lunes, 13 de septiembre de 2010

"SE HA ACABADO EL TIEMPO DE LOS SILENCIOS"

Se ha acabado el tiempo de los silencios”. Con esta rotunda afirmación, el millar de participantes en la última jornada del XXX Congreso de Teología de la Asociación “Juan XXIII” concluyeron sus reflexiones. A diferencia de otros años, con una creciente presencia de jóvenes y mujeres, tal vez llamados pr el tema, “de plena vigencia y actualidad”: Jesús de Nazaret.

Los homenajes a Miret Magdalena y José María Díez-Alegría y el testimonio final de Jon Sobrino engancharon a los participantes, y dejaron huella en el mensaje final, que reivindica la creencia en un “Jesús liberador, compañero de viaje”, frente a otras presiones, como la que ha provocado la retirada de la orden franciscana de José Arregui, a quien se dirigió un mensaje de apoyo y solidaridad.

Han sido cuatro días de testimonios de las iglesias de América y África, de reflexiones sobre el papel de la mujer y los jóvenes, de música y oración, de diálogo interreligioso. De recuerdos a Romero o Ellacuría, pero también de miradas hacia el futuro, con la intención de continuar formando parte de la “sana disidencia” que supone sentirse seguidores de Jesús.

En su mensaje final, los participantes en el Congreso de Teología “reivindicamos, la figura de Jesús en la experiencia cristiana, como el objeto central de la fe y redentor de la humanidad”. Una figura “de plena vigencia y actualidad”, que se muestra entre los católicos, pero también en las demás confesiones cristianas.

Creyentes católicos, ortodoxos y protestantes, en una manifestación de ecumenismo activo, han expresado la dimensión de la fe en un Jesús liberador, compañero de viaje, con plena actualidad para un mundo que sufre la violencia, la discriminación, la intolerancia, los fanatismos, los abusos hacia las clases más desfavorecidas, el hambre… Un Jesús con frecuencia invisible pero que sigue estando próximo a quienes le invocan”.

Una Iglesia en la que la mujer esté presente “con un papel relevante”, el mismo que Jesús les ofreció. “Jesús de Nazaret -asegura el comunicado final- abre una puerta de esperanza y produce seguridad, respeto y dignidad a las mujeres en medio de una sociedad que con excesiva frecuencia la rechaza, y en la que los órganos de decisión y poder procuran someterla y convertirla en instrumento de placer o servicio, reduciéndola a un plano de subordinación con respecto al varón; todo lo contrario a la práctica de la lapidación o a la negativa a la ordenación de mujeres, considerada arteramente por la jerarquía como un grave delito, al mismo nivel que la pederastia”.

Un Jesús que también se encuentra con los jóvenes, a pesar de que cada vez son menos los que se acercan a las iglesias o aseguran compartir el mensaje lanzado por la estructura jerárquica. Jóvenes que también han lanzado un reto al congreso: “Es más importante hablar con los jóvenes que hablar de los jóvenes. Es una juventud comprometida con la fe más allá de tomar la religión como un simple club social”.

De cara al futuro, los participantes insisten en promover “la actitud dialogante, acogedora, pacífica y respetuosa de Jesús ante los disidentes, adversarios e incluso enemigos”. Esto, en opinión del Congreso, “constituye la alternativa y el mejor antídoto frente a los fundamentalismos que resurgen con violencia y están instalados en las cúpulas de las religiones, de la economía y de la política. La voz de Jesús nos convoca a no olvidar el diálogo interreligioso como medio de aproximación y forma de resolver los conflictos ideológicos”.

Revindicamos la hospitalidad como una de las actitudes fundamentales de Jesús de Nazaret que cuestiona en su radicalidad los comportamientos xenófobos y racistas de un sector importante de la ciudadanía y de algunos gobiernos europeos, que expulsan de su territorio a etnias y pueblos y enteros”, afirmó el mensaje, en una dura crítica a las políticas impulsadas por Francia contra los gitanos.

Finalmente, y junto al desafío de romper el silencio, los congresistas salieron a la calle asumiendo que “son tiempos de testimonio, de compromiso, de avivar la fe en Jesús de Nazaret, de seguir sus huellas, de hacer nuestras las demandas de servicio y solidaridad con los más deprimidos, de ayudar a implantar el Reino de Dios entre nosotros como reino de justicia, de paz, de libertad, de igualdad y de fraternidad-sororidad”. Toda una hoja de ruta.

Redes Cristianas

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