jueves, 2 de septiembre de 2010

"RESPONSABILIDAD DEL NACIONALISMO VASCO EN NAVARRA"

Cuando Nafarroa Bai se presentó al anterior proceso electoral del año 2007, lo hizo con un programa donde se defendía la Navarra plural, abierta, bilingüe, abertzale, progresista, vasquista, social y solidaria; la Navarra celosa de conservar y ampliar sus derechos históricos y democráticos; la Navarra de la convivencia. Con esta declaración de intenciones se pretendía abarcar un abanico tan amplio de la política que permitiese tanto al PNV, como a Batzarre, así como los independientes, formar parte de esta sigla junto a EA y Aralar. El reparto en la permanente, órgano que dirige la acción política, era muy sencillo. Dos representantes por cada partido y tres por los independientes.

Desde que este proyecto se presentó a la sociedad navarra muchas voces se alzaron, incluso a veces con desprecio, diciendo que este conglomerado de siglas donde se entremezclaban partidos abertzales con partidos socialdemócratas, izquierdas sociales con partidos humanistas, con el añadido de los independientes, estaba condenada al no entendimiento y que más tarde o más temprano saltaría por los aires. Voces que la mayoría de las ocasiones surgían del miedo que les provocaba un cambio en la sociedad navarra, donde los hasta entonces partidos políticos mayoritarios, medios de comunicación y otras organizaciones próximas a los ámbitos económicos, entendían que el acuerdo entre UPN y PSOE era el mejor bagaje que la clase política podía ofrecer al conjunto de la ciudadanía navarra y que dentro del marco constitucional actual suponía la defensa de la identidad de navarra, frente al belicoso y siempre insatisfecho nacionalismo vasco.

Han pasado más de tres años desde las elecciones y en el último año dentro de la coalición las disputas internas y las desavenencias han sido constantes. Lejos de configurarse una estructura orgánica propia, cada partido ha mantenido su propia identidad. En los últimos meses y en especial a raíz del acuerdo alcanzado entre la Izquierda Abertzale y EA cuyo objetivo declarado es la creación de un Estado vasco y la prioridad por la superación del conflicto político y la desaparición definitiva de la violencia, se han originado en los medios de comunicación una catarata de artículos y opiniones de las partes integrantes de la coalición que por un lado ponen en duda la viabilidad del proyecto y por otro imponen condiciones para su permanencia.
Todos al unísono trasmiten la falta de claridad y de definición sobre hacia donde se quiere ir y en especial cuales son los compañeros de viaje que para la próxima cita electoral se quiere llevar. La sensación es que cada partido está pensando en el escenario político que quedaría si ETA abandona definitivamente las armas.

La distorsión política que durante muchos años ha provocado las acciones de ETA han fragmentado de tal manera al nacionalismo vasco, que dentro de las diferentes familias que giran en torno al mismo se han originado escisiones que han configurado un mapa político totalmente dividido y que conllevan la desilusión y hastío de una parte importante del electorado nacionalista en navarra. Ni en Nabai ni en la Izquierda Abertzale han surgido políticos con suficiente capacidad de liderazgo para entender que el nacionalismo vasco en Navarra no puede permitirse el lujo de ir dividido. La configuración de las listas dentro de Nabai o los posibles acuerdos con la Izquierda Abertzale, son los únicos temas de discusión que parecen preocupar a los integrantes de la coalición, obviando el mandato que sus votantes dieron en las elecciones del 2007.

Proceso electoral tras proceso electoral se demuestra que en Navarra existen tres bloques claramente identificados. La derecha representada por UPN y PP, el centro-izquierda de ámbito estatal por el PSOE e IU y el nacionalismo vasco. Esta lectura la debe de hacer la izquierda abertzale cuando no entiende que actualmente Navarra, guste o no guste, mayoritariamente no es nacionalista vasca y que confundir los deseos con las realidades hace que esta brecha cada día sea más profunda. Aralar sabe que sin el escenario de violencia de ETA, su espacio político propio es común al de la izquierda abertzale. EA deberá definirse si quiere volver a su origen con el PNV o quiere formar parte de la izquierda nacionalista y Batzarre tendrá que definir su marco de actuación, no presentado uno en Pamplona y otro en la Ribera de Navarra. Por otro lado la situación política del País Vasco no es trasladable a Navarra, ni existe un mimetismo entre ambas que permita aplicar las mismas formulas en un territorio y en otro.

Todo ello no supone la renuncia a la existencia de un espacio común, pero para construir un futuro hay que partir del presente y la sociedad navarra lo ha dejado muy claro. La política en Navarra no pasa exclusivamente por conseguir a toda costa el poder, para eso ya está la derecha representada ahora por UPN y el PP, sino en que la mayoría de la sociedad sea verdaderamente libre para elegir su forma de configurarse y sobre qué valores quiere construirse, ofreciendo alternativas que vayan en beneficio de todos y sin olvidar que las minorías cuando nacen del respeto mutuo entre las personas son una parte igualmente importante de la sociedad.
Si las diversas sensibilidades del nacionalismo vasco y en especial aquellas que son de izquierdas no saben leer la realidad de Navarra, la posibilidades de cambio quedarán una vez más enterradas y volveremos, como ha ocurrido en los últimos años, a una sociedad cada vez más uniforme y cuyo desarrollo se basa exclusivamente en la consecución de logros económicos.

Valores como la solidaridad, el respeto a las minorías, la superación de las condiciones que generan la exclusión social, la diversidad cultural y lingüística , el euskera, la participación popular, el asociacionismo, la defensa y lucha por los derechos civiles, sociales y laborales, fueron en los años 80 y primera mitad de los 90 señas de identidad de la sociedad navarra. Valores que tras los escándalos políticos de corrupción y terrorismo de Estado protagonizados por dirigentes socialistas y que llevaron a los tribunales a los dos últimos presidentes forales del PSOE (Urralburu y Otano) y a Luis Roldán, ex delegado del gobierno en Navarra, UPN, una vez que ascendió al poder en septiembre de 1996 y teniendo en cuenta la debilidad en la que se encontraba el PSN, comenzó a desmontar poco a poco.Todo aquel tejido social que durante tantos años había calado en el conjunto de la sociedad ha ido apagándose y la gestión de la alcaldesa de Pamplona es el más claro ejemplo de ello.

Por ello el nacionalismo vasco en Navarra deberá pensar que más allá de la configuración de las listas y de quién ocupa un puesto o en función de que estrategias se forjan o no las alianzas, una parte mayoritaria de su electorado quiere que su voto sirva para que en Navarra las cosas vayan cambiando y no se le aboque de nuevo a un Gobierno basado en la exclusión, la uniformidad cultural e ideológica y el cainismo.

Daniel Colio Salas, abogado laboralista (Diario de Noticias)

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