martes, 4 de diciembre de 2012

¿HACIA DÓNDE?


Lo proponían como norma de vida los ascetas clásicos. Debemos reflexionar con frecuencia de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Hemos perdido la brújula y la desorientación nos mastica la sangre. Hemos perdido el rumbo. Nos han robado la brújula. Ya no hay puntos cardinales. El mundo está crucificado en el aire, en el vacío, en el hueco sin sentido del precipicio.

Nos han segado la alegría, la esperanza, el futuro. Desnudos de existencia humana vamos. Al aire los besos, la ternura, los abrazos, los genitales del alma. Sin nada puesto. Sólo el frío de un invierno interior y para siempre. Procrear para qué si no queda sitio para un mañana de ilusión. Para qué los poetas. Para qué ahondar en el misterio que somos si sólo somos déficit, tóxico vacío, nausea sartriana, con Camus ahuyentando ratas de peste íntima. Nos queda el asco, sólo el asco, en el estómago interior donde no nos digerimos porque nos han envenenado hasta las penas.

Siento el desprecio como una cáscara impuesta. Bajan las pensiones y un portavoz del gobierno dice que los viejos están enormemente agradecidos a un presidente con sensibilidad. Nos quitan las viviendas en connivencia con los bancos y nos aseguran que las estrellas son hermosas para hacer el amor los sábados por la noche. Ponen precio a la justicia y aseguran que es para conseguir una justicia gratuita. Nos reducen la sanidad, subastan  la agonía y nos aseguran que es para alejarnos de una afición hospitalaria. Nos mandan al INEM y quieren que vayamos cantando. Nos arrodillan ante los Bancos y nos mantienen a latigazos y nos hacen creer que es la adoración sincera porque no se puede hundir el sistema sin que nos ahoguemos todos. Se redime el dinero desde un gólgota sacrílego sin resurrección al día tercero. Hay que elegir entre el pan y el ventolín que te alivie el enfisema, entre respirar o comer. Y mientras eliges, oyes a los escoltas que protegen el blindado de quien te está pisando por el placer de pisarte.

Alma sin musculatura tenemos para preguntarnos de dónde venimos ni dónde estamos. Y tal vez debiéramos renunciar a indagar hacia dónde vamos porque no vamos hacia ninguna parte. Estamos aquí porque no tenemos dónde estar. Nos han cegado el camino y a lo mejor sólo nos queda aceptar la muerte por aplastamiento torácico como esas niñas que se van con los pechos intactos y los besos al viento con sus faldas de fiesta.

Estamos al borde de no se sabe qué. El vacío abajo. Sin cielo arriba. Pisando desprecio. Sobre el filo del escarnio que se clava en los talones del alma. Nuestros jóvenes se van al extranjero, no por el abandono en que viven, sino por espíritu aventurero.  La gente se suicida porque quieren vivir en palacios y no se conforman con dos habitaciones, baño y cocina y una hipoteca que perdura hasta que el desahucio los separe. Seis millones de parados prefieren el televisor de plasma al pan de cada día. El infartado se muere porque no podía pagarse la ambulancia que le trasladara el corazón a un hospital. Los despedidos de larga duración se han acostumbrado a vivir sin trabajar y en consecuencia no deben ser contratados, dice el secretario infame de la OCDE. Pues que se jodan. Le pagan quinientos euros al viejo para que alimente a su hijo de cuarenta, su nuera sin besos, sus nietos sin alegría. Hay que inyectar dinero a los bancos porque se han venido abajo. A los que viven en el INEM se les usurpa el subsidio que se han ganado cotizando mientras trabajaban. A los viejos se les escatima una pensión decente que se han ganado con nóminas de cuarenta años. A unos y otros se les roba lo que fueron amontonando para un presente sin empleo o una vejez de petanca. Todo para que los bancos compren alfombras donde pisen los usureros de corbata de seda y zapatos italianos. Que los dependientes se arrastren. Que las mujeres maltratadas pongan la otra mejilla. Lo recomienda Ana Botella. Que esperemos al cielo de un dios fin de trayecto, recomienda Rouco..

Hay que estrangularse el alma hasta que se parta en dos. Hay que despejar el camino para que avancen los blindados. Vamos cansados los que vamos nadie sabe hacia dónde. Hacia la nausea tal vez, hacia la peste de Camus, hacia un asco infinito.
Rafael Fernando Navarro, en marpalabra.blogspot.com

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