lunes, 24 de febrero de 2020

EL ORINAL DE ZALDIBAR

En una sociedad altamente tecnificada como la actual, entre un 7% y un 12% de las materias primas extraídas de la naturaleza por el hombre se convierten en bienes y productos. El resto se convierte en residuos. Sin embargo, no hay residuos en los ecosistemas naturales.

Los Residuos Sólidas Urbanos son de competencia municipal y representan tan sólo el 5% de todos los  producidos, siendo los industriales el resto de los residuos. Sin embargo se envían al ciudadano los mensajes culpabilizándolo de la producción de residuos. Deliberadamente se omite la responsabilidad del sector industrial, verdadero causante del problema. Además, es necesario distinguir en general el mayor impacto ambiental de los residuos industriales, que los urbanos.

Hablamos de los problemas de vertederos e incineradoras, resultado de un proceso largo y complejo, cuando las medidas deben tomarse en el inicio. Nos bombardean con mensajes de Economía Circular, en donde la prioridad es la prevención y reducción al máximo, lo cual choca con todas las campañas publicitarias, ofertas 2x1, luces de Navidad, Black Friday y otros, en gran medida fomentadas por las administraciones públicas. Si de verdad se quiere reducir en origen la producción de residuos, al menos habrá que legislar para que los fabricantes incorporen un mínimo de materiales reciclados, así como la duración de sus productos.

Nos dicen que la siguiente medida prioritaria es la reutilización de los productos como tales, pero poco se potencia desde los gobiernos. El caso de los envases de vidrio es paradigmático. En lugar de legislar sistemas de Depósito, Devolución y Retorno, asistimos atónitos a la impune destrucción de botellas para convertirlas en materia prima (con todo el consumo energético que representa), cuando en la mayoría de los casos, el contenedor o envase, es más importante energéticamente que el contenido. 

Y finalmente nos atosigan con el reciclaje, arma de dos filos, puesto que cuantos más productos se destinan a reciclar, es porque aumenta el consumo y disminuye la reutilización.

Vivimos en un mundo cerrado y finito, en donde la materia no se crea ni se destruye. Hablar de eliminación de residuos es falso. La incineración es verter con otro nombre, pasando los residuos de sólidos a gaseosos básicamente, y creando otros componentes más tóxicos como las dioxinas y furanos.

Pero depositar residuos en un vertedero (esconderlos debajo de la alfombra) debería estar sujeto a unas mínimas condiciones de gestión y control. Es necesario aunque no suficiente que tanto la gestión como el control sean públicos, en donde el coste de la operación incluya los costes ambientales, cosa que no ocurre.

¿Debe la administración garantizar y responsabilizarse en el tratamiento final de los residuos? Al menos deberá legislar para impedir utilizar ciertos productos tóxicos y peligrosos, especialmente si son difíciles de gestionar y sobre todo controlarlos.

El principio de “Quien contamina paga” se convierte en “El que paga puede contaminar...”. Pero en Zaldíbar ni eso va a pasar. Una vez más, beneficios privados y pérdidas públicas, incluida la salud. La Autorización Ambiental Integrada obligaba a Verter S.L. a constituir un seguro de responsabilidad civil de 1 millón de euros para cubrir el riesgo de indemnizaciones por los posibles daños causados a terceras personas o a sus bienes y los costes de reparación y recuperación del medio ambiente. Es evidente que esa cifra va a ser insuficiente y al final acabaremos pagando entre todos.

En sociedades opulentas, en donde el 20% de la humanidad consume el 80% de los recursos, causa de guerras y desplazamiento masivo de la población, ya va siendo hora de hablar de términos como economía decreciente, así como realizar acciones de principio de tubería para disminuir residuos e impactos asociados. Por eso insistimos una vez más que una diarrea no se cura con un orinal muy grande como el de Zaldíbar.

Los residuos son un problema no sólo ambiental y de salud  sino también social. Su solución pasa por una lucha contra la barbarie del consumo, de la falacia del crecimiento económico ilimitado, de la producción rápida y masiva, y del capitalismo voraz. Estamos inmersos en un modelo ineficiente con un consumo desaforado en el que la publicidad intenta convencernos de que a mayor consumo mayor satisfacción. Esta loca carrera no acaba nunca y a su vez provoca mayor insatisfacción y destrucción de los ecosistemas.

Por un mundo más responsable social y ambientalmente.

Jesús Arbizu, miembro de Lurra

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