miércoles, 17 de octubre de 2012

BARCINA Y SUS PATRONES


Gobernar va mucho más allá de disponer de un poder. Exige, entre otras cualidades, capacidad de liderar a una ciudadanía siempre plural. Si el liderazgo es gestionar la convivencia con sosiego, generar confianza o contagiar estados de ánimo positivos, Yolanda Barcina vale para mandar en UPN y cohesionar políticamente a su parroquia, pero no a una sociedad compleja como la navarra.
La piedra angular del modelo de Barcina es su propia personalidad política: rígida, con inclinaciones prepotentes y severas dificultades para integrar personas e ideas. Tendente a las frases hechas, proclive a la levedad del blanco y negro, y a menudo anclada en el eslogan populista y previsible, transmite un sentido de la realidad muy cerrado y escasísima porosidad o capacidad de autocrítica. Con estos mimbres y un Gobierno en minoría, una Barcina desgastada se muestra inoperante para movilizar al conjunto de los navarros y navarras hacia un horizonte social esperanzador, y eso que cuenta con poderosos altavoces que traducen su pensamiento a una sugerente narrativa de eficiencia y ahorro.
Barcina, al igual que Rajoy, se escuda en las circunstancias, como si ambos se hubiesen presentado a sus cargos sin conocer esta crisis y la economía no tuviera diferentes abordajes ideológicos; como si UPN fuese un recién llegado al Gobierno y sus medidas carecieran de sesgo político. La pobreza argumental retrata a la presidenta, que más allá de certificar la dificultad del momento, no ofrece un relato que no apunte a la obviedad, a la resignación o al voluntarismo. Donde en cambio se encuentra a sus anchas es en el manejo de las emociones viscerales, pregonando y practicando la exclusión identitaria, dividiendo entre navarros buenos y nacionalistas, a los que hace meses en el ejercicio de su representación vino a tachar de colonizadores. Un pensamiento propio del integrismo, incapaz de contemplar con una mínima dosis de naturalidad el solo hecho de que se pueda dar un cambio socio político en Navarra hacia formas más integradoras de convivencia. ¿Alguien así, tan alejada de la realidad, puede ahora administrarla eficazmente y actuar como catalizadora de energías transversales frente a esta gravísima crisis? Negar el pan y la sal a formaciones democráticas termina por ser una irracional automutilación, ajena no solo a cualquier modelo de fraternidad, sino también de excelencia y de búsqueda del talento.
Barcina supo construirse una marca victoriosa y hacer carrera política, pero en un ciclo político completamente distinto. En esta coyuntura económica, y como presidenta, le han faltado reflejos y le ha sobrado jactancia, y ni siquiera ha logrado atar a este PSN al Gobierno, ella que presumía de pactista. ¿Resultado de todo? Un aire de medianía y grisura en un Ejecutivo débil y apagado que muestra los actuales límites de la política a la hora de gobernar el espacio público. Ignora la presidenta que aunque en política y en la vida la coherencia sea una virtud, el sectarismo, además de antidemocrático, te aísla de la realidad y te vuelve ineficaz al gestionarla. Dos clamorosas rémoras para capear con mayor humildad y empatía social este tiempo que sufrimos.
Jesús Barcos, en Diario de Noticias

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