sábado, 3 de septiembre de 2016

REGRESO A LOS MONTES TRAS EL BRUTAL INCENDIO

En Nafarroa hay un centenar de guardas forestales, de los que una docena son mujeres. María Martínez es una de esas pocas y fue testigo de cómo uno de los bosques de los que normalmente se preocupa, a apenas diez kilómetros de donde vive, ardía en un abrir y cerrar de ojos. Ahora, cuando han pasado unos días, GARA ha regresado a la zona junto con ella a revisar los daños. «Aquel día llegué cuando el fuego estaba en la tejería (un conocido punto de la nacional 121, muy cerca de dónde se inició el fuego) y vi cómo saltaba la carretera, el Zidakos y las vías. Después arrancó imparable hacia Pueyo», recuerda.

«El fuerte de los guardas es que conocemos los caminos. Yo me quedé aquí y mis compañeros fueron al flanco de Artajona, donde estuvieron con los bulldozers», comenta la guarda mientras se adentra por las pistas entre Orbaibar y Artaxoa.

Martínez reconoce que perdió «la noción del tiempo» durante el incendio. Recuerda con cierta emoción cómo salieron los vecinos al monte, tanto los agricultores como los de a pie, y también cómo bajaron tractoristas de otros pueblos de la zona. «Me los encontré en el monte, algo desordenados. Había un montón. Algunos se metían a apagar llamas en lugares de peligro. Les di pautas de seguridad y les asesoré».

En el enorme incendio, como en todas las tragedias, hay lugar para anécdotas. «Le pedí a un labrador que se tirara por una ezponda para poder hacer un cortafuegos. Él me dijo que luego no le multara. Le respondí a gritos que estábamos a lo que estábamos, joder». Martínez destaca esta entrega de los agricultores: «Tuvieron que hacer maniobras a las que no están acostumbrados, y si se estropea el tractor, nadie se hace cargo», explica. «Pienso que hay que dar cursos de formación. Vinieron muchos tractores, pero solo uno se trajo la pala puesta. Los pueblos debieran tener protocolos», opina.

«Aquí teníamos el viento a nuestro favor, las llamas venían más bajas y lentas. Si se miran las fotos aéreas, se ve cómo hay una parte donde el fuego se corta casi en línea recta. Ese es el trabajo que hicieron los vecinos», continúa. Según relata, al otro lado del monte, donde estaban los bomberos, fue mucho peor. Ellos atajaron unas llamas de pesadilla, al cumplirse la “regla de los tres 30”: más de 30 grados de temperatura, vientos de más de 30 kilómetros y menos de un 30% de humedad.

«Grité mucho, sí. Al llegar a casa me di cuenta. No tenía voz». Y sin embargo, Martínez, con 29 años, puso a todos los agricultores a raya. «Hasta que llegó la guarda, no teníamos ni idea de qué hacer», comentaban varios agricultores en un corro al día siguiente del gran incendio, cuando acudieron de nuevo al reavivarse unas llamas en la muga entre Puiu y Garinoain.

Afección ambiental
«Esta es una zona de alto valor ecológico. Es el bocage, donde las piezas de cereal se mezclan con zonas boscosas de coscojares, quejigos y carrascas. Es exclusivo de aquí. No existe en otro lugar y de Tafalla para abajo ya no lo ves», explica. «La gente de la zona sí supo valorarlo, por eso salieron tantos a apagarlo. Eso es lo importante. Hay una frase que siempre me repito mucho: 'Solo se conserva lo que se quiere y solo se quiere lo que se conoce'», remarca la guardabosques.

«Hubo mucho curioso y sigue viniendo mucha gente a cotillear por aquí, a ver el incendio. Vienen y se van, no les duele. No sabían cómo era antes», continúa. «Sé que hay otros bosques en Navarra mucho más famosos, pero yo siempre quise venir a trabajar a este. Aquí censamos animales, marcamos árboles para limpiar el monte... El trabajo es más variado que en otras partes», insiste Martínez.

En cuanto a la fauna, la guardabosques está preocupada por lo que no se ve. «La gente habla de las liebres, corzos, jabalíes. Pero lo preocupante es la fauna de suelo. La fauna edáfica, que le llamamos. Las culebras, los lagartos… Esa es la base de la pirámide y, dependiendo de cómo les haya ido, les irá al resto. Aunque hay animales que disfrutan de la carroña. Ahora está todo lleno de cernícalos. Están migrando y aquí, que no hay hierba, ahora lo tienen más fácil».

Sobre los grandes animales, Martínez relata como sus compañeros vieron un corzo en estado de shock. «Me dijeron que tenía parte del cuerpo quemado. Le tiraron tormos (terrones) de tierra y no reaccionaba. Los animales, a veces, actúan así ante el fuego, porque desaparece lo que conocen».

Habrá que esperar para ver cómo reacciona la masa arbórea. Se puede hablar de dos partes diferenciadas. Por un lado, aquella por donde pasó el frente de llamas quemándolo todo y reduciéndolo a cenizas. Fueron los términos de Puiu, Añorbe y Artaxoa los más afectados por la parte más voraz del incendio. Por otras zonas, sin embargo, las llamas cruzaron tan deprisa que no llegaron a agarrar las copas. «Eso se recuperará, aunque hace falta que llueva. La sequía estaba haciendo mucho daño ya al monte antes de que llegara el fuego. Está todo muy seco. Mis compañeros de Aezkoa me cuentan que las hayas de por allá están tirando ya hojas y no es tiempo aún».

Los que mejor lo tienen son los pinos carrascos. «Son variedades autóctonas, aunque en parte ardieron repoblaciones. Es una especie pirófila. Sus piñas explotan literalmente al arder y lanzan sus piñones por todas partes. Así se expanden. En las partes repobladas se ve cómo se plantaron por hileras, pero después del fuego rebrotará natural. Será más bonito –explica Martínez– . Los labradores cuentan cómo escuchaban estallidos que parecían disparos. No eran crujidos de llamas, sino las piñas».

En Garinoain hay un roble quejigo catalogado como monumento natural. A esos árboles se les protege con pequeño cerco de madera. «Aquí alguien hizo un cortafuegos y tiró la valla. El cortafuegos no sirvió, pero lo de la valla fue buena idea. Es probable que gracias a eso se salvara este roble. Si no lo hubieran tirado, el cerco de madera hubiera ardido y las llamas seguramente habrían alcanzado las ramas altas, ardiendo la copa», continúa Martínez. «De todos modos, ahora este árbol necesita que llueva», insiste.

Tras el fuego, se ha instalado un debate importante sobre cómo pudo suceder un incendio tan potente. En los últimos años ha proliferado mucha maleza y hierbas que, de tan secas que estaban, funcionaron como la yesca. Esto es así desde el abandono casi total de la ganadería extensiva en la zona. «La gente dice que el bosque está sucio. Y no es así. En realidad es más que eso. Este bosque estaba evolucionando. Sin ganaderías, sin caballerías, sin la necesidad de recoger leña, otras especies se imponen y el bosque se transforma. Lo que rebrote no será igual».

Aritz Intxusta, en GARA

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