miércoles, 3 de abril de 2019

UNA DECISIÓN INCOMPRENSIBLE

A los lectores jóvenes, y a los no tan jóvenes, puede que no les suene lo del 'sindicato del crimen', aunque no estaría mal que les sonara. Fue el calificativo que recibió la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes (AEPI) que se constituyó el 13 de agosto de 1993 en Marbella. Fue el año en que se suponía que José María Aznar iba a ganar las elecciones generales, pero que las acabó ganando por cuarta vez Felipe González en una campaña singular, en la que, por primera vez, en el PSOE se privilegió al candidato sobre el partido. Felipe González se vio acompañado por un número considerable de intelectuales y artistas de izquierda, pero sin vinculación orgánica con el PSOE, que se constituyeron en aval de su candidatura. Algunos de ellos se acabarían integrando en el Gobierno socialista que se constituyó tras las elecciones.

La AEPI se inspiró en esa coalición informal que había apoyado a Felipe González para intentar conseguir justamente lo contrario. En ella se integraron gente de procedencia muy diversa: Luis María Ansón, Pablo Sebastián, Luis del Olmo, Pedro J. Ramírez, José Luis Balbín, Martín Ferrand, Antonio Burgos, Antonio Herrero, José Luis Gutiérrez, Julio Cerón, Federico Jiménez Losantos, Camilo José Cela, Francisco Umbral, García Trevijano, Raúl del Pozo, Julián Lago y algún otro que no recuerdo en este momento. El objetivo de la asociación era desalojar “como fuera” a Felipe González de la Presidencia del Gobierno, para lo que se pusieron en marcha operaciones en las que, como reconoció públicamente Luis María Ansón, “se rozó la estabilidad del Estado”.

Salvando todas las distancias, que son insalvables, es del sindicato del crimen del que me acordé este pasado domingo al leer las crónicas periodísticas sobre la campaña de Cayetana Álvarez de Toledo en Barcelona. Sin constitución de ningún tipo de asociación, a la llamada de José María Aznar han acudido personajes como Rosa Díez, Fernando Savater, Andrés Trapiello, Albert Boadella, Felix Ovejero, José María Fidalgo con el objetivo de conseguir que la candidata del PP sea elegida diputada por Barcelona. La falange de apoyo crecerá a lo largo de la campaña, con indudable contribución mediática.

No recuerdo un caso igual en todas las elecciones celebradas hasta la fecha. Hubo un movimiento parecido en 2001 en torno a la candidatura de Jaime Mayor Oreja en las elecciones vascas. Pero en aquel caso se trataba de unas elecciones, en las que se trataba de la “reconquista” del País Vasco, en el marco de una ofensiva antiterrorista de enorme envergadura, que, aunque no acabó consiguiendo el objetivo, acabaría desembocando en la aprobación de la ley de partidos, con cuya aplicación se produciría la ilegalización de Batasuna. No se trataba de elegir una diputada, sino de ocupar el Gobierno Vasco en un momento clave de la lucha antiterrorista.

En esta ocasión no hay nada parecido. Un movimiento para apoyar a una candidata en una provincia, aunque esa provincia sea Barcelona, en unas elecciones generales, es algo que no se ha visto nunca. Y que, probablemente, no volveremos a ver. La recomposición de una suerte de 'minisindicato del crimen' con un expresidente del Gobierno como 'padrino' para obtener un escaño en un Congreso de 350 diputados, no resulta fácil de explicar.

Se trata de una apuesta de riesgo, que es, al mismo tiempo, indicadora de una situación de extrema debilidad. El movimiento en torno a Mayor Oreja fue una expresión de fuerza. No se alcanzó el objetivo, pero no resultaba descabellado planteárselo. El movimiento en torno a Cayetana Álvarez de Toledo es todo lo contrario. Que se tenga que poner en marcha una operación de esta naturaleza no para ganar un gobierno, sino para evitar ser un partido extraparlamentario en Catalunya, es uno de los mejores indicadores del retroceso del PP como partido de gobierno de España.

Independientemente de que Cayetana Álvarez de Toledo consiga ser diputada por Barcelona o no, la operación que ha puesto en marcha el PP no va a servir más que para subrayar la enorme soledad del PP en Catalunya. Es la peor estrategia para enfrentarse al nacionalismo. Es una estrategia destinada al fracaso en lo inmediato y, lo que es peor, a cerrar cualquier perspectiva de futuro para el PP.

La estrategia es tan absurda que el PP sale perdiendo tanto si la candidata es elegida diputada como si no. Si no es elegida, se puede intentar pasar página y rectificar, pero, como sea elegida, el PP está condenado a quedar encerrado en un gheto de manera indefinida. Y un gheto ocupado por una señora diputada que ahuyentará a cualquiera que se acerque a sus proximidades.

Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla

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