domingo, 4 de marzo de 2012

ECONOMÍA Y MIEDO

Tan apabullados nos tienen con el cúmulo de datos económicos negativos que a diario nos cae en la cabeza (dos o tres por día y a cual peor) qué, de golpe, todos nos hemos convertido en economistas y manejamos la terminología como si fuéramos recién licenciados. Con ser positivo -sin duda- que ampliemos nuestros conocimientos y capacidad de análisis sobre cualquier aspecto de la vida, el hecho de que la macro economía se haya convertido –ya desde hace tiempo- en el tema central sobre el que gira la conversación cotidiana de la mayoría de las personas, no solo tiene un alto valor significativo sobre los tiempos que corren. Define, también, una manera imperante de entender y encarar la vida que, por el efecto real de los malos datos, tiende a ocultar otras facetas del ser humano; y, lo que es más grave, nos hace sentir y vernos como culpables de una situación que nos frustra, porque aleja e impide a la mayoría alcanzar el objetivo idealizado por el capitalismo para la clase media, por mor la espiral consumista del sistema.

Deliberado o no, machacar con las cifras (siempre frías y un tanto abstrusas para la mayoría) o, peor aún, utilizarlas para lanzar a diario admoniciones y advertencias – que solo enmascaran lo que percibimos íntimamente como amenazas –, es el flaco favor que nos hacen los responsables políticos que nos gobiernan -nacionales e internacionales- y los grandes grupos empresariales que les utilizan; porque no hacen más que incidir en el sentimiento de culpabilidad que se nos traslada con ellas.

Es así, sin dar más alternativa que la de aceptar el negativo impacto social de las cifras rojas, como se nos inocula el miedo al presente y al futuro que se extiende entre las clases medias, temerosas de perder el poco o mucho margen de maniobra económico del que venían disfrutando: principalmente el de tener un puesto de trabajo, que va camino de convertirse en un artículo de lujo, por muy mal pagado que esté. Es de este modo cómo las clases medias –hasta ahora la gran base social de España- quedan atenazadas por el sentimiento de responsabilidad culpable ante una crisis que nos hacen creer que es exclusivamente económica, cuando en realidad asistimos a un cambio civilizatorio en el que los ciudadanos anónimos se convierten en los protagonistas de su destino como sociedad, en detrimento de poderes establecidos, instituidos y de los que actúan en la sombra en forma de grupos de presión o “thing tank”.

Este es el torbellino en el que estamos atrapados, y en el que el miedo que se nos administra a diario no solo nos atenaza, sino que cumple un doble objetivo aún más perverso: por una parte, el de olvidarnos de exigir responsabilidad a los culpables de esta galerna y, por otra parte, el de impedirnos y no dejarnos ver y pensar, que las nuevas herramientas inteligentes que todos manejamos y el uso que hacemos de ellas, sitúan a los ciudadanos anónimos, a los mortales comunes, en el centro y como protagonistas de un nuevo modelo de orden social que entre todos se está definiendo.

Un orden social en el que el ciudadano quiere decidir sobre aquello que le afecta porque ahora disfruta de la capacidad de difundir sus ideas al mundo entero sin intermediarios; porque puede auto organizarse con otras personas a partir de su propia iniciativa o de la que comparte con otras personas con los mismos objetivos o intereses; porque puede participar en la toma de decisiones si la superestructura de poder social le deja; porque puede y quiere ejercer un mayor control sobre los que nos gobiernan; porque con su actividad genera una efecto de transparencia social donde cada vez hay menos espacio para el poder omnímodo, lo secreto y lo oculto.

Son todas estas nuevas capacidades (y otras que quedan en el tintero) las que están generando ya un caldo de cultivo social que empieza a demandar - y más pronto que tarde a exigir- un nuevo replanteamiento del actual modelo democrático y del sistema de organización y representación política, para hacerlos más democráticos y participativos, y con ello menos opacos y autónomos.

Este es el efecto de fondo del miedo que nos meten y con el que nos abruman, solo para que no despertemos y nos demos cuenta de que este, mejor que ningún otro, es el momento para reclamar y acometer cambios profundos y de calado con el que poner fin el orden social de rapiña en el que vivimos.

Consejo Editorial “La Antorcha de la Información”

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