lunes, 13 de diciembre de 2021

EL BNG, EL FRENTE HISTÓRICO QUE GIRA A LA MODERACIÓN CON LA MIRA PUESTA EN LA XUNTA

Hace un mes, la Asamblea Nacional del Bloque Nacionalista Galego (BNG) ratificaba los cambios que había decidido en el congreso de 2017. Con un año de retraso por la pandemia y las autonómicas, el frente histórico de fuerzas galleguistas –que en 2022 cumplirá 40 años desde su fundación– votaba mayoritariamente por mantener el rumbo que lo ha llevado a su mejor momento histórico. Pero no sin falta de polémica.

Sobre el cierre de aquella asamblea se viralizó en los medios el rechazo de la Ejecutiva a incluir menciones explícitas a la independencia, pedidas por grupos minoritarios que forman parte del Bloque, como el Movemento Arredista. Tampoco se incluyeron enmiendas que proclamen un referéndum ni una fecha para conseguir la independencia, asuntos que son muy sensibles y debatidos en otros soberanismos como el catalán.

Fuentes del BNG dejaron trascender a GARA su malestar respecto a esa difusión en los medios y señalan que no acaban de entender el porqué, ya que en realidad se mantuvo el rumbo con el que se venía y el perfil plural. Cabe recordar que la coalición integra tanto a partidos marxistas leninistas como a socialdemócratas de nacionalismo moderado.

Por otro lado, en este final de año, el BNG ha participado en el Fórum Soberanista que tuvo lugar en Gandia (País Valencià), en el cual también han tomado parte representantes de EH Bildu y ERC, promovido por los soberanismos del Parlamento Europeo.

Cerca de cumplir las cuatro décadas, el Bloque siente que no necesita carta de presentación por la defensa de Galiza y contra el «colonialismo» del Estado español, pero está en plena fase de ampliar las bases. Nunca había tenido la jefatura de la oposición y nunca ha estado tan cerca de gobernar la Xunta.


Una mirada pragmática

«Este debate lo he tenido muchas veces con compañeros de Euskal Herria. La cuestión que se tiene que entender desde fuera es terminológica más que de política de fondo», explica en conversación con GARA el secretario de Organización del BNG y presidente de la Fundación Galiza Sempre, Rubén Cela.

«El Bloque nunca se definió a sí mismo como una organización independentista porque no es un partido, es un frente político de varios partidos con diferentes orientaciones. Hay militantes que se definen como independentistas, otros soberanistas y otros autodeterministas. El BNG es la casa común», remarca.

Cela señala que «nunca» entendieron el derecho de autodeterminación «como el de ir a votar un día, sino como una fase de un proceso que empieza con la toma de consciencia de un pueblo y de su elemento diferencial». En ese sentido, recuerda que el nacionalismo gallego «nunca fue sucursalista, nunca pretendió galleguizar a UGT o CCOO, sino que creó sus estructuras, y la CIG (Confederación Intersindical Galega) es lo más cercano a eso».

«Lo importante, además de tomar consciencia y crear estructuras de organización, es sumar al pueblo detrás porque, si no, no deja de ser algo estéril todo. La historia demuestra que no hay nación que abandone una posición de privilegio de forma voluntaria, y España nunca lo hizo», añade.

Cela insiste en que, a pesar de ser señalados como independentistas, para el BNG tener un Estado siempre fue «una condición necesaria pero no suficiente, porque hay multitud de estados independientes que no son soberanos, y el objetivo es controlar en el plano real la estructura económica y la organización social».

«Mediáticamente se cogió el debate (de la asamblea) en forma tergiversada. El Bloque aprobó una moderación de su discurso y solo aclaró que nunca se definió independentista, y no lo vamos a hacer ahora. Estamos en un proceso de aumentar la base social», recalca.

El eco mediático en todo el Estado tiene que ver con las comparaciones, siempre injustas pero automáticas, que se hace de procesos hermanados pero diferentes, como son el vasco, el catalán y el gallego. Si bien desde el resto de la Península pueden ser vistos como similares, en Galiza los soberanistas tienen claro que hay una fuerte asimetría.

«A diferencia de Catalunya y Euskal Herria, nosotros tenemos una estructura de clase diferente. En Galiza hay una situación de tipo colonial o neocolonial, por falta de una burguesía autóctona. No hay una clase empresarial gallega y el poco tejido industrial es foráneo. La inmensa mayoría de la sociedad son clases populares, y en el esquema español a Galiza le tocó el papel de una colonia típica: proveer mano de obra barata y recursos naturales. No hubo negros ni cacao pero el sistema fue parecido», comenta.

Aquí aparece un elemento que puede costar entender desde soberanismos más robustos, que es el factor del «sentimiento de auto-odio», el cual Cela considera «uno de los principales problemas» para la construcción política. Y cita un ejemplo personal: «Por ejemplo, mis padres solo hablaban galego, pero hicieron un gran esfuerzo por educarnos en castellano porque era visto como el idioma de las oportunidades».

«Queremos llegar a la gente a la que aún no hemos llegado para liderar el cambio de país, que solo será posible subiendo un poco más de escaños. Para nosotros es crucial liderar ahora nosotros y que un bipartito no lo lidere el PSOE. Hay que entender que mucha gente no compra el discurso exclusivamente de la autodeterminación, y por eso intentamos ganarnos sectores sociales que no sean confesionalmente soberanistas pero que tampoco sean anti y que puedan vernos como opción seria», subraya.


Las cosas del comer

Parte del giro que viene dando el BNG y que tan buenos resultados le dio en las autonómicas de 2020 es vincular el soberanismo a «las cosas del comer», como comenta una fuente del BNG a GARA. Lo define como la defensa de los intereses de Galiza desde el plano material, fuera de las abstracciones conceptuales que adoran los convencidos pero espantan a algunos moderados. Los principales puntos de esta nueva lógica –que ha sido ratificada en el congreso y que ya está siendo procesada para la campaña de las municipales, en las que el Bloque tiene muchas expectativas– tienen que ver con la política energética (Galiza es una enorme generadora de energía eólica e hidroeléctrica pero paga precios altos a pesar de ello), con la agricultura sostenible y con el desarrollo local de industrias extractivas como Ence, que fabrica la pasta base en las Rías Baixas pero luego industrializa el papel en Finlandia.

En lo que el BNG sí mantiene su perfil tajante es en la defensa del galego, que está en retroceso gradual y constante en su uso, por lo que en la coalición hablan de «desastre» y «situación casi irreversible». «En España venden a Feijóo como si fuera un Gallardón, un moderado, y es un españolista confeso y sus últimos años en política lingüística son terribles», apunta Cela.

El presidente de la Xunta, en cuarto mandato consecutivo con mayoría absoluta, lucha contra la moderación del BNG y trata de desdibujar su perfil. Incluso, ha mostrado desde su escaño en el Parlamento una foto de Cela con Arnaldo Otegi y llamado al Bloque «la izquierda abertzale galega». Y ha fustigado a Pontón por su encuentro con el coordinador general de EH Bildu y el líder de ERC Oriol Junqueras, diciendo que tener una alianza con los soberanismos vascos y catalanes es «lo más antigallego posible».

En el BNG creen que eso no es más que una muestra del miedo a perder la mayoría absoluta. El Bloque pasó de 6 a 19 escaños en las últimas elecciónes, haciendo el sorpasso al PSOE (cuyo anclaje territorial es escaso; su fuerza reside en Vigo y A Coruña) y en algunas encuestas lo dieron como posible nuevo líder de un bipartito.

Cabe aclarar que por el sistema electoral galego, dividido en cuatro provincias bastante homogéneas y con las más pequeñas sobrerrepresentadas, una merma de algunos puntos en el porcentaje de votos del PP podría restarle un escaño en cada territorio y dejarle al borde de perder la mayoría absoluta.

Feijóo lo sabe y por eso mantiene el perfil galleguista del PP. Allí la bandera española no existe en los mitines y las autoridades de Génova casi no son nombradas. Es una derecha distinta, regionalista y que se ve cómoda en su papel colonial pero reivindicando lo folclórico. Eso hace que el PP no sea visto como un partido representante de Madrid y que aglutine a todo el espectro ideológico: las Cortes en Santiago son las únicas autonómicas de todo el Estado en donde no hay un solo escaño de Vox ni de Ciudadanos.

Desde el BNG ven las municipales que se celebrarán en 2023 como una oportunidad para volver a poner a prueba el liderazgo opositor de Pontón y sumar base social. «Nacimos con vocación no de gestionar mejor una provincia española, sino de liberar un país. Y no se libera sin una mayoría social detrás», enfatiza Cela. Y para ello trabajan.

Daniel Galvalizi, en GARA

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