Más de diez millones de portugueses tienen el próximo domingo 30 una cita con las urnas para resolver la principal incógnita de estas elecciones legislativas anticipadas: si los votantes amplían la escueta mayoría que sustenta al actual primer ministro, el socialista António Costa, o si, por el contrario, dibujan un escenario todavía más endiablado en el que las fuerzas minoritarias podrían inclinar la balanza a izquierda o a derecha a su antojo. Hasta 21 candidaturas se disputan los 230 escaños de la Asamblea de la República, donde actualmente tienen representación nueve partidos y coaliciones.
Los sondeos no ayudan demasiado a esbozar hipotéticos escenarios poselectorales. El jefe de Gobierno y secretario general del Partido Socialista (PS) encabeza todas las encuestas, aunque pierde fuelle según avanzan los días. La consulta del Centro de Estudos e Sondagens para el diario Público y la cadena RTP, publicada este viernes, le concede a Costa un 37 % de los sufragios y entre 99 y 110 escaños (la mayoría absoluta está en 116 actas). Le sigue de cerca el exalcalde de Oporto Rui Rio, líder del conservador Partido Social Demócrata (PSD), con una horquilla de 89 a 100 diputados y un 33 % de apoyos, recortando así una ventaja que el 13 de enero era de nueve puntos.
Con esas expectativas sobre el tablero, Costa y Rio apelan una y otra vez al voto útil que garantice la gobernabilidad del país. El primer ministro, que hasta ahora elegía siempre la expresión «mayoría reforzada», empleó esta semana por primera vez la fórmula «mayoría absoluta», que se resistía a usar para no despertar recelos entre sus antiguos socios de la geringonça de izquierdas (Bloco de Esquerda, Verdes y Partido Comunista). Una mayoría absoluta que parece distante, pues para sumar 116 escaños necesitaría acaparar el 41 % de los votos y ningún sondeo le ha otorgado más del 39 %.
El jefe del Ejecutivo luso no quiere repetir la alianza de izquierdas que respaldó su primer mandato entre el 2015 y el 2019. Aquella receta, que permitió mitigar los ajustes de la temida troika, ya la descartó tras las legislativas del 2019, cuando pactó con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista una serie de apoyos parlamentarios externos, pero ya sin un acuerdo formal que blindase la legislatura. El divorcio se consumó el pasado octubre, cuando el Bloco y los comunistas sumaron sus votos a los de la derecha para tumbar el proyecto de presupuestos del Gobierno socialista. Estaban en juego los 16.000 millones de los fondos de recuperación de la UE —para cuya concesión Bruselas exige tener las cuentas públicas aprobadas—, pero el acuerdo fue imposible y el presidente de Portugal, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, disolvió el Parlamento y convocó elecciones anticipadas para este 30 de enero.
Ascenso de la ultraderecha
Los sondeos coinciden en dos puntos: António Costa ganará con una ventaja escasa sobre Rui Rio y Chega, el partido ultraderechista liderado por André Ventura, multiplicará su presencia en la Cámara. Ventura, antiguo militante del PSD, es ahora el único diputado de Chega en la Asamblea, pero las encuestas apuntan a que Chega podría obtener entre 7 y 9 actas (con el 6 % de los votos) y convertirse en la tercera fuerza parlamentaria. Ventura ha tomado nota y ya ha advertido a Rio de que, si el PSD quiere contar con su respaldo para gobernar, tendrá que incluirlos en el Ejecutivo e incorporar sus propuestas a la agenda legislativa.
Al menos en campaña, el líder del PSD asegura que no quiere a Chega en el Gabinete. Rui Rio ha propuesto a António Costa que los dos grandes partidos firmen un acuerdo para que gobierne la lista más votada y no tengan que apoyarse a un lado en los comunistas y, al otro, en la extrema derecha. El primer ministro no ha aceptado el envite y los socialistas han recordado a Rio que en las Azores ya comparte un gobierno regional con la ultraderecha.
En el flanco izquierdo, mientras Costa implora a los votantes que le otorguen la mayoría absoluta, sus antiguos socios ya le ponen deberes para el día después. El Partido Comunista —integrado junto a los Verdes en la Coalición Democrática Unitaria— y, sobre todo, el Bloco de Esquerda, descartan repetir la fórmula pactada en el 2019 para brindar apoyos parlamentarios puntuales al Gobierno socialista y exigen resucitar la geringonça de izquierdas con un pacto de legislatura similar al que sellaron en el 2015.
Doscientos euros de subida del salario mínimo y abolición de la tauromaquia
La gobernabilidad de Portugal después del día 30 copa la agenda de la campaña, en la que los programas e incluso los propios candidatos han quedado arrinconados por la necesidad de tejer alianzas poselectorales que garanticen un mínimo de estabilidad parlamentaria. Los posibles pactos entre las listas más poderosas, las del Partido Socialista y el Partido Social Demócrata, y las formaciones minoritarias han cobrado un protagonismo inédito en los debates televisivos, que incluyen dos grandes duelos de las nueve principales candidaturas en la cadena pública RTP y otros treinta cara a cara que retransmiten seis canales privados.
El segundo asunto que más pesa en los discursos es la economía. El paro, al contrario que en la vecina España, apenas encuentra un hueco en la refriega política, ya que el país posee una envidiable tasa de desempleo del 6,4 %. Pero Rio acusa a Costa de asfixiar a la clase media con una elevada presión fiscal y anuncia recortes de impuestos, mientras que el socialista promete que subirá el salario mínimo de los actuales 705 euros a 900. El ultraderechista André Ventura recurre a la economía para agitar algunos de los espectros favoritos del populismo, como la «subsidiodependencia» que, a su juicio, asola Portugal.
La pandemia y su gestión han reabierto el debate sobre el papel de la sanidad y, en concreto, qué rol deberían desempeñar en el futuro los hospitales privados para complementar el servicio que prestan los centros públicos.
Otras cuestiones que se han colado en la campaña, aunque sea de forma colateral, son el proyecto para reforzar el protagonismo de las regiones, que ha puesto sobre la mesa el presidente Rebelo de Sousa para la próxima legislatura, y la agenda específica de algunas formaciones, como el animalista PAN, que algunos sitúan ya en la órbita de un pacto de izquierdas y que exige la abolición total de la tauromaquia.
Temor a un fuerte aumento de la abstención y a una mayor atomización del Parlamento
Las repeticiones electorales no suelen despertar el entusiasmo de los votantes. Tampoco las pandemias. Por eso, uno de los mayores temores de las autoridades es que la participación se desplome en los que serán ya los cuartos comicios celebrados a la sombra del covid-19. En las presidenciales de enero del 2021, Marcelo Rebelo de Sousa fue reelegido como jefe de Estado con una abstención de más del 60 %. En las legislativas del 2019, la participación apenas superó el 48 % del censo. Y esas cifras sobrevuelan como una pesadilla los centros de decisión de los grandes partidos, ya que una abstención muy elevada podría distorsionar la composición del Parlamento, disparando el peso de formaciones minoritarias situadas en los extremos del espectro ideológico.
Para frenar estas tendencias y movilizar incluso al electorado confinado, el Gobierno luso acordó esta semana que los pacientes con coronavirus que permanecen aislados en sus casas puedan acudir a las urnas. Para no coincidir con el resto de votantes y evitar posibles contagios, los positivos en covid-19 podrán depositar su papeleta de seis a siete de la tarde en los colegios electorales y, por supuesto, también han podido acogerse durante los últimos días a la fórmula del voto anticipado por correo.
Más fragmentación
Al margen del fantasma de la abstención, los principales actores políticos de Portugal tienen fundados temores de que los comicios del próximo domingo no solo no simplifiquen el actual puzle de siglas de la Asamblea de la República, donde nueve formaciones se reparten 230 escaños, sino que el nuevo arco parlamentario esté incluso más fragmentado.
En la actual composición de la Cámara, el Partido Socialista tiene 108 diputados (la mayoría absoluta está en 116) y el conservador PSD suma 79 legisladores. Ya a una distancia notable se sitúan el Bloco de Esquerda de Catarina Martins (19) y la coalición CDU, que agrupa a comunistas y verdes y que lidera Jerónimo de Sousa, con 12 actas. A partir de ahí, la atomización es notable, con una combinación de siglas que no alcanzan la barrera del 5 % de los votos. La coalición conservadora CDS-Partido Popular ostenta cinco escaños, los animalistas del PAN poseen tres parlamentarios y otras tres fuerzas mantienen una plaza en la Cámara: Chega, Iniciativa Liberal y Livres. Otras doce listas aspiran ahora a unirse a ellos.
Luis Pousa, en La Voz de Galicia
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