La importancia de los medios de comunicación en nuestra sociedad es cada vez mayor. Si hace unos años los asesores de prensa tenían una importancia limitada en los gobiernos, hoy en día estos asesores suelen constituirse en el principal soporte de todo cargo público. Las personas en general también han tomado conciencia de este hecho. Cada vez son más los profesionales que olvidan, en muchos casos, la importancia de seguir cultivando sus campos de especialización, sustituyendo esta actividad por la ubicuidad en los medios y la condición de tertulianos tout court. Si no se está en los medios, no se existe.
Los medios de comunicación pueden jugar también otro papel: el de la persecución, realizada más o menos sutilmente, pero que busca la eliminación política -podría ser también la profesional, etc.- del contrario por ser quien es o por tener unas determinadas ideas. Esto sucede especialmente cuando de trata de pueblos que tienen sus derechos conculcados, sometidos a dominación política, siendo una forma más de manifestación de esa dominación. Frente a estas políticas la defensa es casi imposible. Y el mejor antídoto es la propia autoafirmación.
Estas consideraciones me han surgido al leer las noticias publicadas en la prensa sobre el nombramiento de María José Beaumont como miembro del Gobierno de Nafarroa presidido por Uxue Barkos. Por ello, aunque algo inusual, he considerado necesario manifestar públicamente mi admiración, afecto y orgullo por su nombramiento. Conocí a María José Beaumont hace casi quince años en un seminario que organizamos en la Facultad de Derecho de la UPV/EHU en Bilbao. La invitación estaba motivada por ser una de las principales protagonistas de la defensa jurídica de un caso que en Europa sería conocido como asunto Gorraiz Lizarraga y otros c. España, Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 10 de noviembre de 2014. Aquí lo conocíamos con el nombre de Itoiz. No voy a recordar los detalles del asunto, pero sí su complejidad técnica.
Cuando invitamos a María José a nuestro seminario lo hicimos precisamente por esa razón. Desde la técnica jurídica, se trataba de una caso de gran complejidad que se enfrentaba a categorías jurídicas nuevas y, por tanto, requería un trabajo ímprobo de estudio. No había antecedentes, afectaba también al Derecho europeo y presentaba perspectivas de análisis de gran complejidad.
A ello había que añadir el tamaño de los contrincantes. Frente a los defensores de Itoiz se encontraban los gobiernos navarro y español, técnicamente ayudados por sus servicios jurídicos, así como por los principales despachos de abogados del Estado español. Una lucha desigual si se piensa en la necesidad de mantener un equilibrio entre los contrincantes, cuando se trata de ser justos. Obviamente, no se trataba de buscar la solución justa. Se quería simplemente la imposición, para lo que no importaba tampoco el incumplimiento de la propia legalidad. No avergonzaba a estos poderes públicos aprobar la construcción de obras públicas en contra de las normas por ellos mismos dictadas.
La intervención en un asunto de esta envergadura no permite tibiezas. Se entra con todo, desde luego y primero con la técnica, en este caso jurídica. A pesar de que enfrente se tenía a gigantes, la defensa jurídica fue excepcional, poniendo patas arriba en muchos casos a esa prepotencia jurídica que acompaña a quien tiene el poder. Pero, en un asunto de este tipo, se requiere también una constancia y compromiso sin los cuales no es posible cumplir la labor asumida. A la complejidad técnica, a la importancia y poder de los contrarios, se debe añadir la fatiga que acosa al más débil. Éste se encuentra siempre en desventaja, enfrentado a los múltiples instrumentos de poder del contrario. Por esta razón, asumir la defensa jurídica de lo que conocemos como Itoiz, requería valentía, capacidad y compromiso. La actividad de María José Beaumont desbordó de las tres. Por esta razón, su presencia en el Gobierno está más que justificada.
Frente a quienes acuden a linchamientos baratos, hay que afirmar las virtudes y valores de nuestra gente, de quienes se han dejado la piel en la defensa jurídica de nuestra tierra. Mis mejores deseos para María José Beaumont en el desempeño de su labor, así como para el gobierno del que forma parte. Su acierto será bueno para nuestro país y se correspondería con una trayectoria personal y profesional digna del mayor de los respetos.
Iñaki Lasagabaster, en DEIA
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