Tras el asesinato del jefe de la Fuerza Quds, nada será igual ya en Oriente Próximo. Soleimani era un dirigente fundamental del régimen iraní y estaba en el punto de mira de la CIA y del Mossad desde hace tiempo. La administración norteamericana (Israel siempre estará al lado, cuando no delante), en momentos difíciles para Donald Trump, golpea durísimamente a Irán y agudiza todas las tensiones existentes en la zona. La respuesta de este país no se hará esperar. ¿Habrá escalada? No se puede descartar. Lo que está claro es que EEUU e Israel se arrogan el poder para intervenir en cualquier lugar del mundo para eliminar a sus supuestos enemigos aunque sea violando el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas. En este caso se ha asesinado a un destacado militar iraní en Bagdad.
Como es sabido, la invasión de Iraq cambió profundamente el mapa político en esa parte crucial del mundo. EEUU, no solo no sacó ventajas de esa guerra, sino que, en muchos sentidos, la perdió. El conflicto sirio aclaró aún más la correlación de fuerzas existente. Todo se ha movido. Rusia retorna como actor principal en la zona; Turquía gana autonomía y define con mucha claridad sus intereses estratégicos que, como estamos viendo, llegan al conjunto del Mediterráneo, empezando por Libia. Arabia Saudí se convierte progresivamente en una gran potencia militar e interviene en Yemen, en una guerra -hay que subrayarlo- que no está ganando, e Irán refuerza decisivamente su papel en los tres mundos en los que Soleimani se ha movido con pericia: Iraq, Siria y el Líbano.
EEUU e Israel viven una situación interna bastante parecida: bloqueo político y elecciones en el horizonte. Netanyahu, acorralado por la corrupción, se prepara para unas nuevas elecciones; Trump a la espera del impeachment y con unas elecciones menos inciertas que las de su aliado israelita. Ambos necesitados de dar sensación de poder, de fortaleza y de capacidad para matar a sus adversarios, lo que suele favorecer en campaña electoral. El tema, sin embargo, va más allá: el Estado de Israel no está dispuesto a consentir la existencia de una potencia que pueda poner en peligro sus intereses vitales que, como es sabido, son los de toda esa zona. Lleva años intentando intervenir en Irán. Una operación de este calibre difícilmente se podría hacer sin su colaboración y ayuda logística. Hay que insistir, como señalaron Mearsheimer y Walt, en que Israel es un actor interno en EEUU, es decir, tiene tal influencia y poder en sus instituciones, que es capaz de determinar, en muchos sentidos, la política que hacen las distintas administraciones norteamericanas.
Que Irán responderá, no hay duda; el dónde y el cómo, determinarán si se tratará de un episodio más en el conflicto o definirán una nueva fase donde la guerra de alta intensidad volverá a aparecer en la zona. La situación es propicia para los que quieren resolver, de una vez por todas, la cuestión iraní y terminar con el régimen de los ayatolás. Israel está en ello. La reacción de Rusia y Turquía tampoco se hará esperar mientras la guerra sigue tanto en Siria como en Yemen.
Hace unas semanas, el presidente Macron hablaba de que la OTAN estaba en muerte cerebral y planteaba pasar página, retomando una nueva política de defensa y de seguridad para una Europa más soberana. Merkel y Trump respondieron afirmando la necesidad de la OTAN en momentos de cambios geopolíticos profundos. Si alguna vez la UE fuese capaz de definir sus intereses estratégicos reales en el Mediterráneo, y específicamente en el Oriente Próximo, tomaría nota de que Israel y EEUU nos pueden estar conduciendo a una nueva guerra en una zona vital para los intereses europeos. Para España no se trata de algo ajeno. Por lo pronto, la administración Trump plantea reforzar su presencia en Rota y no sabemos con precisión si también en Morón. El nuevo gobierno pronto deberá definir su posición.
Manolo Monereo, en Cuarto Poder
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