“Yo nunca soy un problema para nada, siempre busco soluciones y ya ven qué rapidez de tiempo está solucionado”. (Yolanda Barcina, todavía Presidenta de Navarra)
Cuando hace ya casi cuatro años Yolanda Barcina tomo posesión de su cargo como Presidenta de Navarra, después de su fugaz “paso” de 19 días por la Universidad Pública de Navarra, la imagen que nos quisieron vender de ella fue la de una gestora eficaz y con grandes dosis de inteligencia política basada en su etapa como alcaldesa de Pamplona.
El balance tras los cuatro años que ha durado la más penosa legislatura que ha tenido que sufrir Navarra desde la reinstauración de la democracia no deja lugar a ninguna duda de que ambas cualidades no eran más que pura ficción. Si algo ha demostrado Barcina en su tiempo al frente del Gobierno de Navarra es su absoluta incapacidad para la gestión; un presupuesto aprobado de cuatro posibles, doce leyes forales en el Tribunal Constitucional, el autogobierno y el Fuero navarro puesto en solfa como nunca antes, o por lo menos habría que remontarse hasta la gamazada para encontrar una situación semejante, un sin fin de remodelaciones del gabinete, un rosario de escándalos, la liquidación de la herramienta financiera de Navarra que era la CAN, la desaparición de los más importantes símbolos deportivos de Navarra; San Antonio, Itxako, Osasuna…
Pero si el mito de la gestión ha quedado totalmente desacreditado, en mucho peor lugar ha quedado su supuesta inteligencia política, incapaz de pactar nada con nadie tiró por la borda un gobierno de coalición estable en un calentón a un año del comienzo de la legislatura y sin sustituto posible alguno, perdió la oportunidad de convocar elecciones cuando los vientos todavía le eran favorables, dividió su partido casi exactamente por la mitad, coleccionó enemigos dentro y fuera de su organización política como nunca otro dirigente regionalista había hecho, gobernó de espaldas a la sociedad y la ciudadanía metida en una torre de marfil creada a su imagen y semejanza…
Probablemente para el ciudadano de a pié solo quedará una imagen del nefasto gobierno de Barcina y es la de la prepotencia y el ordeno y mando que reflejan como ninguna otra cosa las verdaderas cualidades de la, todavía, peor presidenta que jamás haya tenido Navarra.
Pero si alguno pensaba que con su renuncia a liderar UPN para las próximas elecciones se iba a cerrar el esperpento que ha supuesto el barcinato cometía un severo error pues nos había reservado para última hora el penúltimo disparate de su ya de por si disparatada carrera política.
No contenta con designar a dedazo grueso a su sucesor político, copartícipe, no lo olvidemos, del desastre de legislatura por su presencia como consejero durante toda ella y de parte de la herencia recibida como alto cargo en los Gobiernos de Sanz y no precisamente en órganos donde se hicieron los menores dislates, cabe recordar aquí su cargo como Director Gerente de Deporte y Juventud, decidió tutelarlo desde la lista del Parlamento, por lo menos hasta preparar su definitiva retirada a Madrid en las elecciones de noviembre.
Pero ni un lelo de manual se hubiera comido la maniobra de Barcina…
¿Cuanto le habrán estado regalando los oídos los incondicionales durante estos 20 años de andanzas políticas; cuatro de Consejera, doce de Alcaldesa y cuatro de Presidenta para llegar a la conclusión de que el resto somos gilipollas?
Dado que con Esparza designado candidato y a dos meses de las elecciones sus posibilidades de imponer nada eran exactamente igual a cero y mucho menos en un partido como UPN donde la fidelidad está ligada al cargo, y este al poder y donde la ideología suele ser una cuestión menor.
Pero si en vez de reconocer el error y hacer discretamente mutis por el foro todavía es capaz de presentarse a si misma como la solución a los problemas de Navarra y a su más que forzado recule como un acto de generosidad por el bien de su partido y de Navarra lo único que consigue es que nos reafirmemos es en que sus dos mitos; la gestión eficaz y la inteligencia política no eran más que eso, producto del marketing electoral, la corte de pelotas de turno y un más que considerable ego.
Así, su carrera va a terminar como nuca pensó que acabase pero como se lo ha ido ganando día a día, a pulso… Sin plumas y cacareando…
Ander Muruzabal, en Nafar Herria
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