Querida gente del facebook. Llevo un mes queriendo expresar algo que me ha surgido en estas últimas ferias de ganau, a pie de calle, en la telúrica Calle de Sto Domingo. Pero como es un tema muy controvertido, no me he decidido a expresarlo hasta hoy. Pero ya me siento preparada!!!
La cosa más destacable de estas ferias para mi fue trabajar en nuestra cafetería, pero después fue el ver todos los encierros desde el mismo punto, Sto Domingo 37, un día, y otro y otro. Desde nuestro local, se van tejiendo relaciones, gente que viene a correr delante de los toros todos los días, todos los años, y que por eso, para mi, deberían ser considerados ciudadanía pamplonica por derecho propio. Gente perdida que no sabe muy bien si el toro va p´arriba o p´abajo. Gaupaser@s que quieren disfrutar del espectáculo circense. Los carpinteros más guapos del mundo, la gente de la cruz roja, munipas... Gente que te cuenta, mientras toman un cafe a las 3 de la mañana, que el año pasado veía los encierros en la tele, enferma de cáncer, y que se había prometido a ella misma que si superaba el tratamiento, el año siguiente no se iba a perder ni uno. ¿Porque sienten tanto los encierros la gente que siente tanto los encierros?. Media hora antes de que nos cerraran el local por necesidades de seguridad y bla, bla, la cafetería olía a mierda. Muchos corredores entraban al baño y se dejaban el alma por el agujero que abre el miedo. Es algo escatológico contar esto, pero más escatológico es ver una persona tirada delante de tu local, con sangre saliendo a cada latido, de una arteria corneada. Y sobre todo, es escatológica la muerte, que este año, solo ha visitado el ruedo y se ha llevado por delante a más de 40 grandes herviboros después de torturarlos. He tenido la suerte, desde nuestra atalaya, de ver el encierro a pie de calle, y he podido sentir al animal a la altura de mi oreja, como si yo también estuviera dentro del festival. Esta feria ha sido muy seca, y los animales pasaban, con una nube de polvo, arena del corral de la curva, del corral del gas, de la Dehesa, y a mí me parecían animales prehistóricos, fantasmas de otra época y otros lugares salvajes, espíritus de totems de mi tribu y de cualquier tribu preíndoeuropea. Y en mi egoísmo poeta, yo solo se que sentía una cosa, no quiero que estos animales desaparezcan de las calles de mi ciudad, soy egoísta y desalmada, porque van hacia su muerte, pero son tan absolutamente bellos y veloces y peligrosos, que no quiero dejar de verlos... También me gusta que adultos occidentales que tienen el riñon cubierto se jueguen la vida solo por segregar una serie de dopaminas y adrenalinas y tal que su existencia de ciudadano ya no les ayuda a generar. En Iruña, del 7 al 14 de julio, a las 8 de la mañana, en 4 calles de mi ciudad, la vida no vale un euro. Y eso, no se porque, quizás porque les equipara a ellos, varon, blanco, occidental, cristiano.... a tantos otros hombres y mujeres y niñ@s del mundo, para los que, su vida, todo el año, no vale nada, me gusta. He vuelto a leer este verano el libro "Aquí en la Tierra. Argumentos para la esperanza", de Tim Flannery. La obra es una doble biografía enlazada del planeta y nuestra especie. Tienen información muy muy interesante, entre ella, la forma en como denomina a los grandes herviboros: Banqueros ecológicos. Dice de ellos que son un animal decisivo para el baile de la vida que se establece en este planeta, y que no es otro baile que el movimiento que el carbono, base de toda la vida, lleva a cabo entre la tierra, el agua y la atmósfera. Pues bien, estos grandes herviboros comen el carbono de la yerba y devuelven la celulosa reconvertida en estiercol y una orina llena de elementos que enriquecen el suelo y que dan cobertura a la vida de muchas especies, incluso la nuestra. Y también dice este libro que en nuestra aldea global, ahora mismo, la lucha más decisiva es la de evitar el abuso de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmosfera, que esto puede ocasionar un mal infinito. Y que lo que hay que conseguir es fijar carbono a la tierra, para que no se escape en forma de gases a la atmosfera, que hemos saturado con nuestros hábitos. Y dice que una manera de almacenar carbono para que no escape a la atmosfera es potenciando los grandes pastizales que se utilizan para pastoreo, con una gestión "holística" que tenga en cuenta todos los elementos que entran a fomar parte del proceso de la ganadería, no solo el beneficio empresarial. Y almacenar el carbono en biomasa y vegetación. Que los grandes herviboros son carbono en biomasa, por eso lo de banqueros, guardan la vida. Y que esto, además de reducir emisiones, que es lo que quieren hacer en una próxima cumbre los mandatarios mundiales, aumenta la diversidad por tener en cuenta que todos los seres de este planeta estamos relacionados. Y entonces pienso que quiero que siga habiendo dehesas y toros, porque esta práctica anacrónica resulta que hoy en día colabora con la salud del planeta. Pero que no me gusta como los matan en la plaza. Que me gustaría que ese espectáculo del siglo XVIII, creado por otras mentes que las de hoy en día, cambiara. Me gustan l@s recortadores, me gustaría que en vez de matarlo, los toreros solo pudieran cansar al toro. Me gustaría que los toros volvieran, después de trabajar, a la Dehesa. Me gustaría que más que feria de personajes, fuera feria de animales, convertir a los toros en atletas, que a los animales también les gusta trabajar. Y que pueda dar la vuelta al ruedo la persona o el animal, según quien haya ganado. Y si es caso que debamos matarlos, sea para comerlos. Y que sea una operación sin tortura, como cuando un índigena mata algo que ha criado. Y me imagino al o la matarife en ese momento, que fuera un momento sagrado, porque toda vida lo es. Y le veo agradeciendo al animal todo lo que nos ha dado mientras ha vivido, como una oración. Y me imagino un aporte de proteína barata para mis paisanos, la carne de toro que tan barata podía repartirse, si se quisiera. En Iruña no podemos seguir matando toros de esa manera, lo cual no significa que no podamos reconvertir el mítico juego de lucha animal-persona en algo más acorde con hoy en día, y que además colabora con uno de los grandes problemas medioambientales que tenemos. Habrá gente totalmente en desacuerdo con lo que digo. Yo lo que pienso en realidad es que no tenemos derecho ni de comernos una mosca, que quizás el final de la lucha animalista es que tod@s seamos vegetarianas, pero que mientras tanto, podemos ir trabajando una mayor sensibilidad y conciencia con todas las piezas que forman nuestro mundo y que nos ayudan a sobrevivir.
La Chula Potra
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