Dicen que cuando el Partido Socialista Obrero Español alcanzó por primera vez el poder a principios de los años ochenta, un exultante Alfonso Guerra exclamó “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Yo no se si la España que dejaron años después, cuando perdieron el poder, sería o no reconocible, tiendo a pensar que no pero no por los motivos que en su día pensaba el lenguaraz vicepresidente.
Pero si esa España que dejaron los socialistas era difícilmente reconocible, no me quiero ni imaginar que pensaría un navarro de principios de los 90 si viera el solar en que han convertido Navarra cuatro legislaturas y media de Unión del Pueblo Navarro con Sanz dilapidando su futuro en años de bonanza y con Barcina exprimiendo hasta la última gota de la ubre de la vaca del viejo Reino cuando ya no había más que repartir.
Teníamos entonces una comunidad con un convenio y una autonomía foral que nos permitía, en cierta manera, gobernarnos nosotros mismos o por lo menos que nos dejasen bastante a nuestro aire, con una floreciente Caja de pueblo que además era el instrumento financiero que permitía al gobierno cierta libertad de movimientos económicos.
Teníamos una Universidad pública recién estrenada que a pesar de haber nacido coja por las presiones de la privada ya empezaba a hacerse notar en entornos académicos de allende las mugas forales, cumplía la necesaria labor de dar formación a nuestros jóvenes sin que eso supusiera a sus padres entramparse para toda la vida y que además investigaba y empezaba a vislumbrarse como un motor económico interesante para Navarra.
Teníamos una sanidad pública admirada en todo el estado y con unos niveles de calidad sanitaria y no sanitaria que hacían de ella el menos malo de los sitios posibles para caer enfermo.
Teníamos magníficos, aunque siempre mejorables, indicadores económicos en PIB, en trabajo, en Renta per cápita.
Teníamos un patrimonio histórico artístico fruto de siglos de historia y de una labor de protección que siempre había sido una de las joyas de la corona y una sociedad dinámica en lo cultural que a pesar de no haber sido nunca una de las prioridades del gobierno sabía reinventarse a si misma una y otra vez.
Teníamos un deporte que a pesar de nuestra pequeña demografía nos permitía saltar de vez en cuando a las portadas de los diarios deportivos de mayor tirada; Osasuna, San Antonio o más tarde el Itxako eran temidos y respetados por igual en todas las canchas de Europa y nuestras federaciones, con su trabajo de base, iban dándonos satisfacciones en forma de campeones.
¿Qué ha pasado para que hoy aquel navarro de los noventa no tenga más remedio que rememorar la boutade de Guerra?
Hoy, nuestro autogobierno deambula a merced de las sentencias del Tribunal Constitucional las más de las veces impulsadas desde nuestro propio gobierno y en contra de la voluntad del Parlamento depositario de la voluntad de los navarros, con nuestra herramienta financiera malvendida por cuatro perras después de haber sido esquilmada, hoy aquella Universidad en la que habíamos depositado tantas esperanzas agoniza asfixiada por los recortes con un profesorado escaso y sin recursos para la investigación, hoy, y a pesar del magnífico trabajo de nuestros profesionales sanitarios, las listas de espera se eternizan y nuestros enfermos tienen que pedir la comida en el bar de abajo, hoy tenemos más paro, menos PIB y nuestra renta ha sufrido un considerable mordisco, hoy nuestro patrimonio histórico artístico duerme en escombreras o ha sido directamente regalado y el impulso cultural ha quedado en manos de cuatro esforzados inasequibles al desaliento totalmente olvidados por las instituciones, hoy nuestro deporte sale en las portadas de los diarios deportivos no por las hazañas de nuestros clubs sino por desapariciones, deudas y escándalos al margen de la competición.
Eso si, tenemos Fueros sin autogobierno, Convenio sin capacidad fiscal, Polideportivo sin equipos, Circuito de carreras sin coches, Palacio de Congresos sin congresos, Parque de la Naturaleza sin animales, Museo de los Sanfermines sin museo, Canal de Navarra sin regadíos, Tren de Alta Velocidad sin conexión a ninguna parte…
Especialistas en Navarra decían que eran.
Ander Muruzabal, en Nafar Herria
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