martes, 23 de octubre de 2012

ELECCIONES EN EUSKADI


Las encuestas preelectorales acertaron. Predijeron unos resultados que casi se han repetido en las urnas. En el caso del País Vasco, había seis incógnitas a priori que las elecciones han dejado encauzadas, pero no resueltas.
La primera, el número de votos y escaños que cada partido alcanzaría. No bastaba sólo con ganar, había que hacerlo con una distancia suficiente para tener el margen de maniobra que permitiese pactar con todos o casi todos y no quedar presos de ninguna posible coalición de aquellos partidos que no habían sido los más votados. La distancia era un termómetro fundamental para clarificar lo que podía ocurrir el día después.
La segunda incógnita ya se ha resuelto. El PNV entró a las elecciones autonómicas con un programa claro y un liderazgo incuestionado. La apuesta por situar en primer plano la realidad socioeconómica, la coherencia del programa, la credibilidad de su cabeza de lista y la confianza que transmitió han provocado que no sólo le voten nacionalistas convencidos, sino ciudadanos preocupados por su futuro y por el de la sociedad vasca.
Los resultados del PNV le permiten respirar; ha sacado seis escaños más que el segundo: EH-Bildu, once más que el PSE, 17 más que el PP. La suma de escaños no refleja del todo los límites y las opciones que señalan los resultados. En valores absolutos, el PNV saca 97.000 votos a la segunda fuerza: EH-Bildu. Los 383.565 votos le alejan de los resultados obtenidos por EH-Bildu (276.989) y, por supuesto, le dan 170.000 votos más que los obtenidos por el PSE (211.929) y casi 270.000 más que los cosechados por el PP (129.907).
La conclusión es clara: el PNV puede gobernar en solitario ya que las alianzas posibles entre sus contrincantes son muy difíciles o puede llegar a acuerdos con PSE o EH-Bildu para formar gobiernos de coalición, acuerdos estratégicos o alianzas puntuales. Dicho de otra manera: puede elegir cómo y con quién gobernar.
La tercera incógnita era el peso electoral que podía alcanzar la izquierda abertzale. El universo electoral de EH-Bildu había demostrado en las elecciones generales y municipales de hace unos meses que contaba con una masa crítica de votantes muy significativa. Los 285.000 votos obtenidos le auguraban unos buenos resultados. Lo han sido, pero creo que cabe hacer dos matizaciones importantes. La primera es que los 276.989 votos son menos que los cosechados en elecciones pasadas y, lo que es tan bien importante, en los lugares donde gobierna -Gipuzkoa, Donostia-San Sebastián…- ha perdido votos y votantes, lo cual indica que tiene un techo electoral y está sometido al poder de la coyuntura y a la presentación de la cuenta de resultados que exige la ciudadanía a los partidos que la representan. Un segundo aspecto es que los escaños conseguidos (21) le ponen muy difícil la influencia sobre la formación de gobierno, acuerdos multipartitos u otro tipo de iniciativa que puedan proceder del gobierno que se forme en Euskadi.
La cuarta incógnita es el papel del PSE. Ha perdido miles de votos y escaños. El liderazgo de Patxi López ha naufragado. Lo ha hecho por cuatro razones fundamentales. La primera es la influencia externa generada por el desplome del PSOE en el Estado. La realidad electoral en el largo plazo indica que el PSE obtiene los mejores resultados en Euskadi cuando el PSOE está al alza. Hay vasos comunicantes e influencias mutuas. Por el contrario, cuando el PSOE pierde votos y escaños en el Parlamento español, también lo hace el PSE en el Parlamento Vasco. Las últimas elecciones generales y municipales son demostración de este hecho. Los datos demuestran que el PSE quiere gobernar en un contexto sociopolítico que le era hostil. El PSOE había perdido en España más de cuatro millones de votos, la mayoría de las comunidades autónomas donde había gobernado y en las dos en que conservaba el poder (Andalucía y Asturias) lo hacía en minoría y con gobiernos de coalición. El PSE no ha podido escapar de esta regla del comportamiento político.
Por otra parte, la coalición con el PP le ha resultado fatal. Nadie -fuera de los círculos inmediatos del poder- entendió esa coalición que, a la postre, demostró que no le rentaba nada y que cuando el PP accedió, con mayoría absoluta, al Gobierno de España era ya difícil de mantener. La ruptura de la coalición le metió en unas elecciones anticipadas de las que nada bueno podía esperar, más allá de los intentos por recuperar el discurso de izquierda y de oponerse enérgicamente a las medidas del Gobierno popular.
El tercer dato es la gestión del Gobierno Vasco. Resultó bastante gris, sin medidas que permitiesen ver el sello López o la mano del socialismo vasco. No pudo pactar con nadie, se confrontó con las diputaciones en un conflicto de desgaste donde tenía todas las de perder y no aprovechó los cuatro años para corregir algunos de los problemas que le preocupaban: cuentas públicas, organización de la Administración vasca, sanidad, papel del entramado industrial y empresarial... La crisis económica se llevó por delante algunas de sus medidas y en otras demostraron tener muchas dudas: Lanbide, políticas sociales, programas de empleo...
El resultado es que sus políticas no tuvieron eco ni poder transformador. El Gobierno de López se encontró con paredes que le resultaron no sólo imposibles de derribar sino también siquiera de rodear. Cuando quiso darse cuenta estaba sólo, sin posibilidad de pactar nada con nadie.
El cuarto hecho es que el gobierno de coalición que Patxi López encabezó tuvo la pretensión de construir un paradigma alternativo al gestado por el nacionalismo vasco. No supo hacerlo, nunca entendió los condicionantes que tal pretensión tenía. El PSE demostró no tener poder político para liderarlo, escaso poder social, un reducido poder económico y un deficiente poder cultural.
El resultado es que sin apoyos externos, con apoyos internos muy limitados, sin posibilidades de imponer una visión distinta de las cosas y con las armas de la gestión muy poco afinadas, su proyecto estaba llamado a perder votos porque no convencía a sus caladeros electorales habituales. La izquierda sociológica vasca huyó de sus propuestas y sólo el miedo al vacío y su larga y fructífera tradición política le ha sostenido, pero es evidente que una manera de hacer las cosas ha entrado en declive y el socialismo de la margen izquierda que lideró Patxi López ha visto perder el poder político no sólo a niveles generales sino también en sus feudos tradicionales (excepto en Portugalete, lo ha hecho en Barakaldo, en Sestao, en Santurce o en Trapagarán).
Tampoco terminó de convencer el papel que el PSE quiso arrogarse como el partido que trajo la paz a Euskad. La ciudadanía vasca entendió que su aportación había sido menos significativa de la que se empeñaron en "vender" y que el cese definitivo de la violencia de ETA fue el resultado de factores más complejos y envolventes de los que se proclamaban desde la retórica política socialista.
La quinta incógnita tenía que ver con el papel del PP. El Partido Popular debía defender en Euskadi el gobierno de coalición y, a su vez, presentar una explicación ante la sociedad vasca de la política de recortes procedentes del Gobierno de Madrid. No hizo ni una cosa ni otra. Quizá ambos hechos le parecieron "peligrosos" y huyó de ellos marcando un perfil con un programa virtual y una política del miedos llamando a lo que ocurría al día siguiente si ganaban, en su expresión: los independentistas.
Esta forma de entender la política vasca le alejaba de tener que explicar los ajustes en educación, en sanidad, los recortes en política autonómica, pero también le alejaba de sectores tradicionales de su electorado y, sobre todo, de la ciudadanía vasca, que no ha terminado de conocer cuál es el proyecto del PP para Euskadi, amén de la explotación intensiva de la política del miedo.
Los ciudadanos vascos, con miedo o sin miedo, no saben qué quiere el PP. Su líder, Antonio Basagoiti, ha olvidado hacer política, ha huído del lugar de la confrontación inventando un lenguaje y un problema que nadie había planteado. Los resultados obtenidos han sido bastante malos. Pierde votos y, sobre todo, pierde prestigio político porque ha demostrado que más allá de los negocios políticos de su amplia familia - el Partido Popular en España- la carcasa que anuncian está vacía. Después de estas elecciones nadie sabe qué quiere Basagoiti para Euskadi, lo que sí hemos aprendido con su discurso electoral es que en Euskadi hay independentistas, pero esto ya se sabía.
La sexta incógnita tenía que ver con lo que iba a pasar con los partidos más pequeños. Izquierda Unida -Ezker Batua, en sus dos acepciones- desaparece del Parlamento Vasco. No fue capaz de sustraerse a sus conflictos fraticidas ni a su pasado turbulento. UPyD mantiene su escaño. Tendría que decir que su candidato, Gorka Maneiro, se lo ha ganado con una demostración de coherencia y contumacia política, más allá de la opinión que merezcan sus posiciones. A veces, la claridad y el riesgo en política da resultados. No tanto como proclamaba el candidato para formar grupo propio, pero sí para tener un espacio donde seguir dejándose oír.
Las alianzas o el gobierno en solitario del PNV podrán ser o no, para lo que faltará tiempo es para enfrentar el enorme y arriesgado trabajo que queda por hacer. Enfrentar las consecuencias de la crisis económica y plantear un nuevo estatus para Euskadi en España. No sólo va ser el momento de conocer qué quiere Euskadi sino de saber también qué puede ofrecer España: con un gobierno sin recursos ideológicos, atrapado en una crisis para la que no encuentra salida ni solución, con un horizonte donde no terminan de verse los días azules y con una propensión a hacer política ignorando los problemas y los conflictos, protegido como está por una mayoría absoluta en el Congreso. Los resultados de las elecciones vascas vuelven a demostrar que todo está abierto, que el modelo de Estado está lejos de estar cerrado y que, probablemente, la desafección sobre lo que sea España ha tomado una velocidad difícil de parar. Quizá el independentismo no sea lo que dice Basagoiti, pero cada vez es más notorio que la factura del coste de ser español hay muchos ciudadanos vascos que no están dispuestos a pagarla.
Ander Gurrutxaga, en Grupo Noticias

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