Hoy termina en Donosti la edición número 22 de Korrika, carrera organizada por la Coordinadora AEK en favor del aprendizaje de euskera por parte de personas adultas. Con los años, convertida en una gran fiesta popular y en todo un alegato a favor de nuestra lengua propia.
Korrika 22, a su paso por Navarra, nos ha vuelto a brindar imágenes para la historia: miles de personas, de todas las edades, corriendo bajo el sol, el frío o la nieve; paisajes multicolores, con la caravana korrikalari recorriendo campos marrones, prados verdes y montes blancos; multitudes en las ciudades; presencia más modesta, pero constante, en la madrugada de nuestras carreteras... Pero, sobre todo, nos ha vuelto a llenar de emoción, lágrimas y aplausos en todas las localidades que ha atravesado. Miles de momentos inolvidables para quienes forman parte, desde el anonimato pero siendo parte imprescindible de la misma, de esta preciosa carrera. Y un claro ejemplo para el mundo de que aquí hay un pueblo vivo, dinámico, sonriente, plural y respetuoso de su propia diversidad.
Diversidad que, desgraciadamente, no todos nuestros representantes políticos valoran de la misma manera. Porque Korrika también ha tenido que soportar trabas oficiales, como las impuestas por los grupos municipales de Navarra Suma en Egüesibar e Iruña, y que afectaron a quienes deberían estar al margen de toda polémica, a quienes más debemos cuidar y proteger: nuestros y nuestras txikis. En el primer caso, denegando de manera incomprensible el permiso para que la comparsa de gigantes y kilikis pudiera acompañarles. En el segundo, privándoles de su derecho a disfrutar de una manera digna del espacio público durante las llamadas korrikas txikis, y obligándoles a correr por las aceras en lugar de la calzada.
Conocemos a la derecha navarra y española, y su actuar en relación a la lingua navarrorum. No pueden soportar las noticias positivas sobre el euskera, y han convertido la confrontación social, las polémicas artificiales en torno a nuestra lengua, en auténtico leitmotiv de su actuación política.
Y, desgraciadamente, todavía hay quien sigue empeñado en brindarles la excusa perfecta para sus ejercicios de manipulación mediática. Polémicas como la generada por la exhibición de carteles con fotografías de miembros de ETA, en momentos puntuales de la Korrika, nos vuelven a mostrar, además de la escasa empatía y sensibilidad de quienes los portan hacia las víctimas y hacia la sociedad en general, que los intentos de patrimonializar cualquier acto multitudinario, de convertir cualquier iniciativa popular masiva en mera plataforma de reivindicaciones que poco tienen que ver con ellas, acaban dañando a la propia causa que nos reúne. En este caso, al euskera.
Sin embargo, frente a radicalismos y falta de visión estratégica, presentes en ambos extremos del tablero político, la inmensa mayoría de este pueblo demuestra día a día su apoyo al euskera y su capacidad de trabajar conjuntamente, desde el respeto a nuestra propia diversidad. En el caso de Korrika, desde la organización, pueblo a pueblo y barrio por barrio, a través de cientos de korrika batzordeak. También desde la participación activa al paso de la carrera, bien sea corriendo, animando desde las aceras y balcones... o siguiéndola de manera telemática, a través del canal de Youtube Korrika Zuzenean, que ha tenido un éxito impresionante, con cientos de personas conectadas a cualquier hora del día o de la noche.
Porque es un hecho cierto que, polémicas interesadas al margen, durante once días miles de euskaltzales hemos compartido un total de 2.180 kilómetros de ilusiones en favor de la normalización de nuestra lengua propia, el euskera. Impulsando un acto sano, jatorra a la vez que concienciador y reivindicativo, que visibiliza al euskera y a sus hablantes y simpatizantes como lo que somos: parte fundamental de un pueblo dinámico, plural, imaginativo y divertido.
En Geroa Bai creemos que este es el camino. Como señala una reciente investigación del sociolingüista Xabier Erize Etxegarai, centrada en la percepción de las personas no vascoparlantes respecto de las políticas relacionadas con el euskera, los actos que más cercanía y simpatía generan en ellas son aquellos que visibilizan al euskera como un tesoro cultural de todos los navarros y navarras, así como los que son capaces de transmitir el cariño y el cuidado hacia nuestra lengua propia. Especialmente, cuando ello se hace desde un estilo abierto e inclusivo.
En ello tenemos que seguir profundizando, también desde la escucha activa de quien, por no conocer nuestra lengua, observa estas dinámicas con cierta distancia. Con iniciativas como Korrika, realizadas en positivo, desde la sensibilización y la concienciación, pero también desde la emoción y la sonrisa. Con actos plurales y que nos unen, a través de todo tipo de expresiones educativas, de ocio y culturales. Ahí está, por ejemplo, el archiconocido y multitudinario Nafarroa Oinez, o el bertsolarismo, que cada vez más se va abriendo paso entre la juventud, llegando a ámbitos geográficos y sociales inimaginables hace no demasiado tiempo. Todos ellos se están convirtiendo, gracias al buen hacer de quienes los organizan y también al apoyo de sus asistentes, en símbolos de unión entre navarros y navarras de distintas ideologías, y en elementos de convivencia.
Y, por supuesto, en pocos meses llegará de nuevo Euskaraldia, campaña que nos apela a todas las personas capaces de entender euskera, con el fin de incidir en nuestros hábitos lingüísticos y aumentar su uso cotidiano. De una manera amable, con las chapas que nos identifican como ahobizi (persona que se compromete a hablar en euskera con quien le entienda) o belarriprest (dispuesta a atender en euskera a quien así se dirija a ella, pudiendo responder en una u otra lengua).
Campaña sencilla pero efectiva, pues durante su vigencia ha logrado aumentar el uso del euskera. Llevarla a la cotidianidad es ahora el reto. Y campaña especialmente interesante para una juventud navarra que cuenta con un 25% de personas euskaldunes, y que cada vez más se estructura en cuadrillas mixtas, con personas bilingües euskara-castellano.
Sin duda, esta mayor presencia de conversaciones bilingües, vivida con creciente naturalidad por parte de nuestros jóvenes, está suponiendo un avance importante en la normalización del euskera.
En línea con los ejemplos arriba citados, y con muchos otros más, los y las euskaldunes estamos protagonizando multitud de iniciativas que nos muestran al euskera en positivo, como lengua de relación, integración y convivencia. Sigamos trabajando en esa línea, tipi-tapa, beti aurrera.
Jabi Arakama, parlamentario de Geroa Bai (en Diario de Noticias)
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