domingo, 6 de mayo de 2012

LA AGUIRRE NO PARA


Convencida -sin sombra de duda alguna-, de que la mayoría absoluta obtenida por su partido equivale a santificar una pretendida supremacía moral de la derecha sobre la izquierda de la que hace gala cada vez que puede, Esperanza Aguirre se ha auto adjudicado el papel de "adelantada de Castilla", en la cruzada iniciada por la derecha para dar la vuelta, como a un calcetín, a España. Y claro está, y como siempre enarbola la derecha patria, por y para el bien de los españoles, aunque por el camino estos fallezcan de inanición física y mental.
Arropada por una corte que no rechista y que la sirve con fe ciega (por aquello de que el que se mueve no sale en la foto), y respaldada por lo más rancio del poderoso empresariado madrileño aglutinado en la CEIM (Confederación Empresarial Independiente de Madrid); Esperanza Aguirre no solo no ceja en su cruzada contra todo lo que huela a izquierda, sino que mete presión al propio gobierno de Rajoy, para que acelere y aumente las reformas.
Y así, sin complejo alguno, la señora Aguirre da orientación al Gobierno para que se anime a reducir, recortar o para que reclame competencias que ahora están en poder de las Comunidades Autónomas (sanidad, educación y justicia fundamentalmente) con un mensaje que a duras penas oculta su disconformidad con el actual Estado de las Autonomías que le gustaría ver reducido a la mínima expresión. Esto es, dejar para la gestión de los Gobiernos Autonómicos todo aquello que pueda ser susceptible de generar negocio; básicamente la prestación de servicios, fijar las reglas del comercio y la gestión del suelo, que – en su proyecto- pronto pesarán a costarnos dinero bien sea por la subida de tasas e impuestos por el uso los servicios públicos o por la cesión de su gestión a la empresa privada. No en vano, la Comunidad de Madrid es la abanderada nacional, por ejemplo, en el proceso de liberalización total de horarios comerciales (que hundirá al pequeño comercio madrileño que para sobrevivir deberá trabajar "a la china") o en la privatización de la gestión de servicios públicos como la sanidad. Un proceso seguido con los nuevos hospitales construidos en Madrid y cuya gestión ha recaído en empresas como Capio, donde figura el marido de Dolores de Cospedal, como uno de sus principales responsables.
Al estilo "Fraga", la señora Aguirre, cual profesora "Rotenmeyer" armada con la regla, actúa a diario como si estuviera en combate permanente, siempre en la trinchera, enfrentando siempre al otro no como a un igual en derechos y capacidad, sino como al enemigo al que hay que liquidar, y al que no se le concede ni el pan ni la sal. De ahí su tono y retranca despectiva (en el peor y más rancio ejemplo del casticismo madrileño), hacia todo aquello que puede ser una china en el zapato de sus planes y ambiciones político ideológicos. Cueste lo que cueste.
Tras unos meses de dudas –que han dado pie a todo tipo de rumores- sobre su continuidad en la política como consecuencia del cáncer que afronta, Esperanza Aguirre ha vuelto al primer plano, con fuerza renovada y un enemigo claro y definido: los sindicatos, a los que ataca con una saña y una inquina, impropia en el juego político democrático. El "ninguneo", el desprecio, la devaluación de su papel y la mentira son las armas con las que sale a diario al campo de batalla de la guerra que busca provocar con denuedo.
Una estrategia que viene de lejos y que comenzó a concretarse en los hechos cuando hace ya un año –y siempre con la cobertura de la crisis como argumento- Aguirre inició el acoso y derribo contra los liberados sindicales en la administración autonómica, hasta conseguir reducir su número hasta casi la laminación. Ahora toca ningunear y denostar a los sindicatos, sus dirigentes, y a las decenas de miles de personas que vienen saliendo a la calle a protestar y denunciar sus desmanes en el desmantelamiento de lo público. Frente a las justificadas protestas, la respuesta es la mentira sobre unas pretendidas algaradas e incidentes callejeros, inexistentes; y la letanía insidiosa sobre el anticuado papel que juegan los sindicatos y su pretendida irrelevancia social con la que le gusta argumentar su ataque, cada vez que le ponen un micrófono delante.
Es esta actitud permanente de echar gasolina al fuego del hartazgo de la gente, y esta política incendiaria de acoso y derribo constante la que, sin duda, está desbrozando el camino para el estallido del conflicto social que, los sindicatos, a duras penas intentan controlar. Con Aguirre con el mazo inhiesto, la vuelta del verano será caliente, caliente, de verdad.
Consejo Editorial "La Antorcha de la Información"

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