sábado, 25 de septiembre de 2010

GITANOS: DEL POPULISMO SOCIAL A LA EXCLUSIÓN POLÍTICA

La nostalgia es la esencia de la canción gitana y parece haberlo sido siempre, ¿pero nostalgia de qué? Nóstos significa en griego "volver a la patria"; los gitanos no tienen patria y, quizás como excepción entre todos los pueblos, no tienen ningún sueño de hogar patrio. Más aún, quizá no tengan ninguna utopía (ou tópos) que significa "ningún lugar". ¿Nostalgia de la utopía entonces o regreso a ningún sitio?

La cuestión de los gitanos rumanos expulsados de Francia se está prestando a numerosos debates e interpretaciones. La derecha más reaccionaria, la de aquí y la Francia, la que está empeñada en reventar la corrección política y la que alardea de decir lo que muchos se callan, ha desplegado un discurso absolutamente contaminado. Un discurso que esconde, protegido por la impunidad privada y blindada de las emociones, un despótico desprecio a los más elementales derechos humanos, a la legislación europea en materia de libre movilidad territorial, y al conjunto de leyes y disposiciones emanadas de la Unión Europea en materia de no discriminación. Éste es el verdadero problema. La involución y la contrarreforma ideológica en materia de derechos humanos y constitucionales que se está desplegando en todo el mundo. Pero nombrar esto, que casi todos los políticos consideran un atentado contra las libertades, ya no tiene ningún efecto. Como si estas violaciones jurídicas ya no fueran suficiente para sonrojarnos. Como si la verdad cotizase a la baja en el negocio ideológico. Porque en este estercolero, la pesadilla es la única forma de lucidez.

Sin embargo, el debate, vergonzosamente desvirtuado y manejado desde las plataformas ideológicas derechistas es el siguiente: si usted es tan progre, tan multicultural, tan poco racista como dice ser, tan abierto a convivir entre razas de diversa procedencia, ponga una familia rumana en su vida, llévelos a su casa, téngalos de vecinos. Entonces, dicen, se despertará en usted el racista que lleva dentro. Como si se tratara de medir la madurez de nuestro cinismo. Eso es, más o menos, lo que le dijo Sarkozy a la comisaria europea de Justicia, Viviane Reding, cuando ésta aseguró que la "discriminación por etnia o raza no tiene lugar en Europa y es incompatible con los valores de la UE". Y es que esta idea subyace en la memoria de Sarkozy, en las emociones más íntimas de Rajoy y su banda, y en no pocos saltimbanquis de la política políticamente correctos del zapaterismo más centrista. Y también en mucha parte de la ciudadanía política más sumisa. Pero esta idea-fuerza tan nauseabundamente manejada por populista se desvía, intencionadamente, del auténtico problema. Verán, yo soporto - parece ser que el Ayuntamiento se llama andana- cada fin de semana en el Casco Viejo de Pamplona hordas de alcohólicos con el RH pamplonadetodalavida que vociferan hasta reventarse el gaznate entre las doce de la noche y las cinco de la madrugada. Pero no por ello solicito su expulsión del país, ni promuevo plataformas anti alcohol, ni criminalizo sus acciones. Ni siquiera lo denuncio. Simplemente creo que es un problema de convivencia, de solidaridad intervecinal, de habilidad para el respeto mutuo y de educación cívica que un día, espero no lejano, resolverá las diferencias en la manera de entender el ocio y el descanso ajenos. Y es que se trata de soportarnos, de convivir entre iguales y de generar disposiciones que nos integren de manera cohesionada. Pese a las diferencias.

Y es que el problema de los gitanos rumanos es un conflicto político, un problema de exclusión étnica justificada únicamente en función de la personalidad y las prácticas cotidianas de los humillados, es un problema de orden económico y social que tiene su origen en 1989 cuando el liquidado bloque comunista, sacudido por el caos económico y político, expulsó a miles de gitanos en busca de nuevas oportunidades de vida y resistencia. Lejos de interpretarlo así, como un conflicto político, es abordado, manejado y puesto en escena como si de una discusión de vecinos mal avenidos se tratara. Es decir, se ha privatizado un conflicto - lo hacemos cuando solo manejamos esa idea populista de aceptarlos o no como colindantes de nuestra privacidad- que requiere un análisis y unas disposiciones políticas y sociales relacionadas íntimamente con la integración, los proyectos de incorporación social y las dinámicas de inclusivas que los planes en materia de erradicación de la pobreza se han desplegado en muchos países de la CE. Y esto es lo que se está poniendo en duda. Esto es lo que se pretende eliminar amparado en esa perorata despolitizada que desarrolla un discurso y construcción social del otro como enemigo al que hay que someter, neutralizar y, en ultima instancia expulsar o suprimir.

Doce millones de gitanos en todo el mundo sin estado propio, porque nunca lo han tenido ni se lo han planteado, viven del anhelo de un pasado que nunca han tenido. Y quizá ese anhelo sea el impulso de viajar, incluso a costa de renunciar a la propia vida e identidad. La nostalgia de la canción gitana está cargada de fatalismo: "El día del Juicio/ está cerca ya./ Que venga,/qué más da"/, dice el estribillo de la canción gitana serbia. Una canción que hay que escuchar atentamente porque en todo ciudadano de hoy yace un apátrida del futuro.

Paco Roda, en Diario de Noticias

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