Escribía recientemente el señor Iriarte, parlamentario de Navarra Suma, sobre una moción aprobada por el Parlamento Foral en la que se instaba al Gobierno de Navarra a “reconocer y reparar, mediante un acto institucional, a todas las personas que durante la dictadura y posterior represión franquista, transición y primeros años de democracia sufrieron discriminaciones, privaciones de libertad y exclusión social por su orientación sexual o identidad de género”.
También se emplazaba al Ejecutivo navarro a desarrollar un proyecto de investigación sobre el entramado jurídico creado por la dictadura franquista para la represión de personas por su orientación sexual en Navarra, así como a la identificación de víctimas y de sus historias de vida, mediante la recogida de sus testimonios.
El texto del señor Iriarte contiene una serie de errores más o menos inocuos, como no llamar a nuestro grupo parlamentario por su nombre correcto, equivocarse en la lista de firmantes de la iniciativao situar anteriores mociones en fechas erróneas, confundiendoincluso la legislatura en la que se aprobaron. Cero rigor.
Pero, desde luego, la clave de su escrito la sitúa el propio Iriarte en su último párrafo, cuando hace referencia al “relato”. Le faltó señalar que hay quien dedica sus energías a la construcción de un relato en el que se equiparen las responsabilidades de víctimas y verdugos, de golpistas y del gobierno republicano legítimamente constituido en 1936, y la memoria de las personas LGTBI represaliadas no es una excepción.
Porque, pese a que el señor Iriarte lo obvie en su texto, lo dijimos durante la presentación de la moción y también en el turno de réplica: desgraciadamente, la homofobia no es patrimonio exclusivo de nadie. Hubo –y sigue habiendo- comportamientos homófobos en el interior de todas las fuerzas políticas, así como del conjunto de la sociedad. En las primeras décadas del siglo XX, de manera mucho más generalizada y normalizada socialmenteque en la actualidad, pero todavía hoy queda mucho por hacer. Por eso, la pasada legislatura el Parlamento de Navarra aprobó la Ley Foral 8/2017, para la igualdad social de las personas LGTBI+. Ley enormemente trabajada, gestada a lo largo de varios meses con la participación de los colectivos LGBTI+ (no así de los y las representantes de UPN y PP, que declinaron acercarse a las reuniones). Y ley que salió adelante pese al voto en contra del Partido Popular y la abstención de UPN. ¿Hablamos de la homofobia del siglo XX, señor Iriarte, o de la actual?
Me cita el señor Iriarte en su escrito, al atribuirme la acusación a Navarra Suma de tratar de “diluir la represión franquista”. Y debo decir que eso es exactamente lo que se hace cuando se compara a la República, que dio los primeros pasos hacia la tolerancia con la diversidad sexual descriminalizando la homosexualidad y retirándola del Código Penal español tras su instauración en él por la dictadura de Primo de Rivera,con un régimen franquista que, a lo largo de casi cuarenta años, condenó a multas, cárcel, destierro o campos de concentración(y, desde luego, a la estigmatización y al ostracismo social) a quienes tuvieran la osadía devivir libremente su sexualidad no normativa. Traer al Parlamento de Navarra una serie de testimonios machistas y homófobosde políticos de izquierdas de principios del siglo XX supone un pobre intento de construir un relato en el que se equipara la responsabilidad de ambos regímenes en la represión del colectivo LGTBI+; se pretende diluir, por tanto, la responsabilidad del régimen franquista en la persecución de las personas homosexuales durante la dictadura, y el enorme paso atrás que supuso en sus derechos.¿Cuántas iniciativas ha presentado, en los últimos cuarenta años, la derecha navarra para reparar a las víctimas de la homofobia imperante a lo largo de nuestra historia? Cero; es lo que les importaba, hasta que registramos esta moción.
Pasemos de lo anecdótico a lo estructural. La homofobia ha sido y sigue siendo hoy en día una de las peores muestras de la intolerancia hacia la diversidad, y solo desde su análisis riguroso y sistémico podrá ser abordada correctamente. Para ello, más que frases aisladas y descontextualizadas como las que aporta el señor Iriarte, recomiendo libros como “Redada de violetas”, de Arturo Arnalte, o –para el análisis de épocas más recientes- “Diario de un adolescente gay”, de Iñigo Lamarca Iturbe.
Jabi Arakama Urtiaga, parlamentario de Geroa Bai
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