El último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat da la razón a quienes desde hace tiempo venimos señalando que el independentismo se recalienta en el núcleo y se enfría en la periferia. No improviso. Hace un par de años, cuando la consulta del 9 de noviembre no tenía fecha, cuando aún no se había fundado Podemos, cuando la palabra confluencia no figuraba en el vocabulario político de moda y no existían coaliciones municipales en común, el periodista Ton Vilalta me preguntó unas cuantas cosas para ‘Jot Down’, una revista digital que se distingue por los textos largos. Puesto que teníamos tiempo y espacio, le expuse mi teoría de las dos temperaturas. Un núcleo de gente muy convencida, cada vez más recalentado. Y una periferia de simpatizantes en fase de gradual enfriamiento. A algunas personas bien situadas en el núcleo, esa apreciación no les gustó. En el núcleo hay ‘caloret’ y mucha brega táctica, como veremos unas líneas más adelante. El centro de estudios sociológicos de la Generalitat confirma ahora que hay tensión térmica.
El CEO de julio de 2015 certifica que la temperatura media del indepentismo catalán es de 42,9 grados centígrados, 1,2 grados menos que hace tres meses y catorce menos que en otoño del 2012, cuando alcanzó su temperatura máxima: una adhesión social del 57%.
Para no perder energía, el núcleo necesita cada vez más combustible. “¡Más madera!”. En estos momentos ya se plantea devorar a las siglas que le han dado forma y los principales personajes que lo han representado, empezando por la más alta instancia de la Generalitat. La propuesta de la gran lista cívica independentista, sin políticos - una propuesta bastante difícil de entender para las personas que no siguen muy de cerca la densa y enrevesada competición entre partidos en Catalunya-, surge de esa necesidad calórica. Estaríamos ante la ‘podemización’ del soberanismo, temeroso del auge de Podemos y sus hologramas. La insomne competición entre CDC y ERC –más de doce años de intenso forcejeo táctico– podría alcanzar el apogeo quemando sus propios activos. Quemarlo todo, para rehacerlo todo.
La astrofísica explica que las estrellas entran en una fase de gigantismo, de desbocada exageración, cuando al núcleo le falta combustible y comienza a consumir la materia circundante. Esa fase tiene un nombre muy poético: gigante roja. Después, cuando se impone el enfriamiento, viene la enana blanca. Y de ahí, según la magnitud del proceso, se puede pasar al agujero negro. Entra una fase y otra pasan miles de millones de años.
Que nadie se haga falsas ilusiones, la enana blanca catalana aún queda muy lejos. El soberanismo será la principal corriente del país durante mucho tiempo. La principal, no la única. La más amplia, no la rotundamente hegemónica. El núcleo está en estos momentos muy caliente porque la competición entre CDC y ERC está a punto de alcanzar el punto de fisión.
La periferia soberanista se enfría porque mucha gente se adhirió a la independencia en cuanto que grito de protesta ante la crisis y sus derivados. En el último año, muchas de esas personas han encontrado otras banderas, que no les obligan a enfadarse con su cuñado o con su primo soberanista. No han girado en dirección contraria, simplemente han cambiado de carril. Podemos, por la izquierda. Y ahora Unió, por la derecha. Y el PSC, intentando resistir.
Catalunya no está radicalmente partida en dos. Ese es el punto que alguna gente en Madrid no desea entender. Les gustaría verla dramáticamente dividida en dos. El inmovilismo sería entonces más fácil de justificar.
Enric Juliana, en La Vanguardia
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