La presidenta Chivite quiere impulsar en Navarra un gran pacto político, económico y social bajo la idea general de reconstrucción de las consecuencias sociales, laborales y económicas que deje tras de sí la crisis del COVID-19. Parece lógico en esta situación buscar acuerdos que empujen en positivo desde las instituciones y la política la labor de responsabilidad que está demostrando la inmensa mayoría de la sociedad en favor de los intereses generales y del bien común. Pero que tenga cuidado Chivite. A veces, estos pactos los carga el diablo. Le basta ver el recorrido errático que ha tenido la propuesta similar de Sánchez en Madrid. Planteó en principio una reedición de los viejos Pactos de la Moncloa del siglo pasado, en 1977 cuando el cadáver del genocida Franco aún respiraba en los poderosos núcleos de poder del enorme aparato franquista instalado en todos los resortes del Estado. De hecho, de aquella operación, más allá de la progresiva consolidación de un sistema democrático parlamentario, el tardofranquismo fue el principal ganador. Y las consecuencias de aquella victoria siguen aún hoy, 40 años después, lastrando la calidad y madurez de la democracia española. Esa propuesta hizo aguas rápidamente. El PP no tiene intención alguna de ofrecer colaboración ni de arrimar el hombro con Sánchez en esta crisis. Su objetivo único es tumbar su Gobierno, desbancar a Podemos, romper las alianzas políticas de Sánchez con el PNV y otros sectores nacionalistas y de izquierdas y recuperar por la vía que sea el poder. De hecho, ni siquiera el pacto se debatirá en Moncloa. La idea es buena, pero la gestión política ha derivado en otro fiasco que deja el camino libre al PP y a Vox para convertir esa comisión parlamentaria en un escenario de teatro político de la peor calidad y un altavoz mediático más de su acoso y derribo a Sánchez. Más en un momento en que sus relaciones con los aliados que le han llevado a Moncloa atraviesa momentos de desconfianza. En todo ello debe pensar Chivite. Es cierto que su situación de partida es mejor aritméticamente. La coalición de Gobierno con Geroa Bai y Podemos ya le garantiza más votos que los 20 de la coalición de derechas. Y si le añade a EH Bildu e I-E, que votaron la investidura de Chivite y posibilitaron los Presupuestos de 2020, la suma llega a 30 parlamentarios de 50. De esos apoyos mayoritarios en la Cámara debieran salir las bases del Plan de Reconstrucción que necesitará Navarra y tratar de incluir en su contenido a agentes sociales, económicos, académicos, economistas, ayuntamientos, etcétera. Y a Navarra Suma. Aunque los discursos de García Adanero y Sayas compitiendo con Vox contra el Gobierno de Sánchez no apunten a una actitud constructiva. Ni tampoco el disimulado discurso del palo y la zanahoria de Esparza, que no oculta su ansia por recuperar la senda de la bronca en Navarra. La propuesta es necesaria, pero debe ser eficaz en sus resultados. Y para ello parece imprescindible contar con apoyos garantizados de partida. Navarra se juega mucho en los próximos meses y buena parte del desenlace final dependerá de las decisiones que adopten los responsables políticos desde la capacidad del autogobierno. Por ejemplo, la emisión de deuda, repensar los Presupuestos o adecuar la fiscalidad. La credibilidad y la sostenibilidad del Gobierno de Chivite arriesga también mucho en esas decisiones.
Joseba Santamaría, en Diario de Noticias
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