Con 1.200 millones de habitantes, África ha sido el último continente en el que el Covid-19 ha penetrado desde que Egipto reportara el primer caso a mediados de febrero. Como en el resto del globo, actualmente apenas quedan rincones donde la pandemia no haya hecho acto de presencia, pero por el momento el número de casos registrados no se ha disparado como en otras áreas y, de hecho, hay que ir muy abajo en el ránking de contagios para encontrar a Sudáfrica, Egipto, Marruecos, Argelia, Camerún o Ghana, los más castigados del continente.
David del Campo, director de programas internacionales de Save the Children en el Estado español apunta a GARA a la explicación temporal como uno de los factores de esta situación y avanza que «lo que vamos a ver en los próximos días es un descenso de la epidemia en muchos países y un incremento en otros, entre estos últimos, principalmente países de África y América Latina». Sin embargo, en una situación tan poliédrica como la africana, son varios los factores a tener en cuenta.
Por ejemplo, Del Campo apunta a que «lo normal en muchos países de África es que la población no pase en su vida por un médico o un centro de salud y, por tanto, no se plantean ir al médico por síntomas del Covid-19».
En este sentido, apunta que «existe un muy difícil acceso a pruebas clínicas, a laboratorios de análisis. Los laboratorios que tienen capacidad de análisis con test PCR, por ejemplo, son una rareza en África. Solo los hay en algunos exclusivos hospitales en grandes capitales y no accesible a todo el mundo».
Otro elemento tiene que ver con la edad de la población. La edad media en Europa y la de África tienen más de 20 años de diferencia y, por ello, el impacto de los síntomas es menor en África. El representante de Save the Children enuncia también un «quinto elemento que tiene que ver con la densidad de población. Igual que es el continente más joven, también es el que tiene menor densidad de población. Las grandes urbes son limitadas. Precisamente los países de África donde más ha golpeado el Covid-19 son los países con mayor urbanización, como Sudáfrica o Marruecos. Es una población rural y dispersa»
Sin embargo, para David del Campo esto no debe hacernos pensar que el coronavirus no vaya a causar efectos en el continente africano, «sino que su impacto va a ser más lento, más silencioso, pero también será virulento como lo está siendo aquí, con una gran diferencia: aquí hay capacidades sanitarias para abordarlo, en África directamente dejarán que el virus acabe con las personas que no puedan superarlo».
Incertidumbre con el calor
En una comparecencia pública esta semana, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias español, Fernando Simón, reconoció que las hipótesis que giran en torno a que el calor puede afectar al nuevo coronavirus van teniendo «más respaldo», una opción que tendría su incidencia en el caso africano, si bien avisó de la dificultad que existe para comprobar esta teoría.
Esa última es la postura que defienden para GARA desde Médicos sin Fronteras (MSF), entidad que lleva 50 años de acción humanitaria. «Es un virus todavía muy nuevo, así que hay aún muchos interrogantes para los que no hay aún una respuesta clara. Para nosotros es igual de nuevo que para el resto, así que me temo que no sabemos a ciencia cierta cómo se comporta el virus en determinadas circunstancias», apuntan.
En su extensa trayectoria, MSF ha tenido que luchar contra otras enfermedades igual de letales que la actual. Desde su prisma, «la diferencia de ésta con otras pandemias es su simultaneidad y su impacto global, que limita de una forma importante la atención en países con menos recursos».
De la delegación de Unicef en África Oriental y Meridional (ESA), agregan que «la trágica experiencia en la crisis del ébola en 2014-15 en África occidental, donde el número de muertes prevenibles entre menores de cinco años debido a la falta de servicios de salud superó el número de muertes por ébola, debería ser una advertencia para todos nosotros». Y es que, en la epidemia de 2018/2019, casi el 30% de los casos de ébola ocurrieron en niños, una proporción mayor que en brotes anteriores de esta enfermedad.
Apuntan que «la experiencia con epidemias pasadas como el brote de ébola y el SARS en África Occidental en 2014 ha demostrado los efectos indirectos de un brote. Las interrupciones de la cadena de suministro médico, la disminución de la utilización y la provisión de servicios de salud, los recursos de atención médica y la reasignación de personal pueden ser graves, a veces superando el impacto directo del brote en sí».
Invertir en higiene
En todas las partes del mundo se ha insistido mucho en la higiene y el constante lavado de manos como una de las principales medidas de protección para detener la propagación del virus, algo que se convierte en un reto en muchas zonas. Según datos de Unicef en ESA, sólo el 22% de la población tiene acceso a instalaciones básicas de lavado de manos con agua y jabón, y sólo el 63% tiene acceso al menos al suministro básico de agua, por lo que las diferentes organizaciones están trabajando en poder facilitar estas mínimas condiciones de higiene.
El coronavirus es también un reto para las organizaciones humanitarias desplazadas a la zona. «Es un tipo de crisis sanitaria muy diferente también para una organización como MSF que lleva 50 años en acción humanitaria, porque tenemos todos nuestros equipos en modalidad emergencia al mismo tiempo. Además, debemos mantener los servicios médicos esenciales que ya estábamos prestando, tomando las medidas necesarias de protección para nuestro personal y nuestros pacientes, al tiempo que ponemos en marcha nuevas actividades para responder al brote de Covid-19», aclara.
Desde esta organización también alertan de que «la actual crisis de salud global no puede dar pie a patentes ni beneficios en medicamentos, test o vacunas para el coronavirus. Estamos preocupados por el acceso a cualquier futuro medicamento, prueba o vacuna para el Covid-19 en los lugares donde trabajamos y en otros países afectados por esta pandemia. Por eso pedimos a los gobiernos que se preparen para suspender o anular las patentes de herramientas médicas para el Covid-19 mediante la emisión de licencias obligatorias. Eliminar las patentes y otras barreras es fundamental para ayudar a garantizar que haya suficientes proveedores que vendan a precios que todos puedan pagar», afirma Médicos Sin Fronteras.
Un ingrediente más a sumar a una combinación devastadora
Siendo de una gravedad extrema, el Covid-19 no es la única amenaza a la que tiene que hacer frente en amplias zonas africanas. Save the Children nos alerta de la extrema situación a la que tendrán que hacer frente los niños y las niñas desnutridas de Somalia, Etiopía y Kenia, donde el regreso de las plagas de langostas del desierto y de la temporada de inundaciones completan, junto al coronavirus, una combinación devastadora.
Las comunidades del Cuerno de África, que ahora se están preparando para el impacto del coronavirus, tendrán que afrontar en mayo nuevas plagas de langostas. El período inusualmente húmedo entre las lluvias cortas de 2019 y las largas de 2020 ha favorecido la puesta de huevos. Una sola langosta hembra puede poner hasta 158 huevos a la vez, así que se espera que, una vez que eclosionen en mayo, nuevas y enormes plagas crecerán en junio y julio, justo a tiempo para la cosecha, diezmando aún más los cultivos cruciales. Las acciones gubernamentales de control de la langosta, incluida la capacitación del personal y la pulverización de pesticidas, se enfrentan a nuevos desafíos debido a las restricciones para frenar al coronavirus.
Las lluvias también han provocado un aumento dramático en los niveles de los ríos de la cuenca del Shebelle, tanto en Etiopía como en Somalia, ascendiendo a su paso por la ciudad de Beledweyne hasta seis metros el pasado lunes. Se teme que el río se desborde y esté así hasta principios de mayo, poniendo en peligro a más de 240.000 personas, muchas de las cuales ya se vieron afectadas cuando las devastadoras inundaciones azotaron la región en octubre y noviembre de 2019.
Las nuevas plagas de langostas, los sucesivos fenómenos climáticos extremos y la dependencia de formas de ingresos que se ven afectadas por las restricciones del coronavirus –como el turismo y las remesas– han ejercido una presión sin precedentes sobre las familias altamente vulnerables y desnutridas en todo el Cuerno de África. Los precios de los productos básicos han aumentado en más de un 2% en Somalia, un incremento sustancial para las familias que viven por debajo del umbral de la pobreza. Save the Children tiene constancia de que las familias ya se están saltando comidas debido al aumento de los precios de los alimentos. Las remesas, un mecanismo vital de apoyo familiar y un ancla para muchos medios de vida en la región, se han visto afectadas por cierres, despidos e interrupciones comerciales en países de todos los continentes por causa de la pandemia del Covid-19.
Al menos 5,2 millones de niños y niñas menores de cinco años ya padecen desnutrición aguda en Somalia, Kenia y Etiopía, incluidos casi 1,3 millones de niños y niñas que están gravemente desnutridos y en riesgo de morir de hambre.
Yvonne Arunga, directora de Operaciones Regionales de Save the Children para África Oriental y Meridional, asegura que «2020 será un año decisivo para una generación de niños y niñas en todo el Cuerno de África. El coronavirus llega en un momento en que ellos y sus familias ya están lidiando con múltiples amenazas, como las crisis climáticas recurrentes, los conflictos armados y las plagas de langostas. En consecuencia, los frágiles medios de vida están siendo completamente destruidos»
Jon Ormazabal, en GARA
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