lunes, 17 de septiembre de 2018

KATTALINGORRI Y HARROTU, DOS VICTORIAS LGTBI PARA NAFARROA

Primero fue EHGAM, luego nació Lumatza, un colectivo específico para mujeres. EHGAM acabó siendo un colectivo gay. Eran los años noventa y el activismo LGTBI en Iruñea bebía de las pioneras que se levantaron contra la homofobia y la Ley de Vagos y Maleantes. Esta aberración legal de la dictadura se fue deslavando, pero no llegó a desaparecer hasta la reforma penal de 1995. Lesbianas y gays reivindicaban su propia existencia a gritos en aquella Nafarroa carca posfranquista. Buscaban no solo que se reconociera su igualdad y tumbar aquella ley, sino también llamar la atención para que otras personas con su sexualidad atormentada por el conservadurismo y la homofobia tuvieran referentes en la calle que les ayudaran a reconocerse a sí mismos y romper esas cadenas sociales y mentales.
El activismo abrió camino a nuevas identidades sexuales y a nuevos conceptos de género. «Lo principal eran las luchas antidiscriminatorias. Se trataba de grupos de activistas que peleaban por la igualdad de derechos y libertades y que colaboraban con otros para conseguir la transformación social», explica Xabi Sánchez, desde la oficina de Kattalingune, en Abejeras. Sánchez tiene su mesa en un espacio compartido con otros grupos, en lo que ahora se conoce con el anglicismo coworking. El despacho está presidido por la alegre bandera multicolor.
El movimiento LGTBI pronto descubrió que no bastaba con luchar cara afuera, hacía falta mucho trabajo interno y no tan visible. «Muchas personas han, o hemos, tenido problemas para reconocer su identidad sexual por la represión o por la cultura sexista, homófoba y binaria», explica Sánchez. Los arquetipos de gay como «maricón», persona desgraciada u obsesionada con el sexo hacían mucho daño. Hacen daño todavía hoy. La gente con diversidad sexual se negaba a reconocerse como persona asexuada y necesitaban apoyo para entender qué les estaba pasando. «Éramos militantes políticos, pero se nos acercaba gente con serios y graves problemas de asumir su orientación sexual o con el tema trans. No sabíamos qué hacer», rememora el sexólogo.
Aquellos activistas carecían de herramientas para atender esa demanda. Y se buscaron lo que pudieron. Andraize y los centros de planificación familiar comenzaron a dar algo de cobertura, pero resultaba insuficiente. Los colectivos LGTBI debatieron cómo poder atender a esta gente y cayeron en la cuenta de que hacía falta gente profesional para orientarlos. «Había que hacerles comprender qué les ocurría con un rigor. No basta decir que ser gay o lesbiana es algo guay y ya está», subraya Sánchez.
Varios activistas de EHGAM, entre ellos Sánchez, viajaron a finales de los años 90 a Holanda, donde estudiaron un modelo de atención que les sirviera para esa labor no tan visible de atención y asesoría. En Holanda, existían centros LGTBI también nacidos desde el activismo, pero ya con tablas en tareas de acompañamiento. A la vuelta de aquel viaje, alquilaron un local en la calle Aldapa de Iruñea y comenzaron a impartir ese asesoramiento con profesionales formados. Había nacido Kattalingorri. También se inspiraron en la labor de la asociación Aldarte, que gestiona un centro de atención y un centro de estudios y documentación de la lucha por las libertades sexuales en Bilbo.
Kattalingorri elaboró un proyecto en busca de apoyo institucional. Pero la idea de hacer algo conjuntamente con alguna consejería no prosperó. «No había complicidad con la clase política. Ni con la izquierda ni con la derecha. La izquierda siempre ha sido más sensible, pero no tenía voluntad de un proyecto de servicio perdurable con proyección profesional. No estábamos en la agenda política», reconoce este sexólogo.
La ilusión por sacar adelante Kattalingorri superó el obstáculo de no contar con este respaldo y el local de Aldapa se convirtió durante 15 años en el referente para los movimientos LGTBI de Nafarroa. De una parte, por la atención sexológica profesionalizada y los acompañamientos. De la otra, porque Kattalingorri se convirtió en una asociación paraguas bajo la cual otros grupos activistas se sentían cómodos. Así ayudaron a entretejer las relaciones entre los grupos LGTB de la ciudad. Kattalingorri era el único de estos colectivos con local y políticamente era bastante neutro o, más bien, plural. Al calor de ese espacio, fueron surgiendo otros grupos, como el primer colectivo trans: Ilota Ledo.

De la agonía al resurgimiento
Los años 2013 y 2014 resultaron muy complejos por la precariedad, la falta de fondos y porque muchos de los voluntarios estaban ya muy quemados. El local de Aldapa bajó la persiana. No obstante, el cambio en las instituciones navarras permitió un nuevo entendimiento con las instituciones. La pelea por sacar adelante un proyecto de asistencia profesional al colectivo LGTB, por fin tuvo respuesta. Se activaron dos procesos de diálogo diferentes, tanto con el Gobierno como con el Ayuntamiento de Iruñea. Y ambos fructificaron. El Gobierno concedió una partida nominativa para crear Kattalingune, un centro LGTB para asesorías y donde articular campañas antidiscriminatorias. Para ello, también les cedió el espacio de coworking en Abejeras desde el que Sánchez va relatando la historia de esta lucha.
El Ayuntamiento de Iruñea tomó otro camino. Primero creó el centro, Harrotu, y luego sacó su gestión a concurso. A la postre, también fue Kattalingorri quien se quedó la gestión del local. Y así, a través de una misma entidad gestora, Nafarroa cuenta con dos centros para dar asesoría sexológica y legal que actúan de forma coordinada y con los mismos métodos. Harrotu atiende a Iruñea desde la calle San Gregorio y Kattalingune da servicio a toda Nafarroa, también desde la capital, aunque con otra oficina que abre algunas horas a la semana en Tutera.
Erika Salvatierra es una de las sexólogas que trabajan en Harrotu. «Las asesorías parten de cómo somos y nos identificamos hombres y mujeres. Las asesorías individuales se realizan con cita y son cara a cara. Les ayudamos en lo que podemos y, en lo que no podemos, les derivamos a quien pueda echarles una mano», asegura. Muchas de esas derivaciones van a Transbide, el programa dentro de Salud que lleva los asuntos de transexualidad: hormonas, operaciones, etc. También se le pone en contacto con otros grupos o departamentos. «Nosotras acompañamos, no dirigimos. El ritmo lo marca siempre la persona», remarca Salvatierra. Las consultas son confidenciales y están protegidas por el secreto profesional. Suelen durar una hora. A ellas acuden personas de todas las tendencias ideológicas, religiones, colores y países de origen.
Además de estas consultas, se crean grupos de apoyo mutuo (GAM) para trabajar dilemas complejos: ¿cómo se lo cuento a mis padres? ¿cómo salir del armario? etc. En estos grupos participan todas las siglas juntas, aunque se articulan por edades, ya que los retos que se afrontan son distintos. Una de las novedades de este curso que arranca tras el verano, el segundo de andadura de Harrotu, será un GAM para menores, no ya tan centrado en trabajar cosas en concreto como en el ocio y fomentar el conocimiento de uno mismo y qué es lo que de verdad se quiere. Los GAM del año pasado fueron un éxito, con listas de espera en todos ellos. Se remataron con un fin de semana juntos. También se plantean organizar encuentros.
«También tenemos a Ana Belén, que da asesoría jurídica», prosigue otro de los trabajadores de Harrotu, Ander Iribarren. Cambios de nombre en documentos oficiales, qué entra y qué no en la Seguridad Social, como constituir una nueva asociación... esa es la labor de la abogada. Iribarren se encarga de la participación y activación del tejido asociativo, organizar charlas... Ahora tienen el proyecto para entregar tarjetas a los colectivos para que puedan abrir la puerta y usar el espacio siempre que lo necesiten.
Los métodos de trabajo Kattalingune y Harrotu son los mismos. Mientras continúan con apoyos personales, ponen en marcha otras campañas de sensibilización, que el movimiento LGTBI nunca ha dejado desde que nació. La última impulsada por Kattalingune está destinada a declarar espacios libres de homofobia con carteles como el que decora la parte superior de esta página (y la oficina de GARA en Iruñea).
Esta reversión de la situación agónica de 2013 y 2014, está obteniendo reconocimiento más allá de las mugas del herrialde. En noviembre, Iruñea acogerá por primera vez un encuentro estatal para debatir sobre la identidad sexual.

Aritz Intxusta, en GARA


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