“En los cuentos los hombres representan lo  positivo, el progreso, la superación de obstáculos; las mujeres son recompensas  a esos triunfos, piezas de caza”. La literatura y el cine han contribuido a  imponer en Occidente el ideal del amor romántico, un modelo que reserva papeles  distintos a hombres y mujeres. Coral Herrera Gómez lleva años estudiando la  configuración de ese modelo y está a punto de publicar el libro ‘La construcción  sociocultural del amor romántico’. Autora también de la página especialistaenamor.com, explica qué esperan del amor hombres y  mujeres.
¿El amor es una utopía?
  La posmodernidad es una etapa marcada por la  insatisfacción permanente. El hambre de emociones intensas nos condena a la  frustración. El amor se nos vende como un estado permanente e ideal a través del  cual llegar a la felicidad total. Es un refugio en el que mucha gente busca la  “salvación” individual. Al ser un ideal, la realidad no hace sino frustrarnos.  Cuantas más expectativas nos hacemos en torno a nuestra pareja ideal, más  sufrimos y más nos desencantamos. Idealismo y realismo son polos opuestos.
  ¿De dónde nace ese ideal?
  El romanticismo es un producto de la cultura  patriarcal. Es un fenómeno que comenzó en el XIX con la venta masiva de novelas  románticas  y que consolidó el cine de Hollywood, y ahora también la industria  de Bollywood. Se ha expandido por todo el planeta, como una epidemia  cultural.
  ¿Qué rol asigna el amor romántico a los  hombres?
  A los hombres jóvenes se les concede el rol de  animal salvaje. Su función es vivir aventuras y tratar de huir del compromiso  pero disfrutando de las mujeres. Una vez casado, al hombre se le asigna un rol  protector con su familia, es la cabeza pensante.
  ¿Y a las mujeres?
  Se nos asigna un papel doble. Por un lado están  las cazadoras de hombres, representadas como voraces e insaciables porque  sienten deseo propio y buscan formar una pareja con un hombre que las satisfaga  y las mantenga. Por otro lado están las que ejercen un rol pasivo, encerradas en  casa esperando a que llegue el príncipe azul que le otorgará una identidad y  colmará su vacío existencial. 
  ¿Siguen ellas soñando con el príncipe  azul?
Las mujeres a menudo asumen que son menores de  edad que precisan de cuidados constantes. Antiguamente las mujeres solo podíamos  ascender en la escala socioeconómica a través del matrimonio: las mujeres no  podían abrir una cuenta bancaria sin sus padres o maridos. Por eso siempre  deseaban que un hombre les otorgase el papel de adultas y les permitiese tener  presencia social en los actos públicos de su esposo. Ese deseo mitifica la  figura masculina a ojos de las mujeres, que buscan en ellos protección, placer y  cariño, seguridad, estabilidad y sobre todo, felicidad. Aunque después su vida  conyugal sea un infierno.
  ¿Y ellos, quieren ser príncipes  azules?
  El amor es cada vez más importante para los  hombres, pero han sido educados para no renunciar nunca a su libertad. Muchos de  ellos huyen del amor porque tienen miedo a ser dominados por la mujer. Si  pensamos en la figura tragicómica del calzonazos nos damos cuenta del  terror masculino al poder femenino. Es lo que probablemente impida a los hombres  tener relaciones igualitarias. Las mujeres hemos sido representadas  tradicionalmente como devoradoras insaciables.
  ¿Quién sufre más por amor?
  Todos sufrimos con la misma intensidad. Las  mujeres tenemos más herramientas para expresarlo y comunicarlo: dominamos el  lenguaje de los sentimientos y podemos desahogarnos con amigas y amigos. El  tradicional hermetismo de los hombres les lleva a padecer el sufrimiento en  silencio, porque les cuesta más tener conversaciones íntimas en las que muestren  su vulnerabilidad.
¿Están los hombres desorientados ante la  mayor independencia de la mujer?
  Hay autores que hablan de la crisis de la  masculinidad. El macho ibérico está en decadencia y es ridiculizado en la  televisión. Además, el proceso de independencia de las mujeres está siendo  arrasador para algunos: han sido educados para entender que el papel de las  mujeres es cuidarlos y asistirlos; les choca que su compañera gane un sueldo  superior al suyo. Las técnicas de reproducción asistida también les quita su  importancia, porque una mujer puede procrear sola gracias a la tecnología, sin  necesidad de tener pareja.
¿Cuál es el aspecto del amor romántico que  más perjudica a los hombres?
  La cultura patriarcal ha enseñado a los hombres  a ser fuertes, valientes, violentos, protectores. Tienen que defender a su  familia, trabajar deslomándose para mantenerla y lograr el éxito en su vida  profesional. Los hombres de verdad tienen que ser viriles, con un apetito  sexual devorador, y se les reclama que cumplan en la cama siempre, como si  fueran máquinas perfectas de erección y eyaculación. Hoy los hombres  antipatriarcales quieren deshacerse de estos imperativos culturales y reclaman  el derecho a ser sensibles, pacíficos, a relacionarse de otra forma con las  mujeres, en un plano de igualdad, de respeto mutuo, de generosidad y  comunicación.
¿Transmiten los cuentos tradicionales un  esquema machista basado en el ideal del amor romántico?
  La representación de las mujeres como seres  inferiores, débiles, pasivos, miedosos, o malévolos (las madrastras de  Blancanieves y de Cenicienta) que viven esperando ser las elegidas, ha hecho  mucho daño a la autoestima de las mujeres. Las mujeres de los cuentos se  conforman y esperan. Los hombres representan lo positivo, el progreso, la  mejora, la superación de obstáculos, la valentía, la capacidad de luchar, la  fuerza y la nobleza del espíritu, porque se embarcan en misiones heroicas para  restablecer la justicia, y eso les da sentido a su vida y un lugar en el mundo.  Las mujeres son recompensas a esos triunfos, como lo son las piezas de  caza.
  ¿Habría, entonces, que prohibir su lectura  en las escuelas?
  Hay que empezar a crear contenidos en los que  las mujeres sean protagonistas de su vida, donde se reflejen los valores  positivos y las habilidades femeninas.  Se trataría de poner al revés esos  cuentos, aprovecharlos para que el alumnado analice esos estereotipos sexistas,  no sólo en los cuentos tradicionales, sino también en los anuncios  publicitarios, los programas de televisión, los videojuegos, las  películas.
  ¿Se pude superar el modelo del amor  romántico?
  Va evolucionando, pero cada vez es más  consumista, más cerrado en sí mismo, más idealizado. En la posmodernidad el ego  es narcisista y miedoso. El amor entre estos egos está preñado de otros  intereses que nada tienen que ver con el amor: acumular bienes, aparentar, pagar  hipotecas a medias, vivir en sociedad. El modelo de amor ideal es aquel que no  está basado en la necesidad ni el miedo a la soledad. Un amor exento de ansias  de exclusividad, un amor libre en el que no existiese el concepto de propiedad  privada.
Califragilístico
 
 
 
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