martes, 24 de mayo de 2011

EL ANTISIGNO DE LAS PRIMERAS COMUNIONES

Es un problema pastoral que se viene arrastrando desde hace años. Las primeras comuniones, además de ser, en muchos casos, las últimas, se están convirtiendo en un contrasigno evangélico. La industria del comercio (con el Corte Inglés a la cabeza) ha olido el negocio y se ha lanzado a exprimirlo. A todo trapo. Convirtiendo las primeras comuniones en pequeñas-grandes bodas. Con idéntico boato. Y lo que es peor, trasnformando el sacramento en un mero rito social y de exhibición de nivel económico.

Todos los años por estas fechas se levantan voces (incluso de obispos) denunciando esta lamentable situación pastoral. Pero nadie (o casi nadie) hace nada. Hace años, algunos sacerdotes impusieron en sus parroquias el rito igualitario. Es decir, obligaban a que niños y niñas se vistiesen con túnicas sencillas e iguales para todos. Pero también eso se fue dejando y, aunque sigue subsistiendo en algunas parroquias, la mayoría ha sucumbido a los cantos de sirena de una desaforada sociedad de consumo.

Estos días, algunos eclesiásticos de prestigio han vuelto a relanzar la denuncia. Por un lado, sebastián Alós, el nuevo delegado de esiritualidad de la archidiócesis de Valencia. Y, por el otro, el teólogo jesuita José Ignacio González Faus, que lleva años hablando del mes de mayo como “el mes de los sacrilegios”.

El contrasigno se agrava en época de crisis. Es hora, pues, de que la Conferencia episcopal, en su nuevo plan pastoral para el próximo cuatrienio, lo contemple entre sus prioridades. Y, de una vez por todas, se ponga remedio a este escándalo, que se repite todos los años. O crecerá el descrédito sacramental de la Iglesia, al tiempo que se infla la cuenta de resultados de los comerciantes de lo sagrado.

José Manuel Vidal, en Religión Digital

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