martes, 31 de diciembre de 2019

RIEGO, 200 AÑOS DEL GOLPE POR LA LIBERTAD

Las Cabezas de San Juan, en la provincia de Sevilla, una villa enclavada en el Bajo Guadalquivir que aún hoy es tránsito obligado hacia Cádiz, amanecía, a las 8 de la mañana del 1 de enero de 1820, escribiendo la página más sobresaliente de su historia. Un episodio que es también trascendental para enmarcar la historia contemporánea en España: el pronunciamiento del general Rafael del Riego (Tuña, Asturias, 1784 – Madrid, 1823) que, alzado en armas, pretendía obligar a Fernando VII a abandonar el régimen absolutista restaurado en 1814, tras la Guerra de la Independencia, y volver a acatar la Constitución proclamada por las Cortes de Cádiz en 1812. El triunfo -aunque no inmediato- de esta revolución abrió la puerta al llamado Trienio Liberal, un periodo en el que, por primera vez en la historia, España iba a estar regida por un sistema constitucional. “Las luces de Europa no permiten ya, señor, que las naciones sean gobernadas como posesiones absolutas de los reyes (...). Resucitar la Constitución de España, he aquí su objeto: decidir que es la Nación legítimamente representada quien tiene solo el derecho de darse leyes a sí misma”, rezaba el manifiesto que, dirigido al monarca absolutista, leyó el militar en la hoy llamada plaza de la Constitución del municipio sevillano aquel primero de año del que se cumplen dos siglos.

Personaje sobre el que aún hoy no existe un consenso —“ha pasado a la historia como un personaje controvertido, héroe para unos, militar golpista para otros”, reconoce el exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra—, es no obstante indudable que Riego fue el gran protagonista del que está considerado el primer golpe militar de la historia de España. Infiltrado desde el final de la Guerra de la Independencia en los movimientos clandestinos del Ejército que ejercían la oposición liberal al régimen de Fernando VII —que había abolido la Constitución del 12 “como si no hubiera ocurrido jamás”—, el general se encontraba aquel 1 de enero en las provincias limítrofes con Cádiz junto a otros 20.000 hombres. Todos ellos debían embarcar a América con el fin de sofocar las revueltas independentistas que estaban irrumpiendo en territorios del aún Imperio Español. Pero, en un giro que daría la vuelta al curso de la historia española, se salió del guion y proclamó la Constitución de Cádiz.

Las voces más críticas, entre las que se encuentra la de Manuel Moreno Alonso, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, creen que “Riego encontró un pretexto excelente, toda la parafernalia liberal del triunfo de la Constitución, para no ir a las colonias. Nunca se ha puesto de relieve, pero la causa clave es que no quería ir a América”, asegura el profesor, para quien “la labor de Riego fue desgraciada en todos los sentidos y sumió al país en el caos”. “La celebración de esta efeméride debe evitar una única visión histórica determinada", insiste Moreno Alonso. "Hay que ser críticos con las cosas disonantes que tuvo el golpe: lo hicieron dejando a un lado a los doceañistas, esto es, embistieron contra los propios liberales, y Riego obedeció, no a la voluntad popular, sino a las logias masónicas a las que se debía”. En ellas había ingresado años antes por encontrar allí uno de los resortes más poderosos en la lucha contra el absolutismo.

Por el contrario, Guerra cree que “no es posible olvidar que, más allá de las conjeturas acerca de la motivación personal que le indujo a actuar como lo hizo, Riego se subleva reclamando la Constitución liberal de 1812, se opone a la felonía del Rey absolutista y es reprimido brutalmente con un final trágico de descuartizamiento. A partir de 1812, la vida política española tomó el camino del autoritarismo hasta 1978 con la Constitución vigente, salvando el corto período de la República de 1931, que terminó también de manera autoritaria”.

A esta voz se suma la del profesor Alberto González Troyano, profesor de Literatura en las universidades de Fez (Marruecos), Cádiz y Sevilla y Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz de Ciencias Sociales en 2012. “La gesta de Riego ha repercutido de manera más que positiva en la construcción de la España liberal. Deberíamos enfocar el acontecimiento del pronunciamiento como el primer ejemplo en la historia de nuestro país de un militar que se alza en favor de la causa constitucional. Riego no es él mismo, ni sus causas particulares, sino lo que representa: recogió la voluntad colectiva y logró que, durante tres años, el liberalismo triunfara en España”, asegura.

Fernando VII tardó en reaccionar casi tres meses. Fue necesario que una gran multitud rodeara el Palacio Real de Madrid para que atendiera a las exigencias de Riego. Lo hizo con un manifiesto que incluía la histórica proclamación por la que fue apodado El felón, en relación con su deslealtad: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Así comenzaba el Trienio Liberal, un sueño breve que acabó con Riego guillotinado en la Plaza de la Cebada de Madrid por orden del propio monarca, que no había dejado de maniobrar para hacer fracasar el ensayo liberal y que se consumó con la entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis comandados por el duque de Angulema. “Riego asistió solo a su final, abandonado por todo el mundo. Fue un hombre de pocas luces, un mito inconsistente construido sobre un personaje que estaba hecho con una cera que ardía mal”, insiste el profesor Moreno Alonso.

No obstante, recuerda Guerra, “no está nuestra historia contemporánea tan llena de personajes que hayan dado su vida por defender los valores democráticos constitucionales como para dejar pasar un aniversario redondo, 200 años, sin recordar al general Riego. Durante más de dos siglos en España no se alcanzó la construcción de un Estado moderno porque las fuerzas reaccionarias del momento se conjuraban para impedirlo: el trono, la espada, el altar y las grandes fortunas agrarias. El principio liberal que proclama el liberal Riego se confirma con la Constitución del 78, que se mira mucho en la del 12, con un Ejército que asume el papel que le consigna la Constitución y con un monarca —en realidad son dos— que defienden la democracia constitucional, en febrero de 1981 y en octubre de 2017 como fechas culminantes”.

Amalia Bulnes, en El País

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