Estos dos últimos años se han celebrado los centenarios de dos instituciones emblemáticas de Navarra: el Club Atlético Osasuna y la Caja de Ahorros de Navarra. Si el primero no pudo celebrarse por un motivo trágico pero puntual como la covid, el segundo no podrá celebrarse por causa de fuerza mayor: fue empleada para un rescate encubierto. Han sido años de investigación. No hay un acta de Caja Navarra, informe de Banco de España, auditoría, testimonio o informe pericial que no hayamos analizado.
La definición de "rescate encubierto" no está hecha alegremente, y no es gratuita. Durante la crisis se popularizó el término "rescate bancario": ayudas concedidas por el Estado para recapitalizar entidades insolventes. CajaSol fue rescatada pero con un "rescate encubierto" porque el Estado no tuvo que poner ni un solo euro. Fue Caja Navarra, merced a su integración con CajaSol, quien asumió el rescate de la caja andaluza. El Banco de España ya señalaba en sus informes oficiales sobre CajaSol que "la mora real presenta cifras considerablemente superiores a las establecidas en el Plan de Negocio con ratios difícilmente asumibles por cualquier entidad", que "generaba una tremenda inseguridad sobre la calidad de la inversión", que había "falta de datos básicos en sus aplicaciones informáticas de riesgos", que "la calidad de la gestión puede calificarse de deficiente", que "del análisis del Plan de Negocio, se considera que no se dan las condiciones ni garantías para afrontar los dos próximos ejercicios", y concluía que "se mantiene la calificación de CajaSol como de muy conveniente integración". Al mismo tiempo, a preguntas del consejero Miranda del Gobierno de Navarra al Banco de España, desde este se le responde que era "una integración perfectamente asumible, deseada, lo que había que hacer y bueno para todos". Años más tarde, en 2018, la presidenta Barcina reconocía en la Comisión de Investigación del Parlamento de Navarra que "si a mí me hubiera llegado el informe del Banco de España que ha leído el señor Martínez sobre CajaSol", le habrían saltado las alarmas.
Por aquella época el Fondo de Garantía de Depósitos estaba prácticamente agotado por el rescate de Caja Castilla-La Mancha y la crisis económica pedía no cargar nuevos rescates contra los presupuestos públicos. La situación crítica de CajaSol requería una intervención inmediata, y CajaSol intentó fusionarse con su paisana Unicaja, pero ésta se negó. Y fue entonces cuando la entidad cuyos máximos mandatarios son Enrique Goñi (director general) y J. Antonio Asiáin (presidente) acudió a su rescate, con el resultado de que la integración le costó a Caja Navarra un ajuste de 511 millones de euros contra su patrimonio. Es decir, que casi la mitad del patrimonio acumulado por ahorradores navarros durante más de 90 años se desvaneció el mismo día que tomaron esta decisión. Probablemente la idea de Goñi era aprovechar a futuro la base de clientes de CajaSol, pero las graves predicciones del Banco de España se cumplieron, los impagos fueron aumentando de forma importante y el Frankenstein que era Banca Cívica no aguantó más que 13 meses en Bolsa, convirtiéndose en el valor que menos tiempo ha durado en Bolsa en toda la historia del parqué madrileño.
El pretexto para la integración fue que, aunque la caja andaluza tuviera muchos morosos, era más rentable. Lo comido por lo servido, se venía a decir. Pero el Banco de España ya avisaba en sus informes de que CajaSol estaba contabilizando como ingresos los intereses devengados pero no cobrados. Curiosa contabilidad. No dejan de sonar a sarcasmo aquellas palabras de Asiain: "El coeficiente de solvencia no es un objetivo de gestión".
Además, según reconoció el auditor en el Parlamento "los beneficios de CajaSol en 2010 no se mutualizaron". Pero las pérdidas latentes, sí. Una ración de dos de cal y ninguna de arena, que supuso que Caja Navarra pasara de un patrimonio neto de 1.178 millones de euros en 2009 a solo 149 en 2012. Lo trágico es que estos impagos apenas venían de los clientes navarros, cartera que se mantenía relativamente sana, sino de los socios que Goñi eligió en su estrategia expansiva. Esta secuencia de acontecimientos deja la sensación de que, de haber puesto un botijo de agua fresca al frente de la CAN, ésta seguiría existiendo. Fuese con la forma jurídica que fuese. Después de una década de gestión ominosa por parte de E. Goñi y M. Sanz abocada a una primera Banca Cívica, el único requisito para no desaparecer era no integrarse con una entidad en quiebra técnica. Parece lógico, ¿no?
¿Y si, a pesar del vaticinio del Banco de España, hubiera salido bien? Pues CAN hubiera tenido una participación en "un nuevo Banco presidido por Enrique Goñi, sin poner éste ni un euro"; un banco y una presidencia que se hubieran conseguido con "pólvora del rey". Los directivos de CAN que pilotaron este rescate encubierto, Enrique Goñi y José Antonio Asiain, prestaron desde luego un valioso servicio en el que salieron claramente beneficiados el Estado, CaixaBank y la propia CajaSol; pero no precisamente ni Navarra ni una CAN que, habiendo sobrevivido a guerras civiles y mundiales, monarquía, república, franquismo y democracia, no ha podido superar a estos gestores y cumplir su centenario en estas fechas de 2021. Eso sí, estos máximos gestores han encontrado reconocimiento y recompensa: fueron nombrados, respectivamente, adjunto a presidencia y miembro del Consejo de Administración de CriteriaCaixa, la sociedad holding de inversiones de La Caixa. No es una cuestión meramente salarial: son además las personas reconocidas por Isidro Fainé como interlocutores en Navarra.
Una situación convenientemente silenciada y maquillada por el Grupo La Información, sociedad matriz del Diario de Navarra, al que Corporación Caja Navarra compró las participaciones en Tenaria evitando al grupo mediático pérdidas por un importe de 2.978.837 euros. "Se les pagó lo puesto", reconocería el propio Miguel Sanz en la Comisión de Investigación parlamentaria. Una oportunidad que no tuvieron ni Sodena (7,6 millones de pérdidas) ni el resto de socios de Tenaria, que debieron asumir las pérdidas de su bolsillo.
También se vio comprometida la posición del PSN-PSOE. El banco rescatado en cuestión, CajaSol, estaba presidido por Antonio Pulido, conocido de manera popular como el "banquero de Susana Díaz", de precoz afiliación socialista y sin experiencia bancaria previa. La relación de fuerzas en el PSOE fue determinante; y así, el PSN fue quien pagó los excesos del PSOE-A, y tuvo que jugar en Navarra un papel vergonzante. Decía el portavoz del PSN en la Comisión de Investigación de la desaparición de Caja Navarra en el Parlamento que esto "únicamente ha supuesto una pérdida de pertenencia, simbología y cercanía". Puede preguntar a cualquier notaría o gestoría, auditor o analista, abogado, pasante, a cualquier trabajador, cliente o a la propia Hacienda Foral si la desaparición de la Caja ha sido una cuestión meramente sentimental.
La historia de este banquero andaluz felizmente recolocado transcurre paralela a la de Enrique Goñi, quien desde que en aquella comida a cuatro en Las Pocholas se dijese aquello de "ganamos las elecciones –de 1999–, fusionamos las cajas y Kiko presidente", se erigió como director general de la Caja, desde el esplendor heredado en solvencia hasta su extinción. Una decisión tomada y pilotada por la élite de UPN y sus terminales desde el gobierno foral, en el marco de aquella "Navarra de los quesitos" hoy felizmente superada. La desaparición de CajaNavarra es sin duda la mayor pérdida que el corralito foral infligió a Navarra como herencia. Aquella CAN heredada como top en solvencia, salió a navegar en la tormenta de la crisis financiera a la vez que las Cajas de nuestro entorno. Todas sobrevivieron –Kutxabank, Ibercaja, Rural o Laboral– menos la CAN gobernada por E. Goñi y M. Sanz, con una desastrosa gestión abocada a una Banca Cívica que, ya tocada, no pudo resistir el "rescate encubierto" de una caja arruinada mucho más grande como la andaluza CajaSol, que resultó la puntilla definitiva.
Pasados estos años, puedo afirmar que sin el sacrificio de los pocos que dimos la cara, y de tantas personas anónimas que no podían darla y ayudaron, la indolencia y la desidia se hubieran apoderado de la Comisión de Investigación, que permite conocer a la ciudadanía de hoy y del futuro lo aquí relatado. El informe de la Comisión de Investigación cuenta con la profundidad necesaria para quien quiera conocer el proceso de desaparición de la Caja y sus causas, más allá de ese reescribir la historia por parte de quienes quieren seguir aspirando a mandar en Navarra sin presentarse a las elecciones. Todo final es un nuevo comienzo. La presidenta Chivite anunciaba recientemente la inminente creación de un Instituto Navarro de Finanzas, en lo que podría representar un paso adecuado en el camino de la recuperación de nuestras herramientas financieras. Algunos principios se pueden extraer de la megalomanía que condujo a la desaparición de nuestra Caja. Realizar un examen exhaustivo de los pasos a acometer, que implique evitar duplicar funciones ya existentes, así como entender el papel dentro del sistema financiero actual pueden ser dos pautas útiles para su despegue. También debemos aprender de la lección de UPN cuando eligió a Enrique Goñi, una persona sin ninguna experiencia de alta dirección de entidad financiera, para dirigir aquella CAN. Una lección para no olvidar y no repetir. El Instituto Navarro de Finanzas ha de nacer liderado por personas expertas en el sector financiero y el control de riesgos. Nos jugamos el instrumento financiero de todas y todos los navarros y esta vez no podemos fallar.
Koldo Martínez (Geroa Bai), senador de Navarra (en Diario de Noticias)
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