Autor de varios libros sobre economía y política de la cultura, entre ellos el sonado Euskadi o la Segunda Transición, Ramón Zallo Elgezabal (Gernika-Lumo, 1948) analiza los acontecimientos más relevantes de la trepidante situación política vasca y española enfrascada en un ciclo electoral permanente y con la irrupción de nuevos agentes políticos.
¿Las elecciones andaluzas han marcado tendencia para el resto de las elecciones que quedan este año en el Estado?
-A medias. Por un lado el PP ha recibido un varapalo importante y también ha significado la crisis de UPyD, cuyo espacio teórico se lo ha llevado Ciudadanos, lo que ha inducido una crisis importante en el seno del partido liderado por Rosa Díez, crisis que se suma a las que ya venía acusando internamente con cuestionamientos del liderazgo y dimisiones de altos dirigentes. En cambio, es dudoso que los efectos de la victoria del PSOE andaluz se puedan trasladar al resto del Estado porque tampoco los datos de Andalucía han sido tan decisivos porque de hecho los socialistas se han dejado un 8% de los votos. Por eso no creo que se pueda trasladar esto como tendencia al ámbito estatal porque en el Estado se vota no tanto por alguien sino en contra de alguien.
Se vaticinaba el fin del bipartidismo, pero la primacía PP-PSOE sigue siendo clara.
-Asistimos a la crisis del bipartidismo, a partir de ahora no van a estar solos, pero no a su fin. El hecho de que PP y PSOE sumen el 69% o de que 89 de los 109 escaños de Andalucía los hayan obtenido partidos de orden, que no encaran un proceso constituyente o de cambio total, significa que el espacio de ruptura con el modelo de la transición no se ha ampliado. De modo que no se puede hablar del final del bipartidismo, pero sí de una crisis de ese modelo.
Podemos ha tenido un apoyo fuerte pero no ha cumplido las expectativas.
-Pero ha sido un resultado importante pues ha sacado tres veces más de lo que logró en las europeas. 600.000 votos son un anclaje muy significativo, más aún teniendo en cuenta que el contexto ha sido muy difícil: con una campaña sucia en su contra, con pocos recursos económicos y con poco tiempo para preparar las elecciones. Dicho esto, es innegable que no han cumplido sus propias expectativas que fijaban un techo más alto. Por ello creo que no deberían hacer campañas sobre la idea de que vamos a ganar o vamos a ser el próximo gobierno, sino una campaña a favor del cambio y con otros. Para ganar credibilidad deberían profundizar en su programa, ya que no basta en centrarse en los mensajes de cara a los medios de comunicación.
No terminan de decir dónde se sitúan en el espectro ideológico.
-En lugar de decir que van a atraer a personas de izquierda y de derecha, como lo han dicho, deberían de centrarse en el espacio de las izquierdas, que es su espacio natural, lo que se visto claramente en estos comicios en los que han arrancado 200.000 votos al PSOE y otros tantos a IU. Para el ámbito de la derecha ya está Ciudadanos.
¿Podemos y Ciudadanos son fenómenos basados solo en sus líderes?
-Hay una diferencia cualitativa entre ambos porque son fenómenos de una naturaleza distinta. El origen de Ciudadanos es de raíz antinacionalista periférica, construida no sobre la base de una militancia sino sobre la base de un apoyo mediático significativo derivado del apoyo de las élites del país; su naturaleza es de orden, de no cambio. Eso sí, de transparencia y de eliminar todas las porosidades que ha tenido el régimen de la transición. Podemos es otra cosa, recoge la indignación social, responde a los recortes sociales y las limitaciones democráticas, se construye por la base, tiene una base militante que se ha tejido en mareas sociales amplias como el 15-M y, por tanto, es un partido que nace desde un cierto impulso social.
¿Es una nueva manera de hacer política?
-Han aparecido tarde en un momento de crisis del régimen y por tanto han tenido prisa en construirse y para ello han aprovechado el tirón mediático para reforzar su propio mensaje. Sus mensajes no están bien afinados todavía y tampoco han estructurado suficientemente los lazos entre dirección, organismos por la base y programa. Por eso ocurre que en muchas ocasiones sean los líderes los que marcan las pautas desde arriba y no atiende, como en el caso de Podemos, a las dinámicas de los círculos locales. Esto es un defecto y deben hacer un intento de aquilatar programa, dirección y bases de cara a mantener la unidad.
¿Dónde hay que situarlo?
-En el caso de Podemos el mensaje de izquierdas es bastante claro en cuanto al Estado de bienestar, mejoras para las clases trabajadores, apertura de un proceso constituyente, mejoras de los derechos civiles… En todo esto es bastante claro. Menos claras son sus referencias a las cuestiones nacionales. A pesar de que formalmente sostienen el derecho de decisión, aparece más como una concesión a las presiones de las corrientes independentistas o soberanistas que no como una convicción. Por eso, en su propio discurso, carece de centralidad de cara a entender que si hubiera proceso constituyente, uno de los temas clave sería dar una respuesta a la cuestión nacional. Tendría que ser claro en su propio proceso.
¿Los imputados por presunta corrupción deben poder presentarse en listas electorales?
-Como hay que emitir un mensaje de búsqueda de transparencia y de combate a la corrupción, soy más partidario de que ningún imputado pueda presentarse en listas. Salvo en los casos muy excepcionales en los que se demuestre que la imputación se debe a malas prácticas de alguien que no quiere que otra persona esté en listas y que no tenga causa suficiente. No deberían presentarse porque no es un buen ejemplo.Ha escrito usted sobre la crisis del régimen en el Estado.
¿A qué se refiere?
-Desde el punto de vista de las prácticas democráticas en todo este tiempo hemos visto que es un régimen donde ha habido corrupción, donde no hay tradición democrática, en el terreno social se ha aplicado el austericidio, y desde el punto de vista nacional no ha encarrilado ni el problema de Catalunya y Euskadi y además ha habido una contestación social a ese régimen. El régimen está en crisis pero de ahí no se deduce que por fuerza se vaya a alumbrar otro régimen distinto. La pugna será si se va a reformar el anterior o entramos en un proceso constituyente. Las urnas lo dirán.
¿Ha perdido fuelle el proceso soberanista catalán?
-No agoniza en absoluto. En las próximas elecciones municipales creo que se manifestará un cierto apoyo a las formaciones que defienden el proceso soberanista. Pero es verdad que la cerrazón del Estado ha desestructurado en parte las respuestas y habría dificultado el desarrollo unitario suficiente. También han pesado las políticas duras en el terreno social de Artur Mas. Además da la sensación de que se han generado desconfianzas. CiU parece que podría estar dispuesto a un pacto fiscal después de las elecciones del 27-S. Tampoco funcionan a tres bandas las tres corrientes que empujan en esa dirección: ERC, CDC y la CUP. Han aparecido problemas que han desgastado el proceso pero es posible que las municipales puedan a revitalizarlo y luego dos semanas antes de las elecciones del 27 de septiembre está la Diada que siempre ayuda.
En Euskadi este debate está en un impasse mirando de reojo cómo termina lo de Catalunya.
-Yo diría que estamos en stand by, mirando a ver qué ocurre en otras partes, mientras desconfíamos mutuamente y tenemos proyectos tan distintos que es difícil que puedan encontrar un punto de conexión para hacer una gran alianza por el derecho de decisión. El PNV estaría en uno de esos movimientos pendulares tradicionales en su historia, en una apuesta estatutaria y mirando la transversalidad con el PSE, operación que entraña riesgos si el Partido Socialista pasa a ser una fuerza de medio peso. La izquierda abertzale está bastante desconcertada, sin líder y muy polarizada en el tema de la gestión de las secuelas de la violencia.
¿El encaje de Euskadi pasa por una reforma de la Constitución española o por la reforma del modelo de Estado?
-Debería de haber un proceso constituyente a escala en el Estado español pero en paralelo debería haber procesos constituyentes en Catalunya (están en ello) y procesos constituyentes en Euskadi, al menos en la CAV. Tenemos la experiencia de la etapa de Ibarretxe a efectos de pensar este proceso constituyente. Eso sería imprescindible para dar impulso al país, si se hace con unidad, para dar un salto hacia adelante y salir de este stand by en el que nos encontramos
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