Se agotan ya los calificativos y descripciones para la situación generada por el COVID-19. Se ha llegado a hablar de guerra, pero ésta es una guerra muy distinta a otras: se trataría de una guerra para salvar personas y no matarlas, para defender a toda la Humanidad, no para luchar entre países. Y sí: como en toda guerra, necesitamos grandes consensos y unidad, movilización general y popular en pos de objetivos comunes.
Todos los estados del mundo están haciendo frente en las últimas semanas a una doble guerra en torno al coronavirus. Una es la batalla sanitaria; otra, la económica, a corto y largo plazo. La batalla por respirar y vivir, y la batalla por trabajar y comer. Pero España (como país, como Estado, como Gobierno) está siendo víctima de una tercera guerra: la batalla político-mediática, que no se da en el resto de la UE o no al menos con esa intensidad.
El Mando Único ha tenido efectos de todo tipo. Uno de ellos es el Marco Único de guerra comunicativa. Lo que Borkenau llamó "el reñidero español" se nos está mostrando en toda su crudeza. El escenario principal de esta guerra comunicativa está en Madrid; los generales son los líderes de los partidos; los grandes medios de comunicación ejercen de artillería€ y las personas fallecidas han sido convertidas irresponsable e irrespetuosamente en armas arrojadizas de unos contra otros. La población confinada, intoxicada por ambos bandos con sobredosis de información y manipulación, tanto por los medios como por las redes, es la infantería, en la mayoría de los casos involuntaria. Ese Marco Único del reñidero español se proyecta luego al resto de las comunidades autónomas.
Esta tercera guerra político-mediática resulta cancerígena socialmente, y actúa como quinta columna del auténtico enemigo: el coronavirus. En crisis de las dimensiones de ésta, siempre se acaba buscando culpables. Si continuamos enfangados en esta tercera batalla, será muy difícil que afrontemos las otras dos con seguridad y eficacia. Y son batallas cruciales las que la ciudadanía espera que resolvamos.
Nos enfrentamos al mayor drama y al mayor reto de nuestra vida, tanto en materia de salud como en economía. Este escenario nos exige tomar decisiones rodeados de incertidumbre, con muchos riesgos. Un escenario en el que la batalla por la salud necesita más tiempo, al tiempo que la batalla por la economía nos urge a salir ya. ¿Qué necesitamos para ser capaces de asumir riesgos y buscar el equilibrio de los tiempos entre salud y economía? Necesitamos que gobiernos y oposiciones, el conjunto de la sociedad, tengamos objetivos comunes y horizontes compartidos.
Tomemos ejemplo de nuestros ayuntamientos, las instituciones más cercanas física y emocionalmente a la ciudadanía. La mayoría de los consistorios han actuado con unidad. Nuestros pueblos usan el sentido común y a sus representantes no se les ocurre decepcionar a sus vecinos, que no perdonarían que anden con politiquerías con la que está cayendo. Si esto es posible en nuestros ayuntamientos, ¿por qué no a nivel de toda Navarra? Necesitamos debatir y consensuar soluciones, y no competir por buscar culpables. Necesitamos una sociedad informada y no intoxicada. Necesitamos que brillen los y las buenas periodistas por su independencia y su colaboración con la causa común de toda la ciudadanía. Tenemos la responsabilidad de evitar que se abra más aún la sima entre la sociedad y sus representantes. Debemos salir de la política de bandera partidista y de trinchera mediática; debemos salir de esa tercera batalla político-mediática€ y encontrarnos, con pleno convencimiento, en el consenso y el pacto.
Por eso pido el alto el fuego de esa tercera batalla político-mediática; pido que Navarra, en su conjunto, trabaje para aislarse de esa batalla y trabaje a favor de Navarra. Pido, como escribió Blas de Otero, la paz y la palabra. Porque la sociedad, que ha dado enormes muestras de responsabilidad en su confinamiento, merece ser tratada como lo que es, una ciudadanía madura, movilizada y comprometida.
Con todo ello en mente, pido y propongo la generación de espacios de encuentro en un Gran Acuerdo transversal en lo social, integrador de todas las áreas económicas, científicas y del conocimiento; y multipartito en lo político. Un acuerdo para la reconstrucción de Navarra que, creo, reclama la mayoría social de nuestra comunidad. Esa mayoría que exige unidad. Unidad que no significa pensamiento acrítico o disciplina militar ni censura ni control de no afectos, sino que cada uno aplique la responsabilidad más elevada de que sea capaz para defender el bien común. Significa hablar, sentarse, discrepar y acordar. Y no sólo entre partidos, también con y entre agentes sociales. Implica un alto el fuego en las causas partidistas, un dejar de mirar quién propone y analizar qué propone. Implica altura de miras de gobiernos y de oposiciones, de todas y todos y a todos los niveles (desde el municipal al europeo pasando por el autonómico y el estatal). Implica seguir modelos que sabiamente nos vienen marcando otros países europeos y responder a la demanda de la mayoría social: primero salgamos de esta, con unidad, y luego ya pasaremos las facturas.
Necesitamos unión sobre cómo recuperar cierta normalidad o cómo crear la nueva normalidad. Unión sobre cómo articular ese nuevo escenario post-COVID-19 sin dejar a nadie atrás. Reconstruyamos un Estado de Bienestar con protección social, con una economía que vuelva a latir y con una sociedad que aproveche lo bueno aprendido en estas semanas en valores de solidaridad y esfuerzo compartido y borre el miedo y la desconfianza.
El Gobierno de Navarra deberá liderar la recuperación sanitaria y económica, contando con el esfuerzo y el talento profesional, académico, industrial y la resiliencia laboral que tenemos en nuestra tierra. Pero a liderar se empieza compartiendo información, proyectos, riesgos y posibles soluciones. Para ello necesitaremos inteligencia colectiva y esfuerzo compartido. Será necesario que agentes sociales, económicos y políticos formen mesas de trabajo sectoriales para aportar lo mejor de cada uno en cada aspecto. Serán imprescindibles el diálogo, los consensos, la capacidad de ceder de todas y de todos. Hará falta generosidad y no perder de vista el objetivo común de la reconstrucción.
Navarra tiene elementos que me hacen ser especialmente propositivo. Haber gestionado la crisis sanitaria con cierta solvencia; disponer de un equilibrio de cuentas y un rating que nos permiten ser audaces en términos socioeconómicos, financieros y fiscales. Contar con una sociedad que sabe movilizarse como nadie y que se multiplica cuando se une me hace tener confianza en nuestra ciudadanía. Con Navarra como único partido y objetivo primordial. Hablemos y debatamos sobre modelos de desescalada o desconfinamiento para buscar el de mayor consenso, para que asumamos los riesgos necesarios entre todos. Hablemos de adaptar industrias y trabajadores a la nueva realidad. Seamos capaces de huir de la propaganda y de hablarle a una sociedad madura y comprometida, que sea capaz de entender que debemos aprender a convivir con el coronavirus; que sepamos que hasta es posible que no hayamos pasado lo peor.
Hoy más que nunca, autogobierno foral significa responsabilizarnos de nuestras competencias. Con esa responsabilidad debemos trabajar. Y debemos hacerlo todos los partidos con representación en el Parlamento Foral, pero no actuando como partidos€ sino como representantes, todas y todos, del global de la ciudadanía. Y eso no se consigue en el fragor de la guerra de factorías político-mediáticas; no se consigue, desde luego, en un nuevo reñidero español. Busquemos ese Gran Acuerdo para el que, humildemente, y como senador autonómico y representante por tanto del conjunto del Parlamento Foral, me ofrezco como catalizador y correa de transmisión hacia las instituciones estatales. Soy el senador autonómico de Navarra elegido por la mayoría de nuestro Parlamento, pero me dirijo a todas las fuerzas y especialmente a quienes no me votaron. Es verdad, soy de Geroa Bai; pero en esta batalla sanitaria y económica ni mi propia organización política me perdonaría si no actuara bajo un único ideal: Navarra y la Humanidad. Pido, sí, y propongo, la paz y la palabra.
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