viernes, 20 de diciembre de 2019

"HIERBA DE BRUJAS": UNA HISTORIA DE UNA ÉPOCA CONVULSA, EN LA QUE SE ENTREMEZCLAN POLÍTICA Y RELIGIÓN"

La caza de brujas en Euskal Herria fue mucho más que Zugarramurdi y Pierre de Lancre. Toti Martínez de Lezea recrea en su nueva novela, Hierba de Brujas, en castellano, Sorgin Belarra, en euskera, un episodio tan cruento como desconocido. En tan dramáticas circunstancias teje los hilos de sus vidas una variopinta saga de personajes.

En Hierba de Brujas vuelve al siglo XVI, a uno de sus episodios más traumáticos, la caza de brujas. Sin embargo, son hechos poco conocidos, que no han alcanzado la notoriedad de los de Zugarramurdi en 1610. ¿Por qué ha elegido ese capítulo de nuestro pasado?
Precisamente por eso, porque es poco conocido. Para hacernos una idea, en Logroño juzgaron a medio centenar de vecinos y vecinas de Zugarramurdi, ejecutando en la hoguera a once de ellos. Noventa años antes, 1525-1527, en los valles de Erronkari, Zaraitzu, Aezkoa y Erro, asesinaron a entre cien y doscientas personas en la hoguera y en la horca. Los historiadores no se ponen de acuerdo, pero no hubo pueblo ni aldea que no sufriera la acción de los jueces civiles enviados por el Consejo Real de Navarra, ya entonces bajo la Corona de Castilla.

En la novela son varias las voces que interpretan la caza de brujas como una forma de disciplinar a comunidades rebeldes. ¿Comparte esa visión?
Por supuesto. Barandiaran, Caro Baroja, Lacarra y algunos otros señalan este hecho, aunque hipotéticamente, puesto que no existe documentación que avale que la caza de brujas fuera un medio de represión, muy efectivo, por cierto. Una prueba podría ser el hecho de que el licenciado Pedro de Balanza, uno de los seis consejeros reales, juez y oidor de Navarra, fuera a Iparralde en 1521 al mando de un ejército y cuatro años después acudiera a los valles a… ¿cazar brujas? Es ridículo, y más en aquellas zonas, claramente agramontesas, contrarias a la ocupación extranjera.

Esa represión también se aplica, caso del personaje de Milia, como vía para socavar una serie de prácticas, saberes y oficios transmitidos de generación en generación entre mujeres…
Digamos que aprovecharon para matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, acabar con los focos de resistencia al nuevo gobierno y por otro, con los remanentes “paganos” que persistían en la zona, mantenidos y transmitidos por las mujeres, y de paso también con la lengua y las tradiciones, incomprensibles para los nuevos ocupantes.

Aparte de los hechos históricos, ¿qué plantea Hierba de Brujas?
Una novela es ante todo una narración sobre unos personajes, sus ideas, sus modos de vida, ambiciones, miedos… El hecho de situarlos en una época concreta, es solo el escenario de la trama. En Hierba de Brujas los lectores encontrarán, entre otros, a una joven, Loredi, condenada desde su nacimiento por ser la séptima de siete hijas; a su padre, Balendin, dispuesto a todo con tal de salvarla de los infundios; al juez Balanza, hombre chaquetero donde los haya con tal de medrar y enriquecerse; a Avellaneda, obsesionado con el sexo y la caza de brujos inexistentes. Es una historia que transcurre en una época convulsa donde política y religión se entremezclan, y en la que sus protagonistas se debaten entre el bien, el mal y la supervivencia.

Tomás Zaballa, en postdata.elkar.eus

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