino.

He visto una cata excavada por las obras del AVE donde aflora el nivel freático del subsuelo y el agua es negra y saturada de nitratos como se ha comprobado en sucesivos análisis de las últimas semanas. De las aguas subterráneas beben los pueblos y con ellas se riegan las célebres hortalizas de la Ribera navarra.

He visto en pleno campo una montaña de estiércol seco, una isla triste en medio del cereal que amarillea quemado de puro exceso. Los nitratos alimentan pero también matan cuando se vierten a mansalva y sin control. Todavía quedan restos del jugo repugnante que se desprendía del montón y huellas de los que quisieron borrarlas de su paso viscoso y maloliente al borde del camino, labrando surcos sobre la mancha vergonzante. 

Nos acercamos al río pero, antes, algo hiere el olfato intensamente. Ascendiendo por un pequeño repecho al borde del camino se llega a una lagunilla en la que difícilmente se puede mantener el tipo sin vomitar. Un lugar nauseabundo que fuera mágico hace sólo unos años. Sobrevuelan el lugar decenas de milanos negros. Bienaventurados por no olfatear este hedor desde la lejanía y por no ver el color negro de sus aguas. Lo comprobamos llenando una botella. Es inenarrable la sensación. 540 mg de nitratos por litro: es la medida que arroja el kit de análisis. Con 50 mg/L el agua ya es tóxica y no se puede beber.

Recorremos el borde de un sembrado y nos internamos en el soto, casi impracticable lleno de zarzas que se enganchan a nuestras ropas. Lo que fueran hermosos chopos de gruesos troncos se yerguen muertos en un lodazal, ahora seco, del líquido insidioso que llega de la fábrica animal y, en las paredes -esos preciosos cortados de más de 30 metros sobre el río Aragón- chorretones del mismo líquido han dejado huella en la pared, chorretones negros que impregnan los yesos plegados en formas caprichosas. Nos cuentan que tras las fuertes lluvias y el intenso riego con este residuo caían cuatro cascadas sobre el Aragón, alguna directamente sobre el río, otras sobre la vegetación de la ribera. 

Cuando se llega a la planta de biometanización hay un gran cartel donde se cantan las bondades del proceso: limpio, cerrado, circular, todo aprovechamiento y ejemplaridad.

Pero sabemos que en esos digestores se mezclan residuos de más de noventa empresas además de los purines de los animales. Una verdadera planta de gestión de basura proveniente de toda España. Y son necesarias más de 8000 hectáreas de 23 municipios para verter las casi 300 000 toneladas anuales de los digestatos producidos. Solo en su transporte se quemarían 150 000 litros de gasoil anuales ¡Y en un contexto de emergencia climática!

La salud y la calidad de vida del vecindario de la zona, gente de Marcilla, Villafranca y Caparroso, están seriamente amenazadas por la creciente contaminación del suelo y de las aguas subterráneas de la zona. Repito: es el agua de la que beben y con la que riegan sus cultivos de hortalizas que son la base de la economía de la zona.

Con todo lo que he visto y olido comprenderán que la sola idea de que aparezca esta “industria ganadera” multiplicada por cuatro en Noviercas me pone los pelos de punta. Entenderán que espere que la población soriana haga gala de responsabilidad y compromiso con el cuidado del territorio y, atendiendo a la información veraz, sea muy crítica con este modelo que se ha evidenciado insostenible y reprobado en Europa.

Las palabras vacías, desvirtuadas y ampliamente difundidas no lavan la imagen de una empresa, ni eliminan la prueba de unos hechos irrefutables: los 11 expedientes sancionadores graves que acumula Valle de Odieta por vertidos ilegales e incumplimientos de la normativa ambiental y la reciente denuncia de la misma ante el juzgado por el servicio de Medioambiente del Gobierno de Navarra.

Begoña Izquierdo Negredo, Bióloga


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