Alima llegó en 2018 a territorio marroquí y es demandante de asilo en dicho país desde diciembre de 2019. Huyó para evitar que a su hija, que ahora tiene poco más de tres años, le hicieran la mutilación genital femenina. Cruzaron a España, a Ceuta, en mayo de 2021, cuando le hicieron creer que se “habían abierto las puertas” entre los dos países. «Al día siguiente de haber entrado, me devuelven con mi hija (…) Yo gritaba y gritaba que era demandante de asilo, pero nadie escucha. Me arrastraron porque yo me agarré a todo, pero no pude aguantar”, explica. Su testimonio está recogido en el Informe Derechos Humanos en la Frontera Sur 2022, que este año es un monográfico dedicado a mujeres y frontera.
En él, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) alerta de que las vulneraciones de derechos que sufren las mujeres migrantes son aún más profundas que las que padecen los hombres. Y una muestra muy clara puede observarse en el mismo trayecto por mar: la posibilidad de perder la vida es doble si eres mujer. Según los datos recogidos en el documento, el año pasado –a pesar de que las llegadas de mujeres suponen solo el 10% del total– al menos 10 de cada 100 mujeres murieron o desaparecieron intentado acceder a España huyendo de la guerra, el hambre o la persecución, mientras que perdieron la vida al menos 5 de cada 100 hombres.
Según explica la APDHA, las razones de este elevado número de muertes –404 mujeres, el 19% de las víctimas totales–, obedecen a que, a las mujeres, con frecuencia embarazadas o acompañadas de menores, se las coloca en trayectos largos en el centro de las embarcaciones, lo que en caso de naufragio limita sus posibilidades de sobrevivir, que se reducen aún más con la responsabilidad de salvar a su hijo o hija.
El informe también incide en las vulneraciones de derechos que soportan las mujeres en la frontera más allá de los riesgos del propio tránsito migratorio. Y se trata, además, de una situación invisibilizada: «Estos análisis, normalmente, se vinculan cual apéndice, a los estudios de las migraciones de los hombres».
En este contexto, el documento traza un recorrido por las experiencias de algunas de estas mujeres. Mujeres subsaharianas que esperan en Marruecos para completar su viaje hasta Europa y que sufren detenciones arbitrarias y desplazamientos forzados hacia el sur –Isatu, por ejemplo, huía de un matrimonio forzado, pero fue deportada a Guinea y tuvo que regresar con su marido–; o mujeres marroquíes que ya se encuentran en España y a las que el discurso hegemónico ha estereotipado con una interpretación sesgada y con un perfil unificador y revictimizador.
Discriminación múltiple
«Es preciso reconocer –añade la APDH— que la migración para muchas jóvenes y mujeres es una opción estratégica para sobrevivir y confrontar los contextos de agresión física, psicológica, sexual o estructural que experimentan ellas, sus familias o sus comunidades». Pero «la condición de discriminación múltiple, irregularización y falta de acceso a pleno derecho con la que recibimos a las viajeras es un punto clave de partida para seguir perpetuando y legitimando otras violencias», lamenta la asociación.
Estas situaciones, por otra parte, generan graves vulneraciones a ambos lados de la frontera. En el informe se presenta la situación de las mujeres en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) o las de las trabajadoras agrícolas temporeras, pero también las de las porteadoras en Melilla o las de las trabajadoras transfronterizas “que siguen sufriendo una situación terriblemente inestable, vinculada a la pandemia y al cierre de fronteras», añade.
La desigualdad también genera situaciones de precariedad en origen, advierte el documento, como las de las madres solteras en Marruecos o las mujeres que trabajan en las fábricas textiles. «Hay que recordar que el color morado del movimiento feminista proviene de un incendio en una fábrica textil en Nueva York en el que murieron 129 mujeres. En 110 años poco o nada han cambiado las condiciones y quienes trabajan en la mayoría de las fábricas textiles. Las víctimas de la construcción de la desigualdad siguen siendo las mismas: mujeres empobrecidas y racializadas, aunque ahora las mujeres no cruzan fronteras para trabajar en esos talleres, lo hacen los bienes que fabrican gracias a la deslocalización de las grandes empresas en países empobrecidos».
La Marea
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