El 23 de agosto de 1936, el Obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, fue el primer prelado del Estado Español en definir el Golpe Militar Fascista como una Cruzada. Aquel mismo día se realizó una macroprocesión en Pamplona en honor a Santa María La Real, donde todas las fuerzas implicadas en la represión y el levantamiento fascista comulgaban al unísono con el cuerpo de Cristo.
Mientras esto ocurría en Pamplona, horas antes 53 presos políticos republicanos eran maniatados y montados en autobuses con la falsa de promesa de ser liberados. Todos ellos habían sido hechos prisioneros entre los meses de julio y agosto de aquel fatídico año 36. Los autobuses fueron conducidos a Cadreita, a la Corraliza bardenera de Valcaldera.
Allí, falangistas y carlistas, se repartieron las suertes de ir dando a muerte a los 52 republicanos, ya que uno de ellos, Honorio Arteta, consiguió escapar malherido. La matanza de Cadreita fue una de la mayores “sacas” de las tantas cometidas en Navarra por el fascismo.
La infamia y la hipocresía del Régimen Franquista, bendecido por la Iglesia Católica, fue de tal desfachatez que a estos asesinados de Valcaldera los sacaron de la fosa de Cadreita y fueron llevados al Valle de Los Caídos intentando alejar y tapar la memoria y la huella de la represión fascista realizada en Navarra.
En su memoria
La insistencia y gestiones de algunos familiares a nivel personal consiguieron, parece ser, que los restos fueran traídos en 1979 a Corella donde se les rindió algún pequeño sepelio u homenaje. A partir de aquí se pierde la pista de los restos de los 52 asesinados en Valcaldera.
Desde aquel 23 de agosto de 1936, hasta el día de hoy, sus familiares no saben dónde están los restos de sus seres queridos. Secuestrados en Pamplona, asesinados en Cadreita, secuestrados de nuevo y llevados los restos al Valle de Los Caídos para escarnio de las familias y en secreto, y de nuevo sus restos desaparecidos.
En ningún cementerio navarro queda constancia que fueran depositados los restos de estos republicanos. En Cadreita, en el caso de la Corraliza de Valcaldera, no existe justicia, no existe verdad, y no quieren que exista memoria. Después de 84 años, los diferentes gobiernos del postfranquismo no han tenido ni dignidad ni voluntad alguna para dar respuesta a los familiares de los desaparecidos.
Asesinados por ser fieles y defender el Estado de Derecho Republicano y la soberanía popular y democrática, a día de hoy sus familiares vivos exigen al Estado Español, encargado de la cadena de la custodia de sus cuerpos, que responda a sus legítimas exigencias de justicia, verdad y reparación.
Todavía hoy
Mientras esto no ocurra, mientras la noche siga tapando la luz de los hechos acaecidos y los cuerpos o sus restos sigan desaparecidos, el Estado Español seguirá en las antípodas de lo sucedido en otros Países y Naciones donde los fascismos se impusieron también por las armas y tras ser derrocados o muertos sus dictadores, la ruptura democrática conllevo implícitamente la búsqueda de los desaparecidos y castigo a los culpables.
La farsa montada tras la muerte de Franco en 1975 supuso en el Estado Español todo lo contrario, la bendición democrática a los sustentadores económicos, políticos, militares y policiales del Régimen del Dictador y su heredero, el emérito borbón Juan Carlos se ha cobrado el Botín de Guerra.
Aquí cabría decir, “sin palabras” y acabar el artículo, pero la llegada del Manifiesto de los 90 exministros defendiendo la figura del monarca ladrón y de la monarquía, no hace sino ensuciar, todavía más, la memoria de los represaliados y desparecidos de la Matanza de Cadreita, y aquí sí, Viva la República.
Santi Lorente, en Ateneo Republicano
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