La caída de la lira turca alcanzó un nivel aterrador para la población la semana pasada. Inmersa en una crisis monetaria durante más de tres años, Turquía ha visto su moneda perder más del 60 % de su valor frente al dólar y el 50 % frente al euro desde principios de 2021. El salario mínimo neto cayó así de 380 dólares a 220 dólares en solo un año mientras los precios se disparaban.
Sin embargo, el presidente Erdogan se niega categóricamente (él es quien dirige un Banco Central que ha perdido toda autonomía), a cambiar su política monetaria y aumentar las tasas de interés, lo que permitiría contener la inflación.
Una política dramática para las clases trabajadoras
Los aumentos de precios han alcanzado proporciones insostenibles, especialmente para las clases populares por ejemplo con, en tres años, un aumento del 132 % en el precio de la electricidad y un 95 % para la calefacción, así como un 85 % para la harina en solo seis meses. Los medios de comunicación dominados por el régimen en un 80%, piden que se reduzcan las raciones para luchar contra la crisis...
Pero lo más probable es que la situación empeore drásticamente después del shock monetario de la semana pasada producido como consecuencia de una declaración de Erdogan anunciando una tercera reducción en la tasa de interés de referencia del 1% en menos de dos meses. Denunciando una vez más una supuesta conspiración internacional contra el crecimiento económico de su país, el presidente Erdogan ahora pide con gran pompa una "guerra de liberación económica" que toma la forma de represión de manifestantes e internautas que exigen la dimisión del gobierno y elecciones anticipadas.
Una popularidad que se desmorona
El hundimiento de la moneda se produce en un momento en que Erdogan, después de 19 años en el poder, está en su punto más bajo (que sigue siendo considerable, con el 38 %). Su capacidad para "producir el consentimiento" de las clases trabajadoras que constituyen la mayor parte de su base electoral se está deteriorando continuamente. Su partido es considerado cada vez más por esta misma base, y con razón, como un hogar de arribistas y trepas que no tienen otras ambiciones que monopolizar la riqueza del país a través de las múltiples posiciones que ocupan en el aparato administrativo sumido en una corrupción sistemática.
Una oposición heterogénea
El bloque de oposición compuesto por seis partidos, que van desde el centro-izquierda laico hasta la derecha conservadora, desde la extrema derecha secular hasta los islamistas, también pide elecciones anticipadas (las elecciones presidenciales y legislativas normalmente están programadas para 2023). Estos partidos han acordado, en caso de una victoria que parece asegurada en términos de porcentajes de votos, si el clan de Erdogan no se niega a dejar ir el poder, abandonar el actual sistema hiperpresidencialista autocrático en vigor por un "régimen parlamentario reforzado" que permitiría una representación más justa de las sensibilidades políticas en la Asamblea Nacional y aseguraría la independencia del sistema judicial que actualmente está subordinado a Erdogan y su bloque islamo-fascista.
Una alternativa para construir
La llegada al poder del bloque de oposición apoyado por la gran burguesía muy probablemente permitirá una democratización relativa del régimen y el progreso en materia de derechos y libertades políticas. Por eso la izquierda radical y el movimiento kurdo apoyarán sin duda al candidato que se enfrentará a Erdogan en una segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Sin embargo, en el contexto de una "restauración" del Estado y el capitalismo turcos, las consecuencias de este cambio de régimen probablemente serán probablemente muy limitadas para los intereses de la clase obrera y los oprimidos, y en particular del pueblo kurdo. Así, aparte de estos dos bloques de política burguesa, es muy posible que se forme un tercer bloque basado en una alianza del partido de izquierda prokurdo (HDP) con otros partidos de izquierda revolucionaria. Sin embargo, como dice Yeniyol, la sección turca de la Cuarta Internacional, este bloque no debe limitarse a las elecciones, sino trabajar sobre la base de posiciones anticapitalistas para una reconstrucción unitaria de la izquierda radical destinada a echar raíces en un movimiento obrero en plena ebullición.
Uraz Aydin, para Viento Sur
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