jueves, 29 de enero de 2015

PROSTITUCIÓN, TRABAJO DOMÉSTICO Y PRODUCTO INTERIOR BRUTO

¿Es justificable no reconocer el valor monetario del trabajo doméstico y sí de la prostitución?
Marx en El Capital afirmó que la aparición del capitalismo fue posible gracias a la acumulación primitiva, basada principalmente en dos procesos: la explotación de mano de obra y la privatización de los medios de producción. Para Marx esta era una condición previa al capitalismo, sin embargo estos dos mecanismos no son exclusivos de las fases iniciales sino que se siguen produciendo hoy en día y determinan, entre otras causas, la acumulación de capital a nivel global.

A lo largo de la historia hemos asistido (y lo seguimos haciendo todavía) a la privatización de las zonas comunitarias, de los medios de producción, del trabajo de las mujeres en el área doméstica y del cuerpo de las mujeres a través de la cosificación del mismo, convirtiéndolo en un producto más de intercambio en el mercado. Asimismo, la explotación se ha producido (y se sigue produciendo) sobre la fuerza laboral de hombres y mujeres. De los hombres a través del salario y de las mujeres a través del salario, el trabajo doméstico y su cuerpo, como forma de explotación específica.

La privatización de los bienes comunales y la "naturalización" del trabajo doméstico.
La feminista e intelectual Silvia Federici ha estudiado ampliamente el efecto de la privatización de los bienes comunales en la situación actual de las mujeres. Ella define este tipo de propiedad como "situada a mitad del camino entre lo ’público’ y lo ’privado’, pero irreducible para cualquiera de estas dos categorías. La idea de los bienes comunales expresa un concepto más amplio de la propiedad al referirse a los bienes sociales -tierras, territorios, bosques, praderas y arroyos, o espacios comunicativos-que una comunidad, no el estado o el individuo, posee, maneja y controla colectivamente. 

En Europa, la privatización de los bienes comunales, especialmente la tierra, se inició a finales del siglo XV bajo distintas formas. La gestión de los bienes comunes permitía a las personas el uso democrático de los recursos, cohesión social de la comunidad así como una forma más flexible de cultivo y, por lo tanto, más resistente ante las malas cosechas. Como resultado de esta privatización de los bienes sucedió que "las mujeres mismas se convirtieron en bienes comunes, ya que su trabajo fue definido como un recurso natural, que quedaba fuera de la esfera de las relaciones de mercado. En la actualidad esta naturalización del trabajo de las mujeres en la esfera doméstica provoca que no sea reconocido por parte de las instituciones.

¿Podemos considerar la prostitución como un intercambio más de bienes y servicios?
Muchos y muchas argumentan: " total, si la prostitución va a existir de todas maneras, es más adecuado que se ejerza en condiciones de legalidad". Ante este argumento, totalmente de acuerdo. Sin embargo, ¿estamos de acuerdo en que exista un mercado de cuerpos? Esta última pregunta nos sitúa en el terreno de la ética y no en el terreno de la práctica. Para responderla debemos tener en cuenta que los mercados no son asépticos, el intercambio monetario implica en sí mismo que algo o alguien se puede comprar y vender, que todo tiene un precio, además de establecer relaciones de poder entre compradores y objetos (o cuerpos/personas) comprados. El hecho de que exista una demanda de cuerpos para el sexo no significa que haya que cubrirla. Un ejemplo similar es la compra-venta de órganos. Existen personas que están dispuestas a vender órganos, existe un mercado que lo demanda. ¿Es lícito legalizar el mercado de venta de órganos? ¿las personas que ofrecen sus órganos lo hacen en condiciones de libertad?, igualmente, ¿la prostituta media ejerce la prostitución en condiciones de libertad absoluta?.

Más allá del debate legalización o prohibición, la situación en la que nos encontramos ahora es todavía peor. Concretamente en España, pero también en otros países de la Unión Europea, la prostitución sigue en un limbo legal. No se reconoce como trabajo, por lo tanto no pertenece a la esfera de la economía lícita pero tampoco pertenece al terreno de lo ilegal. Sin embargo, las más altas instituciones europeas han pedido que se incluya en las estadísticas. Esto plantea varios problemas: la consideración del cuerpo de las mujeres como objeto susceptible de pasar por el filtro del mercado pero sin el reconocimiento de derechos, la perpetuación de las condiciones de explotación, la importancia del mercado por encima de los derechos de las personas, la importancia de las estadísticas por encima de los derechos de las personas y lo poco fiables que resultan dichas estadísticas sobre las cuales se basa el crecimiento de los países.

Es decir, hoy en día nos encontramos con el siguiente panorama: el trabajo doméstico no es economía productiva y por lo tanto no se toma en cuenta en las estadísticas oficiales, a pesar de ser absolutamente necesario para la reproducción del sistema, y la prostitución, que sigue sin considerarse como actividad lícita, sí tiene cabida en las estadísticas oficiales. El absurdo de los absurdos.

¿Cuáles son las razones institucionales para no reconocer el trabajo doméstico como actividad productiva?
Según la OCDE el trabajo doméstico debe permanecer fuera de las transacciones económicas debido a que es una actividad independiente y aislada del mercado, a la extrema dificultad para otorgarle un valor monetario, así como los efectos adversos que supondría en las políticas públicas y en el análisis de los mercados, por ejemplo, a la hora de contabilizar el desempleo. Yo añadiría uno más: la escasa voluntad política de incluir a las mujeres que trabajan exclusivamente en el entorno doméstico en el sistema de pensiones.

¿Estos argumentos se podrían aplicar a la estimación monetaria de la prostitución? Veamos las razones una a una:

Es una actividad independiente y aislada del mercado: en términos estrictamente económicos, es cierto que la prostitución implica un intercambio monetario, pero está fuera del mercado ya que es una actividad ilícita. Este argumento aplicado al trabajo doméstico debería aplicarse también al mercado de la prostitución.

La extrema dificultad para otorgar un valor monetario: La prostitución es una actividad ilícita, por lo tanto la dificultad de conseguir datos fiables se multiplica. Por ejemplo, la oficina de estadística inglesa (el equivalente al INE español) ha admitido que para contabilizar la prostitución existen limitaciones significativas a la hora de conseguir datos fiables, lo cual supone que las estimaciones están basadas en asunciones, como por ejemplo, que no existe tráfico internacional de personas en el mercado de la prostitución o que la prostitución existe a partir de 1960.

Los efectos adversos que tendría sobre las políticas públicas y el análisis de los mercados: En este caso, la contradicción entre políticas públicas y contabilización económica a la hora de tener en cuenta la prostitución es escandalosa. La coherencia de políticas es un elemento muy importante para la aplicación de políticas públicas centradas en la ciudadanía. Las mujeres que ejercen la prostitución no son consideradas ciudadanas de pleno derecho pero, sin embargo, sí son consideradas factores económicos contributivos al PIB. Asimismo, las mujeres que realizan trabajo doméstico no son incluidas en el sistema nacional de pensiones.

¿Qué sacamos en claro?
En primer lugar, el rigor para incluir la prostitución en las estadísticas oficiales es prácticamente nulo. No existen datos oficiales. No se sabe qué mujeres son víctimas de tratas y qué mujeres ejercen la prostitución "libremente". No se sabe a qué institución acudir para preguntar (la Guardia Civil, asociaciones de prostitutas, clientes, mujeres que ejercen la prostitución). No se sabe qué arco temporal considerar. Lo único que queda claro es la voluntad política para el maquillaje de cifras en la situación de crisis en que nos encontramos.

Por otro lado, el trabajo doméstico es más fácil de estimar a nivel económico, especialmente con el mercado internacional de trabajadoras domésticas migrantes, que reproducen el sistema de cuidados mientras otras mujeres vendemos nuestra fuerza de trabajo fuera de casa. Por tanto, la cuantificación monetaria del trabajo doméstico es más sencilla y fiable que el de la prostitución. Asimismo, que la contribución doméstica no sea tenida en cuenta implica que muchísimas mujeres que han trabajado duro toda su vida quedan fuera del sistema de pensiones.

Una vez más, cutrerío e incoherencia en nuestra clase política.

Genoveva López Morales, en El Salmón Contracorriente

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