domingo, 9 de junio de 2013

LO FUNDAMENTAL DE LO QUE ANUNCIA LA ENCUESTA DE GIZAKER YA LO CONOCÍAMOS

Los datos de la encuesta de Gizaker, por más que reflejen tendencias que durante las últimas semanas eran un secreto a voces en ámbitos politizados, han causado impacto social, revestido de lógicas reservas: en primer lugar porque la intención de voto nunca es extrapolable a partir de un momento no pre-electoral. Tampoco es fácil saber cuánto de estructural y cuánto de coyuntural tiene la desafección hacia el regionalismo gobernante, percibido en Navarra con el síndrome de la inevitabilidad de su hegemonía política y social. Ni se puede subestimar el posible efecto removilizador del voto conservador que en una situación realmente electoral podría tener una expectativa semejante. Por fin está la dificultad de construir la alternativa y su problemática viabilidad a la vista de experiencias más o menos recientes, como la de Galicia o la de Islandia, en las que el desplazamiento del poder de la derecha vitalicia fue flor de un día.

Por eso, más prudente y más oportuno que anunciar el resultado de esos sondeos como "un cambio histórico" me parece hablar de una nueva oportunidad que, sin duda, se planteará cuando se celebren las próximas elecciones forales. Porque con toda la espectacularidad de las tendencias anunciadas, en lo esencial no hacen sino reafirmar los ejes básicos que ya conocíamos. Tales como la imposibilidad de articular una alternativa a la derecha sin rescatar para el consenso a los sectores que por su identidad cultural o nacional quedaron marginados de la definición restrictiva de Navarra que se hizo en el Amejoramiento. Y como el imperativo de proyectar un cambio transversal. Porque aunque se diese el caso -dudoso por demás- de que entre UPN, PP y PSN no llegasen a la mitad del número de escaños en el Parlamento, la alternativa que podrían ofertar los demás no contaría con apoyaturas sociales suficientes para consumar un cambio solvente.

Sí habría, sin embargo, un elemento nuevo respecto a la situación actual en la nueva distribución parlamentaria que se puede intuir: la fuerte irrupción de un agente con inequívoca vocación integradora: Geroa Bai, la pieza central insustituible para acometer la gestión de los consensos básicos necesarios. Una diferencia importante de orden cualitativo.

A quien pregunte por dónde se va hacia ese cambio transversal habrá que responderle que las habas están contadas. Ha habido oportunidades históricas en Navarra en las que el vasquismo o un sector del mismo podría haber pactado con la derecha foralista. No me atrevería a asegurar que no se vuelva a presentar en el futuro. Pero hoy por hoy el PSN -o el PSOE o los dos, es difícil determinar la gravitación de cada uno- es el interlocutor inevitable, junto con otros, situados en mayor o menor medida en la órbita de la izquierda, aunque sólo fuese porque hay que establecer las alianzas en función de la máxima prioridad social de la coyuntura: la defensa de lo que se pueda salvar del estado de bienestar.

Las dificultades son innegables. Hasta tal punto que mucha gente, incluso dentro de Zabaltzen por comenzar por lo más cercano, no está dispuesta a conceder más oportunidades al PSN. Por su implicación en corruptelas que condicionan su compromiso por la regeneración ética de la vida política. Por la sombra del impulso recentralizador que podría llevar al PSOE a una relectura de la foralidad. Por la escasa y en algunos casos frustrante experiencia de pactos municipales con ellos. Por el recurso siempre a mano para utilizarlo selectivamente según convenga, de la dificultad del entendimiento con Bildu. Dificultades serias todas ellas y otras que se podrían mencionar. Tan ciertas como que frente a esa vía, por intransitable que nos resulte, no existe ninguna otra que lleve a buen sitio.

Es momento de tejer complicidades o al menos de permeabilizar trincheras culturales históricas. Entre todos. Como cada cual lo entienda. O se va haciendo ya o después, sean los resultados más o menos parecidos a los de la encuesta de Gizaker, no habrá tiempo.

Praxku





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