Vuelven pletóricos de energía tras el veraneo con sus encuestas fuera de período electoral que dan ganador al PP y que podría gobernar con Vox, dicen. Desde hace varios años buena parte de los sondeos son utilizados como incitación al voto, basta recordar cuando la demoscopia le otorgaba el olimpo a aquel muchacho, Albert Rivera, que tuvo que dejar la presidencia de Ciudadanos tras hundirlo en las urnas. Ahora la maquinaria está mejor organizada si cabe, es más amplia y compacta en objetivos, y apuestan en firme por colocar a Pablo Casado de presidente del Gobierno de España con Abascal de vicepresidente o ministro del Interior.
Han vuelto todos, de todas las ramas. Sin haber cultivado siquiera ciertos escrúpulos éticos y haber recordado –en su caso– qué es el periodismo si alguna vez lo supieron y lo ejercieron. Es una guerra sin cuartel de portadas, artículos, de periódicos con cierta tirada, de los de tirar directamente a la basura y de tertulias. Ana Rosa Quintana con una mesa de tertulianos en la que predomina el culmen del desprestigio, habla de dictaduras y "del comunismo y la vicepresidenta". Con una ignorancia cultural e histórica al nivel de los expertos en doctrina económica ultraliberal que lleva.
Ya ven la luz, sus paneles, sus consultas demoscópicas dicen que los españoles van a dar mayoría al PP de Pablo Casado, Egea, Almeida, Ayuso, Pablo Montesinos, Toni Cantó, etc... Los que cada día difunden el mismo ideario que repiten sus medios. Es el PSOE quien bloquea la renovación del Poder Judicial, oigan. Y el PP bajará el IVA de la luz a cuya propuesta votaron en contra en el Congreso hace nada. Hemos vivido en otro planeta mientras estas cosas sucedían en el trozo de la Tierra llamado España, isla ombligo en el universo. Casado ha sido una zancadilla constante al Gobierno en la lucha contra la pandemia. Se opuso intensamente a que España recibiera los fondos europeos, viajó hasta Bruselas a intentar desprestigiar al Ejecutivo de Pedro Sánchez. Apoya sin fisuras al húngaro Viktor Orbán, epicentro de la ultraderecha europea.
Pablo Casado llegó muy tiznado en su preparación académica. Con títulos por cursos de horas y sobre todo un Máster que el Tribunal Supremo se negó a investigar pese a los datos que apuntaban a su falsedad. Es una forma de ser que amplifica su significado cuando se aspira a gobernar todo un país.
Se ha especializado Casado en pedir organismos o normas que ya existen, desdecirse de sus propias excusas y mentir de forma tan burda que parece entregado a la misión de revolver el estómago de los informados para hacerse notar. No debe ser nada fácil culpar a otros de los propios errores sin enrojecer de bochorno. Lo cierto es que en el llamado periodismo de declaraciones –que tiene de periodismo lo que un tablón de anuncios– le funciona. Y cuanto dice encuentra eco en los medios.
Preside el partido que ya consagra en sentencias la triple corrupción que despliega: municipal, autonómica y estatal. A pesar de las piezas que tiene situadas en la judicatura que cierran y abren casos con sorprendente criterio. El que recorta en Sanidad pública, deja al pairo de la pandemia a los niños y a sus profesores a los que dice en Madrid que si no pueden asegurar las medidas de protección se busquen la vida.
El pueblo español sin embargo votará al PP, dicen, para que junto al Vox aún más sectario, machista y racista, gobierne. Votar al PP de Casado y a su esqueje es votar al PP de Inda, Marhuenda, Ana Rosa Quintana, Vicente Vallés, Lucía Méndez… El Mundo, La Razón y ABC, entre otros muchos, muchos, tantos que asusta. Su buena voluntad de informar y creerse lo que dicen a los ciudadanos ofrece dudas cuando prácticamente aseguran que los burros vuelan, aunque quién sabe si en la práctica ese aforismo se ha vuelto cierto.
El panorama es desolador y se agrava cada semana. No importa que con el curso de la pandemia y las ayudas europeas el futuro ofrezca mayores perspectivas positivas. Para esta gente todo es negro. Una tarea implacable en la que se significan elementos de cierta prensa, judicatura y política. La presencia y la aceptación contra natura de la muy extrema derecha española, financiada también desde destacados sectores económicos, es un hecho que va a más. Y que ya se refleja y se extiende por ejemplo en agresiones homófobas como las perpetradas en Madrid esta semana a las 5 de la tarde y en un pueblo de Toledo en fiestas, tras el inolvidable linchamiento de Samuel en Coruña. La criminalización de los menores no acompañados es otro signo de cómo crece el fascismo. Un estricto compromiso con la democracia y con el cumplimiento cada uno de su labor en todos los ámbitos –desde el periodismo a la justicia y la política– dificultaría que esto siguiera avanzando como lo hace. Y no por repetirlo mejora, es demasiado poderosa y constante esta maquinaria.
¿En serio merecía el diputado de Vox Ortega Smith un espacio en TVE para hacer propaganda de su ideología aportando datos falsos, radicalmente falsos, que relacionan violencia e inmigración? Pues así ha sucedido y justo tras la agresión que TVE califica en sus informativos de "presunta homofobia" y que consistió en grabar en el glúteo de la víctima con una navaja la palabra "maricón". Así de presunto.
Curiosamente, arrecian las embestidas cada vez que surgen nuevos indicios o confirmaciones de la conducta irregular del exjefe del Estado español, Juan Carlos de Borbón. Y se despeñan en elogios y ataques a sus dioses y demonios. Inés Arrimadas asegura que "Podemos y los separatistas no van a conseguir tumbar a la monarquía", dado que el Pisuerga pasa por Valladolid. Mientras Lucía Méndez también se desgrana en elogios a la monarquía borbónica. Para que vean hasta donde está llegando ya la marea.
La Corona parece ser la argamasa de este cohesionado grupo. Y se diría que para bien y para mal viajan todos en el mismo barco. De momento, el peligro de naufragio está más en la buena gente, en las instituciones, y al paso que vamos en la democracia incluso. Lo malo es que cuando nos desgañitamos sin éxito terminamos haciendo hasta metáforas de navegación. Si lo prefieren lo pasamos a un cohete espacial de esos que pretenden anidar en un planeta sin retorno. En todo caso, falta por saber si los españoles de 2021 somos los del 2 de mayo –castizos aparte– o los que dejaron pasar a los Cien mil hijos de San Luis y a Fernando VII gritando 'Vivan las caenas'
Rosa María Artal, en El Periscopio
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