miércoles, 23 de junio de 2010

GRACIAS, SANTACARA

Cuando te preparas para ser profesora, te llenas la cabeza de conocimientos, de teorías, de autores, de objetivos, contenidos y criterios de evaluación. Primero en la universidad y luego preparando oposiciones. Dedicas horas y horas a programar sobre un papel lo que a ti te gustaría que luego fuese tu vida en el aula (como si la vida de un aula pudiese escribirse en un papel).

Cuando empiezas a trabajar, te das cuenta de que precisamente aquellas cosas para las que no te has preparado son las que van a llenar tu día a día: esos niños que no se parecen en nada a los que nos habíamos inventado para nuestra programación; las reuniones con los padres para las que nadie te prepara y en las que tienes que resumir en un ratito todo lo que sabes de su hijo, de la educación, de la escuela, de la vida…; los compañeros con los que tienes que coordinar, aunque a veces hablemos idiomas diferentes; esas horas en el coche que dan tiempo para mucho; las comidas que en táper saben mejor… Un mundo de relaciones humanas del que nunca sabemos suficiente y del que todos los años tenemos que aprender.

Pero yo he tenido mucha suerte. Hace cuatro años que llegué a Santacara como profesora de Infantil. Llegué como llega todo el mundo, mirando de reojo a todo y a todos, e intentando imaginarme cómo iba a ser mi estancia allí (luego me enteré de que a mí también me miraban, aunque nadie ha llegado a confesarme qué conclusión sacaron). Pero todas mis dudas desaparecieron pronto. Allí me encontré con un equipo de compañeros que me han hecho sentir como en casa desde el primer día (aunque mi casa estuviese a casi una hora de distancia), con unos padres que han entendido y apoyado desde el principio mi trabajo, y unos niños que han ido aprendiendo conmigo. Durante estos años he enseñado un poquito, y he aprendido mucho, pero me ha quedado una asignatura pendiente: no sé cómo irme.

Hace pocos días, cuando todos juntos despedíamos el curso, me pusisteis el pañuelico de Santacara y me deseasteis lo mejor. En ese momento no pude deciros lo que pensaba porque la emoción era demasiado fuerte, pero no quiero irme de allí sin deciros que lo mejor es lo que yo he vivido con todos vosotros. Muchas gracias por todo. Hasta siempre.

Viki, en Diario de Noticias

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