jueves, 23 de julio de 2020

LA ESPAÑA DE LOS CASTILLOS

Rui Rio , líder de la oposición en Portugal, exalcalde de Oporto, ha apoyado al primer ministro António Costa , exalcalde de Lisboa, durante la negociación en Bruselas, de acuerdo con la línea de colaboración del Partido Social Demócrata portugués desde el inicio de la epidemia, actitud que ha llamado mucho la atención en España por motivos que no es necesario explicar. El PSD portugués es una formación de centro derecha de tonos más suaves que el Partido Popular español. Digamos que en Portugal impera menos el estado mental del castillo asediado. Siendo muy occidentales, tienen sutilidad oriental. “Yo no apoyo al Partido Socialista, yo apoyo al Gobierno de Portugal”, ha dicho Rui Rio.

[El jefe de la oposición portuguesa podía haber entrado a matar estos días, después de unas polémicas declaraciones del primer ministro. Después de entrevistarse con el jefe de Gobierno húngaro, Viktor Orban, el socialista Costa vino a decir que las ayudas económicas de la Unión Europea no debían estar condicionadas a exigencias sobre el estado de Derecho. Costa tiró un capote a Orban para atraerlo al frente del sur, movimiento táctico sin duda discutible. Rio dijo que estaba de acuerdo con las palabras de Costa. Los comunistas portugueses que siempre han sido contrarios a la Unión Europea, que consideran un avatar del capitalismo, tampoco deseaban un fracaso de las negociaciones. En Portugal estos días no ha imperado el ‘cuanto peor, mejor’].

“Hemos apoyado a Italia. Una vez concluida la negociación, creo que Conte ha quedado en pie, pero podía haber ido mejor”. Palabras de Giorgia Meloni , líder de Fratelli d’Italia, la formación emergente de la derecha nacional italiana, que amenaza con superar a Matteo Salvini en las encuestas. Fratelli d’Italia (expresión con la que arranca el himno nacional italiano) es heredera de Alianza Nacional, que a su vez fue una mutación algo suavizada del Movimiento Social Italiano, formación de carácter neofascista que adquirió relevancia en los años setenta bajo el liderazgo de Giorgio Almirante . Meloni ha sido esta vez más perspicaz que el populista Salvini, un histrión que comienza a verse estrangulado por el personaje que él mismo ha creado mediante un manejo provocador y obsesivo de las redes sociales. El hombre de la Liga dice que el acuerdo de Bruselas es una trampa. Salvini, baja. Meloni, sube. Y Conte, el primer ministro accidental por el que nadie daba más de mil liras hace un año, puede durar.

“No apoyo al PSOE, pero apoyo al Gobierno de España”. “Hemos apoyado a España, creemos que Sánchez ha salido en pie de la negociación, pero podía haber ido mejor”. ¿Por qué es imposible imaginar unas declaraciones de Pablo Casado de ese signo y con ese tono? En el interior de esa pregunta está encerrada la llave de la actual legislatura.

Diversos son los motivos. El primero de ellos está escrito en el diario de sesiones de la investidura, a principios de enero: “Gobierno ilegítimo”. No se puede apoyar lo que se considera ilegítimo. Contra un Gobierno “ilegitimo” vale todo. Le legislatura nació bajo el signo del choque frontal y las cosas no van a cambiar en los próximos meses. Hay más motivos, sin embargo. Hay también una apuesta estratégica, un convencimiento: la convicción de que la epidemia acabará devorando al actual Gobierno. Esta es la apuesta del Partido Popular desde el día de la proclamación del estado de alarma. No vieron venir la reacción alemana y, excitados por la derrota de Nadia Calviño en el Eurogrupo, imaginaron que la cumbre de Bruselas acabaría mal. Casado no supo estar callado a la espera de resultados.

Hay, también, un recelo de fondo a una mayor integración europea, que lleva el sello de José María Aznar . España no debe ser dirigida por Alemania y Francia, mejor entenderse con Londres y Washintgon. (Aznar, en el momento Irak). Hay miedo a Vox, claro está. Esos 52 diputados de la sección española de la Internacional Trumpista. Y hay una mentalidad de siglos: “Los castillos, los asedias, o te los asedian”.

Enric Juliana, en La Vanguardia

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