martes, 27 de octubre de 2020

MIGUEL ÁNGEL PORTILLO URIBARRI, EL CURA DE ONENA. IN MEMORIAM

 La Historia del movimiento obrero navarro durante el tardofranquismo está plagada de hitos notables como las ya míticas huelgas de Imenasa y Super Ser de 1969, la huelga de Motor Ibérica de 1973 para impedir el vaciamiento de la planta, o el encierro de 49 mineros de Potasas de Navarra en enero de 1975 que derivó en una masiva huelga general que paralizó toda Navarra durante varios días. Las luchas obreras de aquellos años se configuraban como el instrumento que conectaba la reivindicación laboral con la lucha antifranquista y la ampliación de las libertades básicas férreamente negadas por un agonizante régimen dictatorial. En este contexto, uno de los hitos destacados de esa época, sin cuyo análisis quedaría incompleto el marco histórico del movimiento obrero navarro, tiene mucho que ver con el papel de la Iglesia, de su clero y de las comunidades de base. Los curas obreros, como se conocía a los sacerdotes que trabajaban en fábricas renunciando a la paga del Estado, si bien no fueron muchos en términos cuantitativos, su contribución fue más relevante desde el punto de vista cualitativo. Miguel Ángel Portillo, Mikel para los amigos, personifica como pocos el compromiso con una causa y con una clase a la que dedicó los mejores años de su vida. Nacido en Subiza, en aquel difícil 1943, pertenecía según cuenta en una entrevista inédita concedida a su sobrino Iñaki a una familia de agricultores pobres. Con 12 años ingresó en el Seminario donde coincidió con formadores como Jesús Lezaun o Javier Osés que predicaban y practicaban una apertura al mundo laboral a través de movimientos (no existían la asociaciones) apostólicos como La Juventud Obrera Cristiana (JOC) o la Vanguardia Obrera Juvenil (VOJ) que, años después, posibilitarían la eclosión de una pléyade de organizaciones y partidos políticos de inspiración marxista, claves en la lucha por la democracia y la libertad. Tras haber decidido, ya en el Seminario, que iba a ser cura obrero, a la semana de ordenarse sacerdote ya estaba buscando trabajo. Mikel Portillo trabajó en Super Ser, Aceros del Sadar, e Ignacio Soria antes de incorporarse en 1970 a Onena, la fábrica de bolsas de papel de Villava donde ya existía un incipiente movimiento sindical gracias a la comprometida labor de personas maduras como Luis Donázar, Jesús Ballesta o Jesús Zabalza, y otras más jóvenes como Maite Cristóbal, Maritxu Iturbide, Isabel Noguera, Marisa Otazu, Esther Domench, Rosario Aizpurua o José Mari Goicoetxea. Fue en Onena donde Portillo adquirió notoriedad por su liderazgo sindical llegando a presidir la sección de artes gráficas en el sindicato vertical, al tiempo que compatibilizaba su labor de lucha obrera desde la militancia en CCOO primero y en el Sindicato Unitario (SU) después. El intenso trabajo sindical lo simultaneaba con su labor de coadjutor de la parroquia de San Blas de Burlada donde coincidió con los entrañables Eugenio Lecumberri, Alejandro Aguirre, Vicente Sanmartín y José Luis Goñi. Desde las homilías dominicales se denunciaba explícitamente la dictadura del régimen franquista con tanto ahínco que en una ocasión afirmaron que quien no tomaba parte activa en contra de la dictadura estaba en pecado. Corría el año 1973. La respuesta del régimen era la represión, las detenciones y las multas. Mikel Portillo fue detenido en 8 ocasiones y conoció la cárcel de Carabanchel de donde salió tras abonar una multa de 200.000 pesetas. En 1981 Onena afrontaba una suspensión de pagos y se encaminaba a una reducción de plantilla como parte de un proceso de reestructuración industrial que terminaría con el traslado de la fábrica de Villava a Ibiricu. Al ser delegado sindical, Portillo que ya para entonces se había secularizado estaba blindado ante cualquier despido lo que le aseguraba el mantenimiento de su puesto de trabajo. Sin embargo, en un gesto con escasos precedentes, negoció con la dirección la readmisión de 4 trabajadoras a cambio de su salida de la empresa. A partir de este momento se dedicó a estudiar Derecho en la UNED y a preparar oposiciones al Sistema Navarro de Salud. Tras un breve paso por el centro de salud de Alsasua, permaneció 23 años en el centro de la Txantrea. Allí participó, junto con la mayoría de trabajadores/as, en las interminables movilizaciones por conseguir un nuevo centro de salud para el barrio en abierto enfrentamiento con Alfredo Jaime, por aquel entonces alcalde de Pamplona. Se jubiló en 2008, rodeado de sus compañeros de trabajo y cantando sus irónicas e irreverentes canciones. Una vez jubilado se desvinculó del activismo político y entró en una fase de recogimiento interior, más intimista, practicando la ayuda personal, pero siempre dispuesto a celebrar con los amigos los acontecimientos importantes. Nos dejaste un poco huérfanos y hoy más que nunca me resuenan esos versos de Bertolt Brecht que hablan de los hombres imprescindibles.

Pablo Archel Domench, en Diario de Noticias

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